Crítica: la despedida de Rattle con Berlín
Cierre del ciclo Ibermúsica
La despedida de Rattle con Berlín
Obras de Widmann, Lutosławski y Brahms. Orquesta Filarmónica de Berlín. Simon Rattle, director. Auditorio Nacional. Madrid, 7 de junio.
Gonzalo Alonso
Era sobre el papel el concierto de la temporada y, en cierto modo, cumplió la expectativa. No se trataba sólo de la mítica Filarmónica de Berlín, sino que conllevaba la despedida de su titular, en una gira por Londres, Viena, Ámsterdam, Colonia, Madrid y Barcelona, después de dieciséis años de vida en común. Tras Karajan y Abbado, Rattle fue elegido para llevar aire fresco renovando formas y repertorio. Tantos años de convivencia siempre dan lugar a altibajos en la relación y los ha habido. Rattle se despide uniendo la tradición de los berlineses a través de Brahms con la música de nuestro tiempo vía Lutoslawski y Widmann, ese compositor de moda en auditorios y óperas, nada menos que con una obra escrita para este adiós de título bien significativo: “Danza sobre el volcán”. Hace referencia a lo que debe sentir el titular de un conjunto tan mítico al subirse a su podio y lo expresa musical y físicamente. Se siente el vértigo de mirar hacia abajo –palabras del propio autor- y el magma constante que estos días causa tragedias. La obra ha de empezar y concluir con los músicos sin director y éste debe aparecer y desaparecer a los pocos compases del inicio y del final, ambos de carácter con reminiscencias jazzísticas, lo que unido a que Rattle lo hizo de forma exageradamente desenfadada, gesticulando con las manos en los bolsillos, debió de parecer a la audiencia un número de circo, casi una payasada de director, y empezó a aplaudir como si se tratase de la bienvenida. Tras esos diez espléndidos minutos, los treinta de la “Tercera sinfonía” de Lutoslawski, punto de final de muchas cosas y principio de aún más que, como la de Widmann, precisa una plantilla amplísima. No ahorró la berlinesa y trajo a sus primerísimos atriles en todas las secciones. Es un lujo poder escuchar estas obras con una orquesta como ésta aunque, bien es cierto, no resulta fácil al aficionado no experto diferenciar una excelente lectura de una mediana al tener pocas referencias. Rattle domina este repertorio y dejó plena constancia de ello.
Cerraba Brahms, un mundo más propio de la orquesta que del director. Sinceramente, hemos escuchado lecturas mejores de otros maestros con esta agrupación, a pesar de un cuarto movimiento al que no cabe poner objeciones, con la orquesta recreándose en su propio sonido. También la reciente “Cuarta” de Nelsons ofreció mayor interés. Lleno en el auditorio con un público absolutamente entregado, cuya ovación hubo de cesar al llevarse Rattle a los músicos.
Fin de una etapa con luces y sombras que tuvo tres candidatos a la sucesión: Thielemann, el citado Nelsons y Kirill Petrenko, el elegido. Cuando se habla de directores con los músicos de las orquestas suelen clasificarlos con frases como “Estupendo, pero para no más de una semana” en referencia al ambiente en la convivencia. No va a ser fácil con el tímido y especial Petrenko. Veremos. Una reflexión final: hoy ya no nos admira tanto Berlín por triple motivo. De un lado las orquestas locales han mejorado mucho, de otro se ha perdido poco a poco el personalísimo sonido que creó Karajan y, finalmente, apenas hay directores que la puedan hacer sonar como los del pasado.
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