Critica: Inapelable Beethoven de Gustavo Gimeno en la Quincena
Inapelable Beethoven de Gustavo Gimeno
82 QUINCENA MUSICAL DE SAN SEBASTIÁN. Programa: Obras de Mozart (Concierto para piano y orquesta número 20, en re menor), y Beethoven (Quinta sinfonía). Yuja Wang (piano). Orquesta Filarmónica de Luxemburgo. Director: Gustavo Gimeno. Lugar: Auditorio Kursaal (San Sebastián). Entrada: Alrededor de 800 personas (máximo aforo disponible). Fecha: lunes, 2 de agosto de 2021.
Fue un Beethoven radical. Rotundo. Inapelable. Gustavo Gimeno cerró su doble cita inaugural con la Quincena Musical de San Sebastián con una tajante Quinta sinfonía que, en sus manos, se antojaba empeñada en despojarse de las tradiciones distorsionadoras que se han ido emponzoñando desde su estreno en Viena, en el Teatro an der Wien, el 22 de diciembre de 1808. Sin ignorar todo lo ocurrido y evolucionado desde entonces, GG arraiga su abrasadora y revolucionaria visión directamente en Beethoven, al que abraza sin reservas y con los brazos y oídos bien despiertos, en un asombroso proceso de mimetización en el que él y Beethoven, Beethoven y Gimeno, dos siglos por medio, parecen sombreados por idéntico latido y aliento.
Gimeno ataca el célebre comienzo de la sinfonía más popular casi sin tiempo a nada. Como un zarpazo finiquitador de una época que comenzó a tambalearse 19 años atrás, en 1789. Un puñetazo en la mesa que abre definitivamente la puerta a un mundo nuevo. No hay contemplación ni miramientos. Rápido, taxativo, inapelable. Como reza la partitura, metrónomos y acotaciones incluidos; como una afirmación liberada de lo más hondo. Más allá de la reivindicación o de cualquier reflexión, reservadas al genial desarrollo, que Gimeno desgranó y desplegó con espacio y detalle, gravitado en una orquesta, la Filarmónica de Luxemburgo, que volvió a mostrarse dúctil, disciplinada y cuidadosamente ensamblada ante el gobierno preciso, natural y siempre elegante de su titular.
Todo se templa y calma en el Andante con moto, receso y remanso en forma de variaciones, no exento de incertidumbres hasta ahora ausentes. También de ese aire contemplativo que tanto distingue a la contemporánea Sinfonía Pastoral. Gimeno en absoluto se olvida del “con moto” marcado por Beethoven y mantiene el pulso y el latido de una visión plena de horizontes y viveza, culminada en la radiante coda, siempre in crescendo, siempre ascendente. Beethoven y Gimeno imponen el mañana al ayer, como hace décadas también hicieron músicos visionarios, como Erich Kleiber, Toscanini, o, más recientemente, Gardiner o Chailly, entre otros. Paradójicamente, en una obra, la Quinta sinfonía, que tanto debe al pasado, en concreto al Hymne au Panthéon ‘Grand Chœur à la gloire des martyrs de la liberté et de ses défenseurs’, que Cherubini compuso en 1794 y de cuyos temas y motivos tanto tomó su admirador Beethoven.
La apoteosis final desbordó cualquier comedimiento. El público saltó como un resorte impactado por la contagiosa calidad de la versión, pero sobre todo por la emoción de compartir con tan excepcionales servidores el mensaje vigente y siempre nuevo de la verdadera obra de arte. Maestro y los filarmónicos luxemburgueses cerraron y templaron la gran noche de despedida con el regalo de una Rosamunda de Schubert que de principio a fin fue delicadeza y preciosismo.
Antes, Yuja Wang sorprendió a todos con un Mozart contenido y empeñado en no salirse de madre. Fue con el dramático Concierto en re menor, que ella entiende desde un sentido camerístico, casi confidencial. Fraseó con gusto y busco un sonido tenue y mozartiano que no siempre alcanzó el peso, densidad y corporeidad hoy acostumbrados, pero ¿acaso lo tenían los rudimentarios instrumentos de la época de Mozart? Su alta clase pianística invadió los tres movimientos, en los que existieron momentos de inapelable fascinación, muy particularmente en la romanza central, en la que el piano cantó tanto como la batuta cómplice y maestra de Gimeno. El virtuosismo capaz de todo de Yuja Wang afloró en unas cadencias licenciosas y aparatosas estupendamente construidas y tocadas. Más aún en la propina, sus famosas y muy libres Variaciones sobre la Marcha turca de Mozart. Imposible imaginar mejor y más vistosa despedida. ¡Hasta pronto!. Justo Romero
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