Crítica: Die Jahreszeiten en la Ópera de Viena
Die Jahreszeiten bailadas en la Ópera de Viena
Die Jahreszeiten, de Franz Joseph Haydn. Slávka Zámecniková, soprano. Josh Lovell, tenor. Martin Hässler, bajo. Arnold Schoenberg Chor. Orchester der Wiener Staatsoper. Wiener Staatsballet. Coreografía: Martin Schläpfer. Dirección musical: Adam Fischer. 13 de mayo de 2022.
El coreógrafo Martin Schläpfer plantea una muy bella correlación dancística para una de las últimas grandes composiciones de Haydn. Con el fabuloso y nutrido cuerpo de baile vienés, combina la danza clásica con sus puntas, sus jetées y portées, vistosos solos y pasos a dos, con la danza contemporánea más libre de movimientos y agrupaciones. La gesticulación y los movimientos calcaban a veces literalmente lo que expresaba el texto del oratorio. Todo ello subrayado por un imaginativo y muy variado vestuario cuyas tonalidades iban cambiando conforme desfilaban las estaciones del año. Uno de los momentos de mayor belleza plástica fue el inicio del Invierno, subrayado por la iluminación y las gasas y tules que servían de escenografía.
Como en la noche anterior con Le nozze di Figaro, Adam Fischer mostró su total identificación con el estilo clásico. Era todo un espectáculo verlo gesticular e indicar con energía y con entusiasmo inagotable, marcando con garra los ataques, los acentos y los sforzandi, haciendo que la orquesta sonase con una contundencia y una fuerza expresiva impresionantes. En la escena de la caza hizo que las trompas sonasen con rusticidad y en otros momentos hizo que los chelos atacasen alla Bartok los pizziccati para subrayar el efecto expresivo. Todos los efectos imitativos de efectos naturales que Haydn siembra en la partitura obtuvieron de la mano de Fischer una enérgica prestación. El control sobre las fuerzas orquestales y corales fue absoluto y así se evidenció en el pasaje más impresionante del concierto, el número final del Otoño, en el que una danza rústica evoluciona hacia una compleja fuga orquestal y coral para volver de manera amplificada a la danza en un clímax que Fischer llevó a su máximo nivel de excelencia. Todo ello fue posible por la presencia del Coro Arnold Schoenberg, de perfecto empaste y de una calidad de sonido como pocos en la actualidad, capaz de plegarse a las regulaciones dinámicas establecidas por el director.
Últimos comentarios