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Por Publicado el: 29/04/2018Categorías: En vivo

Crítica: Leopold Hager, ver y oír

Ver y oír

ORQUESTA DEL MOZARTEUM DE SALZBURGO.Solistas:Claire de Sévigné (soprano), Valentina Stadler (mezzosoprano), Maciej Kwaśniewski (tenor), George Humphreys (bajo). Director:Leopold Hager. Pro­gra­ma:Obras de Beethoven (Segunda sinfonía) y Mozart (Exsultate jubilate. Misa de la Coronación). Lugar:Palau de la Música. Entra­da:Alre­de­dor de 1700 perso­nas. Fe­cha:Jueves, 26 abril 2018.

Da gusto ver y oír dirigir a Leopold Hager (Salzburgo, 1935) a sus 83 años con la vitalidad y solvencia de siempre. El veterano maestro retornó el jueves al Palau de la Música –en abril de 2011 dirigió a la Orquesta de València obras de Webern y Mahler- para abordar músicas de Beethoven y Mozart al frente de su orquesta paisana y próxima del Mozarteum de Salzburgo. Ni la presencia de un discreto cuarteto vocal solista ni la no muy brillante colaboración del coro “El León de Oro” lograron mermar el atractivo de este reencuentro con uno de los más reconocidos mozartianos del último medio siglo.

            El concierto se inició con la Segundade Beethoven, sinfonía que el maestro austriaco entiende desde los patrones de su tiempo, de los años sesenta y setenta del pasado siglo, antes de que se produjera la revolución historicista. Fue así un Beethoven cantable y ancho, desnudo del cuestionado pulso rítmico y de la desnudez impuestos por músicos como Gardiner o Chailly. Fiel a sí mismo y a su época, Hager opta por una visión más comedida y clásica, en la que las frases se explayan y los tiempos se ajustan para que aflore el rico entramado armónico. Un Beethoven, en definitiva, “a la antigua usanza”, aunque sin el efectismo ni la grandilocuente pátina con las que otros se empeñan en sobredramatizar la música, aún fresca, todavía cercana al clasicismo, de esta Segunda sinfonía, nacida en 1802 y no tan distante del último universo mozartiano.

            Los salzburgueses –orquesta y maestro- abrazaron la música de Mozart en la segunda parte del programa en discreta compañía. Para el conocido motete Exsultate jubilatese aliaron con la soprano canadiense Claire de Sévignè, vocecita insuficiente de ligera quiquiriquí, ayuna de fuste, peso y entidad. Y de los quilates para actuar junto a músicos como los que había sobre el escenario -que tocan Mozart con la naturalidad con que beben cerveza- y ante un público acostumbrado a otro nivel. Cualquier soprano destacada de la Nueva Escuela Valenciana de Canto daría sopas con honda a esta cantante cuyas únicas virtudes fueron su cómodo registro agudo, la afinación y su profesional disposición a la voluntad del maestro.

            Cerró el programa la no menos conocida Misa de la Coronación. Para su interpretación se incorporaron a la discreta voz de Sévigné –muy pálida en su maravillosa aria del Agnus Deifinal- las de un también discreto trío de cantantes del que únicamente cabe destacar al tenor polaco Maciej Kwaśniewski, cuyo timbre claro y estilizada línea de canto son servidos por una voz cuidadosamente proyectada. El coro, de tan sustancial cometido en esta misa, tampoco brilló por sus virtudes. Los jóvenes coristas de “El León de Oro” (¿quién diablos lo bautizó?) no conforman una formación a tono con la orquesta y el maestro con los que compartían escenario. Por fortuna, sobre todo y todos, se impusieron el gusto de ver y oír dirigir –el arte de la dirección de orquesta también se escucha- al jovenLeopold Hager, y el buen hacer de sus conocidos instrumentistas salzburgueses. Justo Romero

Publicado en Levante el 28 de abril de 2018

 

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