Crítica: Josep-Ramón Olivé en el Ciclo de Lied. debut comprometido
JOSEP-RAMÓN OLIVÉ: Debut comprometido
Lieder de Beethoven, Schubert, Fauré y Strauss. Josep-Ramón Olivé, barítono. Victoria Guerrero, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 21 de marzo de 2022.
Por el Ciclo de Lied del CNDM y el Teatro de la Zarzuela, que ya va por su XXVIII edición, han pasado todos los grandes del género, pero también han debutado en él jóvenes llamados más tarde a ser grandes. Es obvio que el panorama musical no puede permanecer anclado y ha de irse renovando continuamente. El ciclo ha de dar cabida a los jóvenes por dos motivos fundamentales entre otros. De un lado porque representan el futuro y de otro porque sus cachés, más reducidos, permiten ajustar presupuestos. Lo importantes es saber escoger y Antonio Moral siempre lo ha sabido hacer. No es tarea fácil y menos si se trata de un género como éste y de artistas españoles. Josep-Ramón Olivé estudió dirección coral y canto clásico en la Escuela Superior de Música de Cataluña y continuó su formación vocal en la Guildhall School de Londres con Rudolf Piernay, participando después en clases magistrales de Graham Johnson, Gerald Finley, Kurt Widmer, Josep Bros, Luigi Alva y Teresa Berganza. Fue nominado como joven artista Oxford Lieder en 2015 y formó parte del aclamado proyecto Le Jardin des Voix de William Christie y Les Arts Florissants en 2017. El lied no es nuevo para él, habiendo abordado ya varios importantes ciclos de Brahms, Mahler, etc.
Estamos ante un joven en l treintena al que lógicamente le queda camino por recorrer, por madurar. De entrada su parca presencia, a la que debe dotar de una mayor movilidad y convicción. No es difícil. Me recordaba los sosos inicios de Gabriel Bermúdez y hay que ver cómo cambió. La voz, de barítono lírico, no presenta particularidades especiales, ni en el timbre, ni en el caudal o la extensión, pero la acompaña una técnica sólida, una dicción clara y una intención en el fraseo. Son bazas suficientes sobre las que construir.
Hay que aconsejar a los jóvenes –frecuentemente también a los mayores- en el tema repertorio y programas. Olivé no debió querer abarcar tanto –Beethoven, Schubert, Fauré y Strauss– ni incluir un descanso, cuando últimamente se trata de eliminar. Hora y cuarto de recital, sin pausa, hubiera sido más aconsejable. Fauré o Strauss, en la segunda parte, podían sobre el papel ser adecuados por su mayor cercanía en el tiempo, pero no quizá a sus actuales características vocales. El lied “Du bist die Ruh” de Schubert resumió éstas, por la intencionalidad, la forma de jugar con las dinámicas, desde la suavidad de los pianos a la solidez del forte, e incluso el uso de registros vocales y, en todo momento, el fraseo. Quiere ser expresivo, pero le falta aún el poso de la madurez y soltarse tanto vocal como escénicamente, que también ayuda a transmitir emociones a la audiencia.
En definitiva, un debut comprometido del que salió airoso contando con la muy estimable colaboración de la pianista Victoria Guerrero, también una revelación. Gonzalo Alonso
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