Critica: Las chicas de Colsada travestidas
L’ITALIANA IN ALGERI (G. ROSSINI)
Auditorio Kursaal de San Sebastián. 11 Agosto 2018.
Tras la inauguración de la Quincena Musical con el Oratorio La Creación, de Joseph Haydn, llega ahora el turno a la ópera, género que siembre está presente en su programación. El título elegido en esta ocasión es L’Italiana in Algeri, de Rossini, que se representara por última vez en la capital guipuzcoana en 1992, siendo sus intérpretes entonces Martine Dupuy y el siempre añorado Rockwell Blake y más especialmente en esta ópera. No ha sido el resultado en esta ocasión comparable al de entonces, ya que hemos contado con una producción escénica a la búsqueda de la carcajada, una dirección musical insuficiente y un reparto vocal de escaso interés.
La producción escénica ofrecida lleva la firma del andorrano Joan Anton Rechi, quien ya ofreciera en la Quincena su versión de El Barbero de Sevilla, que en buena medida es un antecedente del trabajo que ahora nos ocupa. La producción se estrenó el pasado mes de Mayo en el Teatro Colón de Buenos Aires, siendo una coproducción de dicho teatro con el Festival de El Escorial y la Quincena Musical.
El trabajo de Joan Anton Rechi me ha resultado particularmente tedioso y aburrido. En el género cómico, al que pertenece esta ópera, hay un elemento fundamental que no puede faltar y es la inteligencia del director de escena, que tiene que conseguir poner una sonrisa en la cara del espectador. Cuando su trabajo, como en este caso, consiste en buscar la carcajada a toda costa y en todo momento, pasamos de la comicidad a la payasada y eso puede tener sentido en un público infantil, pero no en uno de adultos. Comprendo que muchos espectadores no estarán de acuerdo con lo que yo digo, pero me siento obligado a transmitir mis impresiones personales.
La producción se desarrolla en el Casino de Mustafá en la ciudad de Argel, donde parece representarse una comedia musical o revista en tiempos más o menos actuales. Las que un tiempo fueron “las chicas de Colsada” aquí son un grupo de travestidos que no paran de moverse y hacer chabacanerías durante toda la representación, lo que en muchos momentos molesta y distrae en las interpretaciones de los cantantes. Poca gracia y mucha payasada.
EscenaLa dirección musical estuvo encomendada al italiano Paolo Arrivabeni, el actual director musical de la ópera de Lieja, cuya dirección me ha resultado poco convincente. No cabe duda de que estamos ante un director sólido, pero su Rossini ha estado corto de ligereza y de inspiración. Hace tiempo que llegué a la conclusión de que dirigir Rossini es mucho más complicado de lo que parece y así he podido comprobarlo una vez más. Ya desde la obertura lo que salía del foso resultaba pesante y poco rossiniano, aunque la cosa mejorara en la segunda parte de la ópera. A sus órdenes estuvo la Orquesta Sinfónica de Euskadi, que tuvo una correcta actuación. En el escenario estaba el Coro Easo, que mostró alguna falta de musicalidad y tuvieron problemas en algunos momentos para seguir la batuta del director.
El reparto vocal no ofrecía nombres de relumbrón y se vio afectado además por cancelaciones, aunque no hubiera habido información de las mismas, lo que me parece criticable. De hecho, 2 de los 4 principales protagonistas de la ópera se cayeron del cartel.
Isabella fue interpretada por la mezzo soprano Marianna Pizzolato, a quien recuerdo haberle visto debutar en el personaje en Pésaro hace ya 12 años. Su figura resulta en estos momentos muy poco creíble para el personaje y tiene el grave inconveniente de que su volumen vocal es francamente reducido, perdiéndose prácticamente su voz en los concertantes. La voz es atractiva y canta bien, incluyendo agilidades, haciendo siempre gala de fiato en los largos calderones de los finales de sus arias.
En la parte de Lindoro tuvimos la sustitución del tenor argentino Francisco Brito por su compatriota Santiago Ballerini. No sé la razón de la cancelación del inicialmente anunciado, aunque es un hecho que cantó en las funciones de El Escorial hace unos días. El sustituto viene de cantar hace unos días en Caramoor la parte de Argirio en Tancredi. Es algo parecido a lo que le ocurrió en Noviembre, cuando debutó en Bilbao en otra sustitución, viniendo entonces de cantar Il Pirata en Burdeos. La impresión es como en Bilbao que estamos ante un tenorino de voz atractiva y bien manejada, con algunos sonidos un tanto nasales y que salva bien la situación.
La otra cancelación vino en el personaje de Mustafá. Estaba anunciado el bajo barítono italiano Luca Pisaroni, que tampoco cantó en El Escorial. Su sustituto fue Nahuel Di Pierro, que me resultó un intérprete un tanto modesto, con una voz de escasa importancia y volumen un tanto reducido. Eché en falta al italiano.
Taddeo fue interpretado por el barítono Joan Martín Royo y lo hizo bien, exagerado en escena, pero eso tiene que ver con la producción, resultando adecuado en términos vocales y expresivo siempre. Prefiero un Taddeo más maduro.
El barítono valenciano Sebastiá Peris dio vida a Haly y resultó correcto en su aria y algo envarado en su prestación escénica.
Arantza Ezenarro fue una más bien modesta Elvira, corta en las notas altas. A mi parecer hay algo muy importante en este personaje y es que sus notas altas se escuchen perfectamente en el maravilloso concertante que pone fin al primer acto. No fue así en su caso.
Correcta Alejandra Acuña en la parte de Zulma.
El Kursaal ofrecía una entrada de alrededor del 90 % de su aforo. El público se mostró cálido con los artistas, siendo los mayores aplausos para Santiago Ballerini.
La representación comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo unan duración de 2 horas y 55 minutos, incluyendo un intermedio, Duración musical de 2 horas y 28 minutos. Seis minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 94 euros, costando la más barata 48 euros.
Fotos: Quincena Musical
José M. Irurzun
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