CRÍTICA: ‘I Masnadieri’ (Teatro Regio di Parma)
I MASNADIERI (G.VERDI)
Teatro Regio de Parma. 23 Octubre 2013.
El Festival Verdi de Parma es casi una cita obligada en el mes de Octubre. Vengo asistiendo desde que en el año 2007 decidieron dedicar dicho mes a Giuseppe Verdi, habiendo faltado únicamente el año pasado. Parma es una ciudad muy especial, donde se vive el Festival Verdi con gran entusiasmo, aunque he podido constatar que la profusión de carteles y motivos verdianos que adornaban las tiendas del centro de la ciudad, han quedado notablemente reducidos. No han sido fáciles estos últimos años para la ópera en Parma y confiemos en que la salida de la actual crisis económica haga que el Festival Verdi vuelva a ofrecer el brillo de hace todavía poco tiempo.
Este año dos han sido las óperas programadas en el festival. Hace unos días terminaron las representaciones de Simon Boccanegra y ahora estamos en plena actividad con I Masnadieri. A esto hay que añadir el Falstaff que se representa en el teatrito de Busseto, con la presencia como protagonista y director de escena del gran Renato Bruson. Evidentemente, la calidad de los repartos no está a la altura de lo que se ofrecía en los primeros años del Festival, pero siguen ofreciendo representaciones más que dignas.
I Mannadieri es una de las óperas menos representadas de Giuseppe Verdi. Estrenada en 1847 en Londres, fue la primera ópera que Verdi compuso para un teatro no italiano. Evidentemente, estamos en los llamados años de galeras y esta ópera sigue el estilo tradicional entonces de aria y cabaletta. Para quien esto escribe el mayor problema de esta ópera es el libreto de Andrea Maffei, buen amigo del compositor, y basado en la obra de Schiller, Die Räuber. Uno no puede sino acordarse de Cammarano o Piave, ya que el libreto es demasiado truculento y de escaso interés.
Para la ocasión el Festival Verdi ha ofrecido una nueva producción del cineasta italiano Leo Muscato, cuyo resultado se me antoja un tanto decepcionante. Estamos ante una producción minimalista, cuya escenografía (Federica Parolini) consiste en una plataforma inclinada, con unos paneles de cierre en la parte de atrás. Para las distintas escenas se ofrecen algunos elementos de atrezzo (un sillón, una cama, unos árboles y unas supuestas tumbas), que cumplen con el objetivo de hacer una producción escénica barata. La acción se trae a la época de composición de la ópera y el vestuario (Silvia Aymonino) resulta eficaz más que brillante. Buena la iluminación de Alessandro Verazzi.
Lo más endeble del espectáculo es la dirección de actores, que resulta prácticamente inexistente. Es la primera vez que asisto a un espectáculo escénico de Leo Muscato, pero su trabajo me resulta de muy poco interés. Los cantantes quedan casi abandonados a su suerte, cortos de expresividad en los principales personajes, y hay añadidos de mal gusto en varios momentos de la representación, que ni siquiera llegan a provocar al respetable, por la poca credibilidad que ofrecen.
Al frente de la dirección musical estaba Francesco Ivan Ciampa, a quien nunca había visto dirigir anteriormente. Su labor me ha parecido eficaz y enérgica, un director de los que podemos considerar todo terreno, capaz de sacar las óperas adelante, cuidando mucho la coordinación entre foso y escena y ayudando siempre a los cantantes. A sus órdenes estuvo una buena Filarmónica Arturo Toscanini, que ha sustituido en los dos últimos años a la Orquesta del Teatro Regio, cuyo sonido lo recuerdo como más elegante. Buena actuación del Coro del Teatro Regio di Parma, siempre bajo la experta dirección de Martino Faggiani, que dirige también el Coro del Teatro de la Monnaie de Bruselas.
Para los aficionados a la ópera de Bilbao no es fácil asistir a una representación de I Masnadieri, ya que las representación de Enero de 2004, con la presencia de unos pletóricos Francisco Casanova y Fiorenza Cedolins – nunca volvieron a estar a tan excelso nivel – fueron de las que uno no se olvida fácilmente.
Roberto Aronica fue Carlo Moor en Parma y su actuación resultó adecuada vocalmente y bastante floja como interpretación. La voz de Arónica ha ensanchado notablemente en los últimos años, aunque el timbre no ha perdido brillo, pero ofrece finalmente más cantidad que calidad. No hay matices en su canto, en el que abundan los sonidos en forte, que acaban por dar un exceso de monotonía. En escena resulta muy poco creíble, excesivamente estático y resulta bastante poco expresivo.
La soprano rumana Aurelia Forian ofreció una voz atractiva en el centro, adecuada para las exigencias de una soprano lírica, como es el caso de Amalia. Sus notas altas son una tanto destempladas y sus graves dejan que desear. Dada su poca experiencia en escena, habría sido deseable un trabajo más profundo por parte del director de escena con ella. Su interpretación resulta también monótona por escasa expresividad.
El barítono Damiano Salerno encarnó al malvado Francesco Moor y lo hizo de manera correcta. Su voz corre bien, no siendo lo que podemos llamar un barítono verdiano. Su canto es más efectista que elegante. Cumplió con solvencia.
Buena voz y cuidada línea de canto la del bajo finlandés Mika Kares en el personaje de Massimiliano Moor. Tampoco aquí el regista saca el partido debido al personaje.
En los personajes secundarios hay que destacar la interesante voz de Antonio Corianò como Arminio. Giovanni Battista Parodi estuvo bien el breve personaje de Moser. Cumplió Enrico Cossutta en la parte de Rolla.
El Teatro Regio ofrecía un magnífico aspecto, con una entrada superior al 95 % del aforo. El público se mostró más complacido con las cabalettas que con las arias, a juzgar por sus reacciones. En los saludos finales hubo bravos para todos los cantantes principales.
La representación comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo una duración total de 2 horas y 39 minutos, incluyendo un intermedio. Duración puramente musical de 2 horas y 9 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante 6 minutos.
El precio de la localidad más cara (poltrona) era de 154 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 110 y 77 euros. La entrada más barata costaba 10 euros. José M. Irurzun
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