Crítica: Prometedor inicio. Apertura del curso académico 2024/25 de la Escuela Superior Reina Sofía
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Obras de Beethoven, Berg y Chaikovski. Orquesta Sinfónica Freixenet de la Escuela Superior Reina Sofía. Director: Nicolás Pasquet. Inauguración del Curso Académico 2024/2025. Auditorio Nacional, 3 de octubre de 2024.
Ha abierto sus puertas el nuevo curso de esta benemérita institución madrileña, que preside desde su fundación en 1991 Paloma O’Shea y de la que han salido cada año nuevos valores; instrumentistas y cantores que han recibido enseñanzas de un amplio, variado y solvente senado instructor, en el que se han venido dando cita profesores y virtuosos de todo el mundo.
Hay por tanto una base sólida para el quehacer de los componentes de la Orquesta Freixenet de la Escuela, que han tenido a su frente para esta jornada inaugural al uruguayo Nicolás Pasquet (1958), que va a ocupar en la Escuela una cátedra de nueva creación, la de dirección de orquesta, un cometido que desempeña en distintos centros europeos como la Universidad Franz Liszt de Weimar, desde el que ha desplegado una intensa actividad.
Nadie debe dudar por tanto de las cualidades como enseñante de Pasquet, como nadie dudaba de las que adornaban al histórico Hans Swarowski por cuya a academia vienesa pasaron jóvenes llamados Mehta, Abbado, Maazel, Fischer o los españoles López Cobos, García Navarro o Gómez Martínez. Pero una cosa es enseñar y otra es aplicar las enseñanzas desde el propio criterio y traducirlas con acierto.
En esta gozosa sesión hemos podido apreciar la buena disposición de Pasquet en el podio, sus sobrios y elegantes movimientos, su indudable musicalidad. Pero el resultado ha tenido alguna sombra que otra.
Empezaba el acto con la obertura de Egmont de Beethoven, que se inició muy acertadamente con una expresiva lentitud. El primer acorde en “forte” resultó un tanto falto de redondez y de justeza discutible. Luego, tránsito bien estudiado hacia el “Allegro”, aunque siguiendo una planificación un tanto pedestre en la que predominaban en exceso los vientos, metales sobre todo, sin que la cuerda acabara de tomar el debido protagonismo. Vigoroso “crescendo” final, pero con una no deseada borrosidad de planos. Versión afirmativa relativamente matizada.
Mejor distribución de líneas y papeles tuvo el acompañamiento-colaboración al violinista Donghyun Kim (Corea del sur, 1999), discípulo en la Escuela de Christoph Poppen. Posee un sonido pequeño pero de rara exquisitez, de una pureza indiscutible, siempre afinado y muelle, un fraseo musical y sensible, una articulación impecable. Nada hay de vulgar en sus modos.
Su entrada en el Concierto de Berg fue magnífica, como surgiendo de la nada, con el toque íntimo y poético requerido. En este primer movimiento el acompañamiento de Pasquet fue acertado y cuidadoso. No tanto en el segundo movimiento. Habríamos deseado una mayor delicadeza para que se pudiera seguir mejor la delineación por el solista en la coda del coral de Bach.
Ante el justo éxito Kim nos regaló una pieza cuajada de exquisitos contrastes. Pudimos enterarnos de que se titulaba Honzanori del coreano Young Jo Lee. A ver cuándo los solistas se acostumbran a dar el título de sus bises, a veces tan desconocidos como el de esta ocasión.
La sesión culminaba con la Sinfonía nº 4 de Chaikovski, expuesta a toda presión por Pasquet y sus muchachos. Los “tutti” quedaron las más de las veces oscurecidos por una mala planificación o por un apresuramiento un tanto forzado, pero hubo instantes de gran belleza en los pasajes más líricos, bien cantados y balanceados. Faltos de justeza y encaje los “pizzicati” del tercer movimiento. La Orquesta, no muy grande (cuatro contrabajos) sonó con plenitud. No hubo bises pese a la insistencia del animado y en buena parte juvenil público. Excelentes, didácticas, severas y explicativas notas al programa de Irene de Juan.
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