Crítica: Lograda transfiguración, Julia Fischer y ASMF en el Auditorio Nacional
LOGRADA TRANSFIGURACIÓN
Obras de Beethoven, Schubert y Schoenberg. Academy of St Martin in the Fields (ASMF). Concertino y directora: Julia Fischer. Temporada de Ibermúsica. Auditorio Nacional, Madrid. 6 de febrero de 2024
En torno a 170 conciertos ha celebrado esta mítica orquesta de cámara en las más de 50 temporadas de Ibermúsica. Primero bajo la batuta de Sir Neville Marriner. Más tarde, entre otros, a las órdenes de la violinista Iona Brown, ya fallecida, como Marriner. En la actualidad viene actuando a las órdenes de la también violinista alemana Julia Fischer (Múnich, 1983), música probada, de firmes y claros criterios interpretativos.
Como instrumentista posee uno de los sonidos más satinados, puros y cálidos del momento. Frasea con gusto y calidez y muestra un criterio musical refinado. Parte de planteamientos muy clásicos y construye de manera muy natural, sin irregularidades ni estridencias. Todo mana en ella de forma fluida y leve. Aspectos que contagia a los músicos que preside, que poseen además una altura digna de la historia que tienen detrás. Se pudo apreciar el equilibrio, la finura, la maleabilidad desde el mismo comienzo con la Romanza nº 1 de Beethoven, cuyo juego de variaciones fue bien servido.
El sonido perfumado del violín fluyó mansa y convincentemente también en la más conocida e interesante Romanza nº 2 del de Bonn. Frases amplias y ceñidas, digna de un Menuhin. Desde el primer atril Fischer gobernó al final de la primera parte una jugosa y bien planificada versión de la amena y camerística Sinfonía nº 5 de Schubert, iniciada con una distribución de planos no muy conseguida. Pero luego todo fue expuesto cómoda y canónicamente. Pero también algo impersonalmente. Lo mejor vino al final con la Noche transfigurada de Schoenberg, una partitura que adelanta las luces de la revolución que se operaría años más tarde, ya en el nuevo siglo, en la ciudad del Prater.
Su estreno en 1902, en su forma original de sexteto de cuerda, confirmó el talento y las posibilidades de un compositor que trataba de buscar nuevos caminos, en parte avistados en esta obra. Las cinco secciones en que se divide se corresponden con las del poema nocturno de Richard Dehmel en el que se basa. La partitura plantea una verdadera metamorfosis musical del poema y viene a ser después de todo una composición programática. Todo ello se nos reveló nítidamente en la excelente interpretación, atenta a todo tipo de matiz y de inflexión, con unas dinámicas manejadas magistralmente.
Desde el pianísimo del inicio todo se desarrolló a pedir de boca. Los muchos meandros de la narración, sus dinámicas, sus crescendi, sus pianísimos y sus fortísimos, con solistas de impresión, como el primero de las cuatro violas, se ofrecieron convincentemente. Se escuchó la versión ampliada para orquesta de cámara, en este caso 25 instrumentistas. El dramatismo, el doloroso lirismo que subyace en la música nos llegó de manera muy directa. Los clímax, los estratégicos trémolos nos tocaron frontalmente y las irisaciones finales las sentimos en lo más íntimo. No hacía falta después de obra tan densa, pero Fischer se empeñó en regalar un bis: parece que una muy breve pieza de Janácek.
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