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Por Publicado el: 26/01/2022Categorías: En vivo

Crítica: Jaime Martín dirige la Orquesta de RTVE. Química evidente

ORQUESTA SINFÓNICA Y CORO DE RTVE (J. MARTÍN)

Química evidente

Obras de Boulanger, Rachmaninov y Brahms. Behzod Abduraimov (piano). Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española. Teatro Monumental. Dirección musical: Jaime Martín. 20 de enero

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Jaime Martín dirige la Orquesta de RTVE

Hace apenas mes y medio hablábamos desde este mismo lugar de la bella, hedonista y excesiva —en el mejor sentido del término— cantata Faust et Hélène de Lili Boulanger. Aunque no había dudas de ninguna clase, el Salmo 129 (Ils m’ont assez opprimé dès ma jeunesse) confirmó lo ya sabido: qué compositora perdimos. Obra de inicio abrasador, tortuosa en cuanto al paisaje y los recursos armónicos que despliega, el salmo exige de una intensidad mantenida difícil de nivelar para no caer en saturaciones dinámicas. Gran respuesta del viento madera y de una cuerda poco acomodaticia, casi mórbida, que transmitió la carga poética de la obra con aparente naturalidad. Es interesante ver hasta qué punto esta música prefiguraba esas aristas tan propias de la escritura orquestal del presente (como Franz Schreker) o del porvenir (Arthur Honegger). El coro, dirigido por Marco Antonio García de Paz, dio una de sus mejores versiones de los últimos tiempos, a pesar de la dificultad inherente de la obra por mantener la tensión dramática.

Seguía otra pieza con arrebato bien distinto, la Rapsodia sobre un tema de Paganini, op. 43, compuesta para para piano y orquesta por Sergei Rachmaninov en un momento de madurez que le permitía menos rapto y más construcción. La pieza pretende mucha solvencia técnica para sostenerse, y un difícil equilibrio lírico para poder echarse a volar. Behzod Abduraimov tiene sobradas dosis de lo primero y no tanto de lo segundo, a pesar de la buena lectura del afamado Andante Cantabile (nº 18) y una digitación exquisita en la nº 11. En cualquier caso, más que meritorio tour de force cerrado con una bis que venía a romper la atmósfera creada durante media hora, el Preludio en mi menor de Chopin.

Para la segunda parte quedaba la Sinfonía nº 2 en Re mayor de Brahms, continuando con la integral sinfónica propuesta por la ORTVE. Si durante las dos piezas anteriores el perfil de Jaime Martín no había pasado del de cumplidor acompañante, en la sinfonía el protagonismo del director cántabro fue sobresaliente. Versión limpia, muy depurada en la cuerda y con un trabajo de balances con el metal que hizo brillar a un gran nivel el primer movimiento, más utópico de lo acostumbrado. El “Adagio non troppo”, uno de los movimientos más complejos de construir de todo su ciclo sinfónico, se expuso sin lentitud ni caídas de tensión, cimentado en una atenta sección de chelos. Final fulgurante como colofón para una colaboración —la de Martín y la ORTVE— que, una vez evidenciada la química, esperemos que se repita. Mario Muñoz Carrasco

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