Crítica: Ismael Jordi rinde homenaje a Luis Mariano en el Teatro Villamarta de Jerez
Luis Mariano e Ismael Jordi en Jerez
Homenaje a Luis Mariano. Ismael Jordi, tenor. Rubén Fernández Aguirre, piano. Teatro Villamarta, Jerez de la Frontera. 12 de octubre de 2023
Luis Mariano Eusebio González García (1914-1970) fue un astro de la opereta francesa y de la chanson, pero ante todo fue un tenor de dotes espectaculares que, tras una breve incursión en la ópera (Don Pasquale, 1943), optó por aplicar sus condiciones naturales excepcionales en la dignificación vocal de la opereta. Basta escuchar cualquiera de sus muchas grabaciones para ver que la voz del irundarra iba mucho más allá de sus famosos falsetes. Voz con cuerpo de tenor lírico ancho, de amplio volumen y largo fiato, con un fraseo muy cuidado y emisión clara, hubiera podido descollar en el mundo de la ópera, aunque la verdad es que aquellos años cuarenta y cincuenta vieron una pléyade de tenores con los que hubiera sido difícil competir. De ahí posiblemente su opción por la opereta y el cine, además de su providencial encuentro con el compositor Francis López, que lo orientó definitivamente hacia el teatro musical más ligero.
Ismael Jordi lleva ya algún tiempo reivindicando al tenor español y con este homenaje abrió la temporada lírica del jerezano Teatro Villamarta. En plenitud de facultades, el cantante de la tierra dio una soberbia lección de técnica y de buen gusto en materia de fraseo. La voz es clara y brillante, sin atisbos de nasalidades, proyectada de forma espectacular en la máscara con una técnica de indudable raigambre krausista (de Alfredo Kraus, claro). Siguiendo las enseñanzas del maestro, Jordi evita el recurso al falsete y opta por utilizar la media voz y la voz mixta, registros vocales que, a diferencia del falsete (en el que ya no hay apoyo), permiten regular y articular sobre esas comprometidas notas agudas. Magníficos momentos de esto hubo a lo largo del recital, como la transición de la media voz a la voz plena al final de La belle de Cadix, la doble regulación en el cierre de El relicario, los reguladores sobre el Si bemol en pianísimo en Rossignol o la forma de articular sobre la voz mixta en Violetas imperiales.
Además de todas estas cuestiones técnicas (sin olvidar su largo fiato) está, ante todo, el buen gusto en el fraseo, que nunca se hace amanerado ni efectista. Todo lo contrario, el control de las dinámicas y el uso del color de la voz están siempre al servicio de la expresividad de cada fragmento, desde el carácter más ligero de, por ejemplo, C‘est magnifique hasta el más denso y profundo de ¡Adios Granada!, cantada con un desgarro afectivo tal que es imposible no sentir un temblor de emoción al escucharlo de sus labios. Por no hablar del canto íntimo, a media voz y a flor de labios de Sur la Giralda, la lune, interpretada como una delicada canción de cuna.
La complicidad con el piano de Rubén Fernández Aguirre fue total. El pianista de Barakaldo sabe perfectamente lo que en cada momento necesita el cantante y regula el sonido del piano según cada momento, siempre con sentido de la musicalidad y con una inacabable galería de recursos a la hora de completar la línea vocal con breves figuras ornamentales, casi improvisatorias. En sus manos, el piano canta, actúa e interactúa con el cantante con un fraseo cuajado de teatralidad. Espléndidas sus intervenciones a solo con el Vals de Mirentxu de Guridi y en el interludio de Le chanteur de México.
Muy de acuerdo en todo lo que se dice aquí, pero me hubiera gustado que cantara más canciones en español que en francés porque creo que Luis Mariano tiene bastantes más canciones en castellano de las que oí en el recital. DE todas formas estuvo magnífico.