Crítica: Il Pirata, de Bellini / Scala de Milán
Crítica: Il Pirata, de Bellini / Scala de Milán
Teatro alla Scala de Milán. 12 Julio 2018
José M. Irurzun
No es Il Pirata lo que podemos llamar una ópera de repertorio, precisamente. Como las dos óperas iniciales de la carrera de Vincenzo Bellini (Adelson e Salvini, y Bianca e Fernando), no ha conseguido salir del olvido, sino en algunas muy contadas ocasiones, a pesar de que tiene páginas musicales de gran calidad. Indudablemente, las grandes dificultades que encierra su partitura tanto para el tenor como para la soprano no invitan a los cantantes famosos a afrontar un reto semejante.
Il Pirata se estrenó y con gran éxito precisamente en La Scala en 1827. A pesar de ello sus reposiciones fueron escasas, siendo la última en el siglo XIX, en 1840. Tuvieron que pasar nada menos que 118 años para que volviera al teatro de la mano de Maria Callas, acompañada nada menos que por Franco Corelli y Ettore Bastianini. Fueron precisamente estas míticas representaciones las últimas que se pudieron ver en Milán hasta las que ahora nos ocupan. Han pasado, por tanto, otros 60 años.
En España se pudo ver por última vez Il Pirata en el Liceu de Barcelona hace 5 años y en versión de concierto. Fue aquella una brillante representación, que contó con la presencia de Mariella Devia y Gregory Kunde. Parecería que Il Pirata se vuelve a ponerse de moda, ya que está programada en el Teatro Real en 2019 y todo parece indicar que en un par de meses la podremos ver también en A Coruña, aunque todavía no se ha publicado la programación de la capital gallega.
La representación scaligera ha tenido un buen resultado, con una producción atractiva, una correcta dirección musical y un reparto vocal en el que ha destacado la principal protagonista, Imogene.
La Scala ha ofrecido una nueva producción que lleva la firma de Emilio Sagi, siendo una coproducción con el Teatro Real y la Ópera de San Francisco. La producción resulta atractiva estéticamente y adecuada, trasladándose la acción al siglo XIX. La escenografía de Daniel Bianco es casi única para toda la ópera, cambiando para las escenas finales de Gualtiero y la locura de Imogene, que se desarrollan delante de la tumba de Enrico, el duque de Caldora, esposo de Imogene. El resto de la citada escenografía consiste en unas paredes brillantes, tipo espejo, que se cierran por arriba por una tercera móvil, lo que siempre favorece la proyección de las voces, dejando ver al fondo paisajes o elementos relativos a las distintas escenas. El vestuario de Pepa Ojanguren resulta atractivo, llamando la atención los vestidos blancos de las mujeres del coro. Hay también una buena labor de iluminación por parte de Albert Faura. La dirección de escena funciona de manera correcta, narrando bien la acción, sin relecturas ni añadidos fuera de lugar.
La dirección musical estuvo encomendada a Riccardo Frizza, muy habituado a dirigir óperas de la época belcantista. No está de más mencionar que actualmente es el director musical del Festival Donizetti de Bérgamo, que creo que ha acertado con su nombramiento. La lectura de Frizza ha sido correcta, apoyando bien a los cantantes, cosa fundamental en este tipo de óperas, obteniendo una notable prestación de la Orquesta de la Scala. Muy bien también el Coro de la Scala.
La gran protagonista de esta ópera es Imogene, que aquí fue interpretada por la soprano búlgara Sonia Yoncheva, cuya actuación ha sido para mí lo más destacado de toda la representación. Han pasado algo más de 9 años de su debut en España en aquellas funciones de Don Pasquale que se pudieron ver en el Teatro Real y en el Baluarte. Ya entonces llamó la atención al aficionado y no cabe duda de que hoy es una soprano de prestigio, de las importantes. Estamos ante una soprano lírica con la peculiaridad de su timbre oscuro en el centro que le permite hacer frente a determinados personajes más exigentes vocalmente. Su actuación ha sido convincente y no son muchas las sopranos que pueden atreverse con este personaje. Ha cantando con gusto y expresividad, dominando la tesitura, aunque haya habido algún pequeño descontrol en el último acto. En cualquier caso, una destacada actuación.
Gualtiero, el Pirata, fue interpretado por el tenor italiano Piero Pretti, que resultó un adecuado intérprete del personaje en términos vocales. La voz es atractiva, con las características de un tenor lírico y puede con la complicada tesitura del personaje, al que pocos tenores son capaces de hacer frente hoy en día y lo mismo se puede decir del pasado. Le falta algo más de variedad en su voz para poder entusiasmar, resultando un poco monótono en su canto. Es obvio que pasó algunas dificultades en el final de su gran escena del último acto, pero esto no tiene nada de demérito.
Varios peldaños por debajo se sitúa el barítono Nicola Alaimo en el personaje de Enrico. La voz resulta ligera para el personaje, con el problema de que el tercio agudo está mal emitido, quedándose atrás. Iría mejor en otro tipo de personajes menos dramáticos que éste. Los personajes secundarios fueron correctamente cubierto por la mezzosoprano Marina De Liso (Adele), Francesco Pittari (Itulbo) y Riccardo Fassi (Goffredo).
La Scala ofrecía una pobre ocupación de alrededor del 70 % de su aforo. El público se mostró un tanto frío durante la representación, ofreciendo una recepción muy cálida a Sonia Yoncheva y a Piero Pretti en los saludos finales, especialmente a la soprano búlgara.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 9 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 36 minutos. Seis minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 252 euros, costando la más barata con visibilidad plena 79 euros.
Fotos: Brescia-Amisano
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