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Por Publicado el: 06/02/2020Categorías: En vivo

Crítica: Javier Perianes en el III Festival de piano de Jaén, gozada

III FESTIVAL DE PIANO DE JAÉN

Perianes interpreta en el III Festival de Piano de Jaén los cinco conciertos de Beethoven

“Gozada” y “repóquer”

Integral de los conciertos para piano y orquesta de Beethoven. Real Filharmonía de Galicia. Director: Manuel Hernández Silva. Solista: Javier Perianes (piano). Lu­gar: Jaén, Teatro Infanta Leonor. Entrada: Alrededor de 900 personas cada día (lleno). Fechas: 31 enero y 1 febrero 2020.

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Javier Perianes

Javier Perianes (Nerva, 1978) ha tocado en reiteradas ocasiones el ciclo integral de los conciertos de Beethoven. Con grandes directores y orquestas, entre ellos la Filarmónica de Londres, Jesús López Cobos y Juanjo Mena. En esta ocasión, lo ha hecho felizmente acompañado por los mimbres coprotagonistas de una bien dispuesta Real Filharmonía de Galicia y los efectivos saberes beethovenianos del director Manuel Hernández Silva. Por repetida, la hazaña de abordar en dos jornadas consecutivas este “repóquer de ases” (Luis Gago) no pierde actualidad ni capacidad de sorpresa y admiración.

La proeza se ha renovado el pasado fin de semana en Jaén, en el marco ideal de su III Festival de piano, ante un público melómano y entusiasta impregnado del arte del piano gracias a la  tradición impuesta por las 61 ediciones ya transcurridas del Concurso Internacional de Piano que lleva el nombre de la capital andaluza, y en la compañía del verbo fácil y cercano de Arturo Reverter, quien habló con sapiencia sobre los intríngulis de cada uno de los cinco conciertos antes de cada de una de las dos veladas, y de la pluma amena y aguda de ese siempre fino escribidor de música que es Luis Gago, autor de las documentadas notas al programa.

Habló Reverter de la elegancia, de la frescura y del lirismo del Beethoven del pianista onubense, “de sus pianísimos mágicos”, de su elegancia “innata” y de su sonoridad “cantable y elocuente”. También se preguntó –y con razón- que “¿quién mejor hoy para grabar los cinco conciertos de Beethoven que Perianes?”. Tiene razón el veterano musicógrafo gallego al sugerir el pronto traslado al disco del “tour de force”, por utilizar de nuevo la palabra de Gago. No por dejar testimonio fonográfico de la proeza, sino para acercar al discófilo un Beethoven que hoy es, efectivamente, referencia cimera de nuestro tiempo. Un Beethoven que, desde las cualidades apuntadas por Reverter, llega cargado de esa naturalidad, de ese pianismo sin artificio, dobleces ni rebuscados aspavientos que distingue el arte interpretativo de quien hoy es -¿hace falta reiterarlo?- uno de los grandes del teclado.

Perianes no vive la gesta como un reto, sino como una “gozada”, y se ha alzado al Olimpo sin ceder su propia identidad vital ni traicionar esa naturalidad y frescura que le son tan características. Administra su bien labrada y madurada plenitud con discreción, sencillez, talento, inteligente sensibilidad  y una honestidad artística y no artística que le liga a figuras tan únicas como aquella otra intérprete irrepetible del genio de Bonn que fue su adorada Alicia de Larrocha. Como el Beethoven de Larrocha, el de Perianes arranca de una profunda raigambre pianística. El instrumento crece como tal en el tiempo de Beethoven, y esa evolución –técnica, estética y hasta anímica- se siente con especialísima intensidad tanto en la barcelonesa como en el onubense. Una y otro viajan de la mano desde el Beethoven de corte clásico, mozartiano y haydniano, de los primeros dos conciertos, a la afirmación decididamente romántica, rotundamente novedosa, post-revolucionaría y genuinamente beethoveniana del Concierto Emperador.

Pocos intérpretes como Alicia y Perianes han hecho patente esa andadura asombrosa y vertiginosa que se inicia en el año revolucionario de 1789 y culmina el 28 de noviembre de 1811, en la Gewandhaus de Leipzig, cuando el compositor da a conocer su quinto y último concierto. Apenas 22 años en los que el piano y Beethoven viajan a un mundo nuevo del que ambos son coforjadores y coprotagonistas.

La primera jornada se abrió con el Segundo concierto, el en Si bemol, que cronológicamente es el primero. Perianes, como ya hizo Alicia en su conocido registro berlinés con Riccardo Chailly, lo insufla de aires clásicos y enriquece con la cadencia escrita por aquel otro beethoveniano eterno que es Wilhelm Kempff. El lento segundo movimiento se escuchó en Jaén apuntado al futuro y engrandecido por ese “cantabile” y esa capacidad de otorgar notoriedad a los más tenues pianísimos que tanto gustan a Reverter. Hernández-Silva, maestro de medios, sensibilidad y oficio en el podio, fue cómplice y soporte de tal prodigalidad de detalles y bellezas, y logró de los atriles gallegos momentos de alta intensidad expresiva y una ligereza orquestal que tampoco en el rondó final fue banal.

En el Tercer concierto Beethoven da un paso de gigante en su evolución y abre de par en par las puertas al novedoso romanticismo del Cuarto. Perianes lo dijo con transparencia, estilo inconfundible y una hondura que se adentra en los más recónditos espacios de la sensibilidad. Asombra la perfección sin artimaña, el virtuosismo servidor del arte, pero sobre todo conmueve y fascina la pureza y veracidad de una expresividad que el público percibe más allá incluso del intérprete, del “servidor” de música.

Del rotundo y reivindicativo Do menor del Tercer concierto –inolvidable la congelada quietud de la introducción del Largo central- al universo rotundamente novedoso y sin precedentes del Cuarto. Perianes se escabulle del teclado para otorgar protagonismo único a la música ya desde la célebre introducción en solitario. Fue una versión toda ella memorable, de evocadoras intensidades dramáticas y sensaciones a flor de piel. El silencio de la sala, de un Teatro Infanta Leonor cuyas 900 localidades estaban prácticamente abarrotadas, era la señal más certera de lo que allí se estaba viviendo y sintiendo durante este inolvidable Cuarto concierto.

La segunda y última jornada transitó de la vivacidad radiante del Concierto en Do mayor (el publicado como “Primero”) a la culminación en Mi bemol del Quinto, en el que Perianes desplegó sus mejores medios técnicos para bordar una visión pletórica, brillante, musculosa en los pasajes de mayor brillantez sin perder por ello redondez y naturalidad; de dinámicas amplias y cuidadosamente estratificadas, en la que la complicidad estrecha -íntima incluso- con el preciso sentir beethoveniano de Hernández-Silva y el buen hacer conjunto de los profesores de la Filharmonía de Galicia contribuyeron al sutil calado estilístico de este Beethoven de redonda unanimidad estética, en el que Perianes y Hernández-Silva cohabitaron bajo idéntico pulso vital, como en la delicada y audaz transición del segundo al refulgente tercer movimiento.

Ni el intolerable deambular por la platea de un impresentable “fotógrafo”, ni siquiera los paseos de una señora paseando por la sala en pleno Adagio del Emperador y los taconazos de una acomodadora que escandalosamente fue en su busca pudieron mermar una interpretación que marca referencia. Fue el colofón de un acontecimiento que marcará la veterana vida musical de una ciudad que desde 1956 –año en que el gaditano Jacinto Matute ganó el primer premio del Concurso Jaén– es plataforma de lanzamiento del mejor pianismo español e internacional. Los bravos entusiasmados y minutos y minutos de encendida ovación corroboraron el éxito total de la doble cita. Beethoven, con sus 250 años, se hubiera quedado también maravillado en este Jaén intensa y felizmente pianístico. Justo Romero

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