Critica: Holandés errante, bálsamo de fuego
FESTIVAL DE BAYREUTH 2023
Holandés errante: bálsamo de fuego
EL HOLANDÉS ERRANTE, de Richard Wagner. Ópera romántica en tres actos, con libreto de Richard Wagner. Reparto: Michael Volle (Holandés), Elisabeth Teige (Senta), Georg Zeppenfeld (Daland), Tomislav Mužek (Erik), Nadine Weissmann (Mary), Attilio Glaser (Timonel). Coro y Orquesta titulares del Festival de Bayreuth. Dirección de coro: Eberhard Friedrich. Dirección de escena y escenografía: Dmitri Cherniakov. Dirección musical: Oksana Lyniv. Lugar: Festspielhaus de Bayreuth. Entrada: 1.987 espectadores (lleno). Fecha: viernes, 11 agosto 2023.
Ha tenido que llegar el marinero Holandés errante y su wagneriano atraque en tierras noruegas para que, ¡por fin! se vea algo de fuego en Bayreuth, tras el fracasado Ring de Valentin Schwarz en el que lo único que arde es su corto prestigio. A diferencia de la empanada mental del austriaco, el montaje del prestigioso director teatral moscovita Dmitri Cherniakov (1970), estrenado en 2021, es sencillo y plástico, esencial y de vivos colores, enmarcado en una monótona escenografía -diseñada por el propio director ruso- basada en casas que se desplazan sobre el escenario. El trabajo, que no es para tirar cohetes ni descubre nada, resulta, sin embargo, un bálsamo de fuego tras la apagada indigestión anillera de Schwarz. Por su parte, y después de tres años en el foso defendiendo esta producción, la ucraniana Oksana Lyniv ha renovado ostensiblemente su dirección, ahora menos llana y bastante más matizada. Ha ganado relieve, contraste y carácter.
Cherniakov trata de ser original a base de un realismo que, a la postre, es más doméstico que mágico. Lúcido y acaso consciente de su distancia vital con el universo de Wagner, no se mete en camisa de once varas y prácticamente se limita a contar la historia. Aunque, al final, la distorsiona drásticamente con un inesperado cataclismo, en el que el Holandés y otros acaban muertos en el suelo, a la manera de un “espagueti-western”, entre disparos y mientras todo arde como si se tratara de la mismísima inmolación de Brunilda. Rompe así la correcta convención de su visión, que opta por una especie de traca fallera en la que el aya Mary mata de un certero tiro al mismísimo Holandés, licencia con la que de un plumazo se carga la inmortalidad de la leyenda del Holandés y, de paso, la voluntad de Wagner.
Si la primera Senta de esta producción fue la gran soprano Asmik Grigorian, la noruega Elisabeth Teige se mueve en otra división. Sin embargo, lució entrega, convicción dramática, fortaleza vocal y una vocalidad lírica que definitivamente sienta bien al personaje de Senta. Pero la sorpresa de esta reposición ha sido la incorporación como Holandés de uno de los grandes veteranos actuales de Bayreuth, el barítono alemán Michale Volle, quien a sus 63 años ha recalado en este Holandés tras pasar en el mismo escenario por los roles de Beckmesser, Sachs y Amfortas.
Quien tuvo, retuvo, y Volle fue el viernes un poderoso, vibrante, encendido Holandés. Irascible y dolido, en absoluto resignado a la maldición eterna de cada siete años… Todas sus intervenciones dejaron constancia de su alcurnia dramática y vocal. Destiló saberes y quilates en el famoso monólogo; en el dúo con Senta, y en el belcantista y casi donizettiano dúo con Daland (que recuerda al de Don Pasquale y Malatesta; en Don Pasquale la moneda de cambio es la sobrina Norina, aquí la hija Senta), y en el no menos belcantista trío final con Senta y Erik. Vocalmente, Michael Volle fue con diferencia lo mejor de la tarde.
Pero muy cerquita del soberbio Daland del bajo Georg Zeppenfeld, la nueva estrella de su cuerda en el santuario en que durante décadas reinaron los Böhme, Greindl, Ridderbusch, Sotin, Salminen, Hölle… Zeppenfeld bordó un Daland perfilado en sus matices más extremos, cuyo poderío vocal no escatimó sus aristas más líricas y delicadas. El ya veterano tenor croata Tomislav Mužek (1976) no pasó de ser un apurado y discreto Erik en un rol que canta en Bayreuth desde 2015. A pesar de un dubitativo comienzo, el también tenor Attilio Glaser fue un correcto y efectivo timonel. Como siempre, el coro prodigioso del Festival de Bayreuth derrochó excelencia, afinación, empaste y brillantez en el que es uno de los grandes títulos “corales” de Wagner. En la larga ovación final, sus componentes y su director -Eberhard Friedrich- se llevaron los mayores entusiasmos y vítores. No era para menos. Justo Romero.
Publicado en el diario Levante el 13 de agosto de 2023.
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