Crítica: Elisabeth Leonskaja en el ciclo de Scherzo. Pianismo versátil y concentrado
ELISABETH LEONSKAJA
Pianisimo versátil y concentrado
Obras de Schubert, Widmann y Brahm. Elisabeth Leonskaja, piano. Auditorio Nacional, 5 de octubre de 2021. Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo.
Elisabeth Leonskaja es una artista muy querida en Madrid, ciudad a la que acude prácticamente todas las temporadas. Pianista de raza, nacida en Tiflis en 1945, mantiene a su años un envidiable estado de forma y una sensibilidad fuera de serie, más allá de que el suyo no sea un pianismo de exactitudes, de fuerza, de raíz percutiva, de impacto frontal. Uno de los atributos que en mayor medida la definen es su espectro sonoro, la pátina que sabe imprimir a sus frases, nimbadas por lo común de una melodiosa y armoniosa fluidez y de una belleza tímbrica hija de un ataque muelle, progresivo y un estupendo manejo del pedal.
Su forma de exponer es altamente lógica y consigue habitualmente un libre juego lleno de sutilezas y, a menudo, curiosas inflexiones. Es admirable la cantabilità de su piano, sólo muy ocasionalmente enturbiado por ciertos defectos de digitación. Aspectos que hemos podido apreciar con claridad en este su último recital para la Fundación Scherzo, el décimo que dedica a esta entidad desde 1999. Pese a los años (nació en Tiflis, Georgia, en 1945), se muestra todavía capaz de acometer con garantías una obra tan extensa, compleja, difícil donde las haya, como la “Sonata nº 3” de un Brahms ardoroso, juvenil, lleno de ímpetu, de 20 años.
Los muchos contrastes líricos y dramáticos que perfuman la partitura fueron abordados sin pestañear, por derecho, a pecho descubierto, sin subterfugios, lo que a veces propició determinadas borrosidades o episódicas notas falsas. No importó, tal fue la belleza sonora, la alta expresividad, el arrebato, que no impidió el ensimismamiento en el “Andante”, donde pudimos admirar su arte para manejar dinámicas extremas. Previamente había ofrecido, quizá sin el último grado de espirituosidad, las admirables y sustanciosas, de lirismo tan intenso, tres “Klavierstücke D 946” de un muy maduro Schubert, dotadas sin embargo de la íntima “cantabiità” necesaria, con exquisitas frases en arco, con matizadas octavas, con un singular y controlado toque poético. Nos atrajo la elegancia bien contrastada, la ligereza del segundo “couplet” aplicadas a la segunda de ellas.
En medio de Schubert y Brahms, una novedad, ocho de las 11 “Humoreskes” compuestas por Jörg Widmann, uno de los creadores más inspirados de hoy, ya bien conocido en nuestro país, en el que ha actuado como clarinetista, director y compositor. Siempre es atrayente su gramática, cuidadosamente planificada, de signo atonal, pero expresada con trazos tan firmes como elegantes. Estas páginas, compuestas de elementos de muy distinto calado, evocan, según un crítico, “una amplia gama de complejas, volátiles y mercuriales emociones”.
Así las entiende la pianista, que desgranó cada una de ellas con refinamiento y tacto exquisito, morosamente, con continuos viajes a la zona más aguda del teclado. Hubo un momento de duda cuando la pianista hubo de reordenar las hojas de la partitura. Al final, casi sin solución de continuidad, Leonskaja nos regaló tres bises, poniendo una vez más de manifiesto su versatilidad y su capacidad para diferenciar estilos y estéticas: “Fuegos artificiales” de Debussy, “Fantasía Impromptu” de Chopin y el “Finale” de la “Sonata K 576” de Mozart. Arturo Reverter
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