Critica: La Euskadiko Orkestra, a pesar del bicho
A PESAR DEL BICHO
EUSKADIKO ORKESTRA
Fecha: 29-X.2020. Lugar: Auditorio Kursaal. Programa: Idilio de Sigfrido y Wesendonck Lieder de Richard Wagner; y Sinfonía nº 35, ‘Haffner’ de Wolfgang Amadeus Mozart. Cantante solista: Rinat Shahan, mezzosoprano. Orquesta: Euskadiko Orkestra. Director, maestro concertador: Michel Tabachnik.
Desde tu localidad (fila 17, nº 7) se te cae el alma a los pies cuando constatas que al aficionado, amante de la música y fiel seguidor de la orquesta institucional oficial del País Vasco, la recientemente denominada Euskadiko Orkestra, se le ha dado un tajo en su afán en pro de la cultura y solamente puede ocupar 400 de las 1.806 localidades que tiene el aforo en Auditorio Kursaal. Pero a quien manda eso ni le importa cuando se constata en un autobús interurbano van ocupados, sin distanciamiento alguno, todos los asientos de los que dispone ese medio de transporte. La mala, la peligrosa, la culpable, es la cultura. Como siempre. Y de esas no salimos.
Pues bien, a pesar del bicho, del maldito Covid/19 que nos enmascara el rostro y nos produce una pérdida importante de oxigenación pues no se inspira el mismo volumen y limpieza de aire que el que se expira, se disfrutó, por los privilegiados asistentes de una velada musical en verdad interesante.Todo ello, como ya se ha dicho, a pesar del bicho. Resultó un concierto que presentó dos concepciones musicales distintas a la hora de tratar el maridaje entre la melodía y la armonía. El de Wagner, en este programa, es más intimista, con fuertes dosis de introspección anímica. Por el contrario, la sinfonía Haffner es la perfección compositora de cómo una idea melódica marida con elegancia en la inspiración armónica.
El Idilio de Sigfrido (Siegfried Idyll), de apenas 19 minutos de duración, es una pequeña muestra de la limitada capacidad sinfónica de don Ricardo -la única de su madurez en la que se encuentran temas que luego usará en su posterior ópera Siegfried y unas pequeñas pinceladas de una tradicional canción de cuna alemana-, siendo una composición musical de cámara (como reconoce Cósima Liszt) con la que celebró el nacimiento de su hijo Siegfried. Si bien es cierto que en la interpretación de esta pieza no se respetó la indicación camerística diseñada por Wagner, con una amplia sección de cuerda, lo cierto es que el arte de la concertación del maestro Tabachnik tuvo el gran acierto de imprimir un volumen sonoro siempre cuidado, intimista, atemperando el sonido de la cuerda frotada.
Las Wesendonck Lieder (Canciones de Matilde Wessendonck), mujer que fue un gran amor platónico de Wagner, son piezas, a modo de apuntes pictóricos, que le sirvieron para escenas de segundo y tercer acto de Tristan und Isolde, y que aparecen como pinceladas melódicas, compuestas inicialmente para ser cantadas con acompañamiento de piano a las que les dio posterior orquestación el director y compositor Felix Mottl. Los cinco lider fueron cantados por la mezzosoprano israelita Rinat Shaham, dotada de una técnica en la que la expresividad de las cinco canciones resultó un tanto monótona, pese a apreciársele unas cualidades importantes de elegante emisión y significativa fuerza sonora, que bien podrían estar perfectamente encuadradas en el personaje de la Carmen cigarrera. Su mejor momento vocal lo tuvo en el lied Schmrzen (Penas). Oyendo estas cinco canciones uno se acuerda de la fuerza expositiva de Jessey Norman.
El ánimo se engrandece con la Sinfonía número 35, conocida como ‘Haffner’, por estar dedicada a su amigo de la infancia Sigmund Haffner, como regalo por la concesión de sus títulos nobiliarios. Es una sinfonía breve de cuatro movimientos en los que Wolfgang toma trazos melódicos de la KV 385, incorporando dos flautas y clarinetes para el primero y último movimiento, lo que otorga a la obra la típica frescura mozartiana, revolucionando el concepto de la sinfonía clásica, otorgándole especial luminosidad en un momento crucial de su vida, ya que estaba fuera de los lazos familiares, lejos de Salzburgo y liberado de la tiranina del arzobispo Colloredo.
La EO (Euskadiko Orkestra) nos regaló un trabajo pleno en todo momento, dejando ver como en los últimos tiempos bajo la rectoría de míster Treviño está adquiriendo unos aromas de especial elegancia y de muy apreciable uniformidad tímbrica. Así lo dejó ver durante la hora (+/-) que duró el concierto, pero sobre todo y de una manera especial resaltó el elegante y rítmico Menuetto que se integra en el tercer movimiento. Meritorio a todas luces. De todo cuando de bueno se ha escrito hasta aquí no se puede dejar de lado al excelente trabajo de la batuta del director suizo Michel Tabachnik, (buen colega de von Karajan) quien a sus 78 años está dotado de un dinamismo envidiable, concertado con una elegancia pocas veces vista y buscando en todo momento la mejor sonoridad expresiva de la orquesta; con gesto comedido, fue la efectividad personificada ante un programa que requiere dos visiones bien distintas de la música interpretada. Fue muy aplaudido, aunque, a juicio de quien escribe, mereció un mayor tributo de reconocimiento, siendo consciente que los muchos choques de 800 palmas se perdían en un recinto con menos de un cuarto de ocupación. Una estupenda velada a pesar del bicho. Manuel Cabrera.
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