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Por Publicado el: 07/02/2019Categorías: En vivo

Crítica: La Forza del Destino en USA

LA FORZA DEL DESTINO (G. VERDI)

Opernhaus de Frankfurt. 3 Febrero 2019.

Termina mi fin de semana en Frankfurt con esta nueva producción de La Forza del Destino, de Giuseppe Verdi. La representación no ha sido muy convincente, con una producción escénica de las que podemos llamar “Konzeptualles” y que poco tiene que ver con la ópera de Verdi, una dirección musical adecuada y un reparto vocal más bien irregular.
La nueva producción de Tobias Kratzer se estrenó el mes pasado y tiene como tema la desigualdad racial en Estados Unidos a lo largo de su historia, que no puede tener otro punto de conexión con esta ópera que el hecho de que en una ocasión Don Carlo de Vargas insulta a Don Álvaro, llamándole mulato. A partir de ahí, la lucha racial y las críticas a la política imperialista de Estados Unidos, que parecen ser las grandes obsesiones de Tobias Kratzer y que lo mismo pueden servir para esta ópera como para cualquier otra, e incluso para ninguna.

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Escena

La ópera arranca en su primer acto en la época colonial del Sur, en una especie de rememoración de lo que El Viento se Llevó y se ofrece una doble escena. Por un lado, están los cantantes por delante, mientras que al fondo hay una pantalla donde se ven unos vídeos con exactamente la misma acción que en el escenario. Si aquí Leonora es negra y Don Álvaro es blanco, en la pantalla los artistas son justamente al revés. Lo mismo ocurrirá en la escena final, en la que Don Álvaro y su doble en las proyecciones no se suicidan, sino que son ejecutados directamente por la policía, que curiosamente es una pareja formada por el Padre Guardiano y Fra Melitone. ¡Viva! ¡La imaginación al poder!
El acto de Hornachuelos se desarrolla en una especie de Saloon con soldados confederados y todos los personajes llevando grandes cabezas de cartón, que entiendo es un curioso capricho del director de escena. No tiene más sentido sino el de hacer que no se reconozcan los hermanos Vargas. La llegada al monasterio por parte de Leonora nos presenta una rara congregación moderna, que no parece ser muy religiosa hasta que nos damos cuenta al final de la escena que no son los supuestos monjes sino miembros del Ku Klux Klan. El acto de Italia tiene lugar en Vietnam, con una primera escena en un dormitorio de literas y una segunda en la que Preziosilla y sus compañeras son Conejitas de Playboy. Como no puede ser de otra manera, no falta una pantalla en la que se proyectan vídeos de Martin Luther King y sus discursos antibelicistas.
El arranque del último acto nos presenta a los indigentes, a los que atienden el Padre Guardiano (o lo que sea) y Melitone, apareciendo en escena una estatua de los Obama. ¡Cómo no se nos habría ocurrido hasta ahora! En este escenario se encontrarán Don Carlo y Don Álvaro y se retarán a duelo con pistolas, que tiene menos interés que con espada, obviamente. La escena final, con sus imágenes comentadas al fondo, tiene lugar en la habitación de Leonora y allí mueren todos.

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Escena

No hará falta que insista en que esta producción lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Lo que cuenta es el Konzept y luego se aplica donde haga falta. La escenografía y el vestuario se deben a Rainer Sellmaier, mientras que la iluminación es obra de Joachim Klein. Los numerosos vídeos llevan la firma de Manuel Braun.
La dirección escénica de Tobias Kratzer no se pone al servicio de la ópera, obviamente, sino de sus personales ideas o fijaciones. No faltan cosas absurdas, como que Leonora vaya vestida de mujer al monasterio y el Padre Guardiano muestre su sorpresa cuando ella le revela que es una mujer. ¡Una donna! exclama con sorpresa el Superior. El caso es que no es ciego.
La versión musical ofrecida es la original que se estrenara en San Petersburgo en 1862 y no la más tradicional, que es la revisada años más tarde por el propio Verdi y que yo considero más lograda en términos musicales y dramáticos. Aquí tenemos una obertura un tanto truncada y se añade la escena del primer duelo de Don Carlo y Don Álvaro, La dirección musical ha estado encomendada al italiano Jader Bignamini, que ha ofrecido una correcta dirección, no particularmente brillante, aunque hay que reconocer que no puede ser fácil dirigir una ópera como ésta con lo que el director tiene delante de sus ojos. Buena la prestación de la Franfurter Oper und Museumorchester. Correcto el Coro de la Ópera de Frankfurt.
El personaje de Don Álvaro tenía que haber sido interpretado por el coreano Alfred Kim, pero canceló sin que me hayan llegado noticias de por qué. Su sustituto fue el tenor armenio Hovhannes Ayvazyan, que forma parte de la compañía del Mariinsky de San Petersburgo y cuya actuación no me resultó convincente. El timbre no tiene mucha calidad, ofreciendo un centro amplio, que se estrecha notablemente hacia arriba, donde además está bastante apretado. Su fraseo tampoco es muy elegante. No faltaron algunos abucheos, aunque aislados, tras su aria Tu che in seno agli angeli.

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Michelle Bradley

Lenora fue interpretada por la soprano americana Michelle Bradley, de voz muy poderosa en el centro, aunque tiene el inconveniente de resultar bastante descontrolada en la zona de arriba, aparte de sobrepasar en más de una ocasión la barrera del grito.
Lo mejor del reparto vino de la parte del barítono británico Christopher Maltman como Don Carlo di Vargas. La voz resulta en este momento muy adecuada para este personaje y canta con gusto y expresividad, resultando plenamente convincente.
Franz Josef Selig dobló como Marqués de Calatrava y Padre Guardiano (o lo que fuere). Lo hizo bien, con su atractiva voz, a la que no falta sino algo más de potencia para ser uno de los mejores bajos de la actualidad.
Preziosilla fue interpretada por la mezzo soprano Tanja Ariane Baumgartner y lo hizo bien. Su figura resulta adecuada para la conejita de Playboy.
Voz poco atractiva la de Craig Colclough en la parte de Fra Melitone, aunque lo hizo bien en escena.
Los personajes secundarios fueron adecuadamente cubiertos por Nina Tarandek como Curra, Dietrich Volle como Alcalde, Michael McCown como Trabuco y Anatolii Suprun como Chirurgo.
El teatro había agotado prácticamente sus localidades. El público se mostró cálido con los artistas en los saludos finales, especialmente con Michelle Bradley y Christopher Maltman.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 22 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 44 minutos. Seis minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 135 euros, habiendo butacas de platea desde 75 euros. La localidad más barata con visibilidad plena costaba 36 euros. José M. Irurzun
Fotos: M. Ritterhaus

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