Crítica: Javier Camarena, la voz que acaricia
VIII CENTENARIO DE LA CATEDRAL DEL BURGOS
Javier Camarena, la voz que acaricia
Fecha: 15-VI-2021. Lugar: Catedral de Santa María, Burgos. Programa: música de Georg Friedrich Händel, Gioachino Rossini, Johann Sebastian Bach, Charles Gounod, Georges Bizet, Francesco Cilea, Pietro Mascagni, Isaac Albéniz, Melesio Morales, Giuseppe Verdi, Antón García Abril, Blas Galindo, Manuel María Ponce, Francisco Guerrero, José Serrano. Voz solista: Javier Camarena, tenor. Pianista: Rubén Fernández Aguirre
No es frecuente escuchar un programa lírico tan especial como el que, en el día de la fecha referenciada, presentó el tenor de Xalapa (estado mexicano de Veracruz), Javier Camarena, en plena connivencia con el pianista baracaldés Rubén Fernández Aguirre, tanto por la variedad temática, como por quedar fuera de los esquemas canoros al uso. Un equilibrio medido y acertado de música religiosa y profana que motivó momentos de especial intensidad emotiva, máxime si el evento se lleva a cabo ante el altar mayor de la joya arquitectónica que es la Catedral de Santa María de Burgos; todo un lujo gótico que sigue en pie plenamente activo después de 800 años, siéndolo así se mire por donde se mire, resaltando su extraordinaria conservación en todos los todos sus labrados pétreos y decorativos. Razones todas ellas que han llevado a considerarla como Patrimonio de la Humanidad.
Cuando el canto se emite con limpieza, pulcra entonación, esmerada expresividad, dulzura tímbrica, y refulgente colorido, sin estridencia alguna, buscando los efectos acústicos de agradar y de emocionar, estamos ante una persona en la que su arte se transforma en una caricia para los sentimientos, dado que la percepción sonora, por medio de complejas conexiones neuronales, causa un alto grado de satisfacción. Eso es lo que consiguió el belcantismo del tenor Camarena, dejando que su voz corriera a modo del suave y agradable paso de un lujoso terciopelo sensual. Atacar con la firmeza y pulcritud la nada fácil y comprometida aria Comfort ye my people.. Every valley shalk be exalted… del ‘Messiah’ händeliano causa el asombro de que se está ante una depurada técnica de canto, en la que nada resulta exagerado, la suavidad expresiva del texto conlleva su luz requerida y donde todas las notas tienen su adecuada paleta de color. En su haber (no hubo ‘debe’ alguno) estuvo el incorporar en su repertorio a importantes compositores mexicanos como Melesio Morales, de quien cantó la preciosa romanza L’ultimo mio sospir, que supuso su estreno en España, y a Blas Galindo, de quien interpretó Madre mía, cuando muera y Arrullo, donde hizo todo un decálogo de intensidad sonora alargando el sonido en la sutileza de la levedad del apianamiento vocal con amante dulzura.
En este especial concierto fue recordado, con especial cariño, el recientemente fallecido compositor Antón García Abril, llevando Camarena a su voz la intensidad de la obra Homenaje a Gayarre con Canto porque estoy alegre; por su parte, con total entrega, Rubén Fernández Aguirre, puso plenitud de afecto sobre las 88 teclas del gran cola en el Preludio de Mirambel, nº 1 del maestro turolense, con quien el pianista vasco tenía fuertes vínculos de amistad. No es frecuente en los conciertos a voz sola interpretar las 6 romanze de Verdi entre las que Camarena puso al público de pie cantando la preciosidad que es Lo spazzacamino (El deshollinador).
En las tres propinas ofrecidas Estrellita de Ponce, Flor roja de ‘Los gavilanes’, y Te quiero, morena, de ‘El trust de los tenorios’, Camarena, al menos para quien escribe, dejó aromas de un potente recuerdo a la voz de Miguel Fleta, sobre todo por el uso que hizo de los resonadores de cabeza, sin nasalizar en absoluto, el empleo soberbio del fiato, y sin irse al tan acudido registro agudo, filando notas como hacía aquel aragonés insigne en sus días de gloria. Fernández Aguirre, considerado a nivel internacional como un referente de pianista repertorista y acompañante de voces, hizo brillar su calidad en el Preludio de la ópera L’arlesiana, y en el trabajo efectista sobre las notas graves con la Sinfonía Weihnachtsoratorium (1734) [Oratorio de Navidad] de J. S. Bach. De todo lo escuchado en esta velada sacro/laica fue tal vez el pasaje Cuyus animan del ‘Stabat Mater’ rossiniano el momento de mayor lucimiento del tenor, dado el intimismo que imprimió al texto de esta insigne obra. ¡Inolvidable! Manuel Cabrera.
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