CRÍTICA: ‘I lombardi alla prima Crociata’ (G. Verdi) – Staatsoper de Hamburgo
I LOMBARDI ALLA PRIMA CROCIATA (G. VERDI)
Staatsoper de Hamburgo. 13 Noviembre 2013.
Casi la totalidad de los teatros de ópera han rendido homenaje este año a Giuseppe Verdi en el 200 aniversario de su nacimiento. Son muchos los teatros que han incluido en su programación su Misa de Réquiem. Sin ir más lejos, en nuestro país se ha programado esta obra a lo largo de este año en Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Bilbao, Pamplona y Valencia, sin querer hacer una relación exhaustiva de ciudades. En Hamburgo se ha querido conmemorar tal efemérides ofreciendo lo que podríamos llamar una Trilogía Impopular del maestro de Busseto. En efecto, las tres obras programadas corresponden a los llamados Años de Galeras y está formada por I Lombardi alla Prima Crociata, I Due Foscari y La Battaglia di Legnano. No es fácil poder asistir a la representación de 3 óperas verdianas tan poco frecuentes, de modo que la visita a Hamburgo está justificada.
I Lombardi es una de las óperas menos representadas de Giuseppe Verdi y tampoco se trata de una de sus mejores obras. En esos años – I Lombardi sigue a Nabucco – Temistocle Solera era el libretista habitual del compositor. Nada menos que 3 de sus primeras cuatro óperas, incluida ésta, llevan su firma. Indudablemente, el libreto de I Lombardi no es precisamente extraordinario y ésta será la penúltima colaboración de ambos artistas. Ya en Ernani, la ópera que sigue a I Lombardi, comenzarán las colaboraciones de Verdi y Piave y esto hará que las cosas mejoren. Aparte del libreto, tampoco musicalmente podemos considerar I Lombardi como una obra maestra, sino más bien irregular, con momentos magníficos (coros, dúos, aria de Oronte) y otros donde impera el chimpún-chimpún. Lo que no cabe duda es que Verdi y Solera quisieron y supieron explotar el éxito de Nabucco, haciendo de I Lombardi una de las óperas más corales que compuso Verdi en toda su carrera.
Hamburgo ha programado esta atípica trilogía verdiana con nuevas producciones, que ha encargado al americano David Alden, uno de los directores de escena más rompedores de la actualidad. La producción que nos ha ofrecido en este caso es un tanto extraña. La ópera arranca no ya en la Plaza de San Ambrosio en Milán, sino en la casa de Arvino, donde se celebra una fiesta de reconciliación entre los hermanos (Arvino y Pagano) y que tiene lugar en los años 30 aproximadamente. Teniendo en cuenta la ambientación, uno podía creer que la marcha de los lombardos a la primera cruzada iba a ser sustituida por la marcha de las tropas de Mussolini a Abisinia, pero en el segundo acto nos encontramos con el coro vestido de cruzados, acompañados de gentes con capirotes y cruces. Supongo que lo que Alden ha querido significar es el horror de las guerras de religión en cualquier tiempo. La escenografía de Charles Edwards no es muy atractiva, siendo lo más conseguido el acto I en la mansión de Arvino. De ahí pasamos a Oriente, siendo la cueva del ahora ermitaño Pagano, una especie de capilla o gran confesionario, mientras que los últimos actos se desarrollan en un suelo arenoso. El vestuario de Brigitte Reiffenstuel no tiene mucho atractivo. Correcta la iluminación de Adam Silverman.
La dirección de escena de David Alden resulta un tanto extraña, especialmente en el tratamiento de los personajes. En el primer acto nos presenta a Giselda como una niña tontuela sin que podamos entender qué se le ha perdido en Oriente. Únicamente en los dos últimos actos Giselda adquiere una carga dramática importante. Lo más conseguido de la producción es la dirección de masas, aunque no resulta fácil de entender qué quiere decir, cuando hace que el coro cante el famoso O Signore, dal tetto natio con bastantes féminas en ropa interior. Tampoco me parece muy feliz la idea de que el concertino Konradin Seitzer haya interpretado en el escenario el solo de violín, acompañando también el terceto subsiguiente. Aparte de su estupenda actuación como violinista, su presencia rompe el dramatismo de la escena.
La australiana Simone Young es seguramente la directora de orquesta con mayor proyección internacional. Lleva ya 8 años en la dirección musical de la Staatsoper de Hamburgo y no deja de ser una excepción su presencia en este puesto en un mundo dominado por los hombres. Su labor me ha parecido francamente buena, llevando la obra muy controlada, manteniendo el interés y apoyando bien a los cantantes en escena. Lo que podríamos llamar una auténtica Kapelmeister. A sus órdenes estuvo una notable Philarmoniker Hamburg. También el Chor der Staatsoper Hamburg tuvo una buena actuación, aunque confieso que esperaba más de ellos, teniendo en cuenta que su director no es otro que Eberhard Friedrich, director del Coro del Festival de Bayreuth.
El americano John Relyea fue un Pagano un tanto irregular. Mientras la partitura anda por el registro central las cosas van bien, ofreciendo una voz de cierta amplitud y atractivo, pero las notas altas son blanquecinas, apretadas y dificultosas.
La sudafricana Elza Van Den Heever ofreció lo mejor del reparto en la parte de Giselda. Hay que decir que su actuación en el primer acto resultó muy poco satisfactoria, ya que la plegaria exige una voz más ligera y tuvo serios problemas. Todo mejoró a partir del segundo acto y fue la muy prometedora soprano que había tenido ocasión de ver en otras ocasiones.
Verdi incluye dos tenores en esta ópera y, a diferencia de lo que ocurre en otras óperas suyas, los dos son importantes. Mientras Arvino tiene mucho que cantar y no tiene una página de lucimiento, Oronte cuenta con el aria más conocida de toda la ópera, La mia letizia infondere, aparte de un preciosos dúo con Giselda. El americano Dimitri Pittas fue un Oronte de voz atractiva en el centro, pero a partir del paso el timbre pierde mucho de su atractivo, resultando un tanto gutural. Massimiliano Pisapia fue Arvino y ofreció una voz lírica atractiva y, de lejos, la mejor dicción de todo el reparto. Una buena actuación la suya.
En los personajes secundarios Cristina Damian estuvo bien como Viclinda, la mujer de Arvino y madre de Giselda. Szymon Kobylinski fue un Pirro de escaso brillo vocal. Dovlet Nurgeldiyev cumplió como Prior. Wilhelm Schwinghammer, Enrique el Pajarero en el Lohengrin de Bayreuth, pasó aquí desapercibido en el episódico personaje de Acciano. Bien, Solen Mainguené como Sofía, la madre de Oronte.
El teatro ofrecía una ocupación de algo más del 80 % de su aforo. Él público aplaudió todos los números cerrados y dedicó una cálida acogida al final de la representación, siendo las mayores ovaciones para Elza Van Den Heever.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 51 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 13 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante 8 minutos.
El precio de la localidad más cara era de 87 euros, habiendo hasta 6 precios distintos en el patio de butacas, con las últimas filas a 41 euros. La entrada más barata costaba 11 euros. José M. Irurzun
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