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Crítica: Digno remate del festival
Leonskaya con la Orquesta Sinfonica de-Castilla y LeonCritica: Elisabeth Leonskaja interpreta un Beethoven de altura
Por Publicado el: 16/07/2024Categorías: En vivo

Crítica: Las voces del Romanticismo

Las voces del Romanticismo

Obras de Schubert. Cuarteto Cosmos, Katja Maderer, soprano. Hospital Real. Obras de Schubert y Brahms. Cuarteto de la Staatskapelle Berlín. Elisabeth Leonskaja, piano. Auditorio Manuel de Falla. 13 de julio de 2024. Festival de Granada.

Las voces del RomanticismoObras de Schubert. Cuarteto Cosmos, Katja Maderer, soprano. Hospital Real. Obras de Schubert y Brahms. Cuarteto de la Staatskapelle Berlín. Elisabeth Leonskaja, piano. Auditorio Manuel de Falla. 13 de julio de 2024. Festival de Granada.

Cuarteto Staatskapelle y Elisabeth Leonskaja © Festival de Granada | Fermín Rodríguez

Dos sustanciosos conciertos de cámara nos alegraron el día y nos ayudaron a mitigar un poco el calor reinante por estas tierras. Aunque la música escuchada albergara también en sus pentagramas no pocas calorías. Por la emoción que desprende, por la entraña lírico-dramática que la caracteriza. Lo que contrasta con la frescura de sus ideas y la limpidez de su trazo.

La cosa comenzó en el Crucero del Hospital Real con una transcripción de tres memorables lieder de Schubert, “Wandrers Nachtlied D 768”, “An den Mond D 259” y “Gretchen am Spinnrade D 118”, debida a José María Sánchez Verdú, compositor creativo, rompedor, de técnica y estética tan particulares por lo común y que en este caso ha labrado una obra absolutamente respetuosa con el original en una sabia traslación al soporte instrumental de las cuatro cuerdas. Discurso, armonía y melodía están trazados magistralmente dejando, como es natural, el protagonismo a la voz cantada, que circula por los meandros expresivos con absoluta libertad.

Esta voz fue la de la joven alemana Katja Maderer, una lírico-ligera bien perfumada, de aérea y natural emisión, que va perfeccionando poco a poco su técnica. Aun así todavía le falta templar un poco más ciertas notas y redondear en mayor medida las más altas. Pero se unió de forma muy natural a las cuatro líneas del cuarteto. Algo que se repitió en las más elaboradas versiones, con inclusión de tímidas disonancias, de tres lieder de “Mignon”, del ciclo de trabajos dedicados al goethiano “Wilhelm Meister”: “Nur wer die Sehnschucht kennt”, “Heiss mich nicht reden” y “So lasst, mich scheinen”.

Este último sobre todo, tierno y apasionado, hurgó dramáticamente en la emoción. Muy bellas páginas que los integrantes del Cosmos -Helena Satué y Bernat Prat, violines, Lara Ferández, viola, y Oriol Prat, chelo- labraron a conciencia uniéndose a la trémula voz de la soprano.

Ya sin ella, el Cosmos se entregó a explicarnos los intríngulis del “Cuarteto nº 13 en La menor”, “Rosamunda, D 840”, deshojado compás a compás con serenidad y tersura. El complejo desarrollo del primer movimiento se nos ofreció con claridad con especial atención a los enérgicos contrapuntos. Bello canto de la melodía cautivadora de la música incidental de “Rosamunda” en el “Andante “y exposición medida de un “Finale” basado en temas militares húngaros. Una buena versión bien coloreada y medida. El éxito obligó a conceder un bis: el “Scherzo” del “Cuarteto nº 10 D 87” del mismo compositor, con sus excitantes preguntas y respuestas.

Con Schubert nos reencontramos en el concierto de la tarde, celebrado en el Auditorio Manuel de Falla. Aquí el protagonismo correspondía al Cuarteto de la Staatskapelle Berlín, cuyo espectro sonoro difiere notablemente del del Cosmos. Los alemanes poseen una sonoridad más oscura, más densa, más redonda, sin la ocasional luminosidad que caracteriza la más ligera pátina de los catalanes.

Un aspecto a tener en cuanta cuando se trata de hurgar en las entrañas de la música de Brahms, que aquí tuvo el añadido del piano luminoso y colaborador de Elisabeth Leonskaja, que mostró sus credenciales nada más empezar el “Cuarteto con piano nº 3”. La calidez del sonido de la pianista casaba muy bien con la muelle tímbrica y el equilibrado juego de los integrantes del grupo germano.

Nos envolvieron pasajeramente los oscuros acentos, la plenitud de la viola de Yulia Deneyka y la robustez soberana del chelo de Claudius Popp. Encajados sin fisuras en el conjunto. El único movimiento que se conserva del inacabado “Cuarteto D 703” de Schubert, el famoso “Quartettsatz”, fue reproducido con donosura a partir de la refinada introducción del primer violín.

El concierto terminó en belleza con el imponente “Quinteto con piano en Fa menor op 34” de Brahms, una obra cimera del mejor romanticismo. Versión poderosa pero profunda, de rara amplitud, con detalles de altura, como ese de retener el tempo en el «Andante un poco Adagio», movimiento que se repitió al final tras los aplausos.

El “Scherzo” fue fulgurante y rompedor y en él Leonskaja mostró una ejemplar fogosidad. La complejidad del “Finale, Poco sostenuto, Allegro non troppo”, no ofreció problemas para instrumentistas tan dotados, todos unidos en un trabajo contrapuntístico de altura. Embebidos en la fogosidad de la escritura quizá descuidaron en los últimos compases el equilibrio, el balance ideal, lo que dio paso a inesperados emborronamientos. Poco importó dada la pasión puesta en juego.

Arturo Reverter

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