Crítica: La rabia como mensaje, Les Siècles en el Auditorio Nacional
LA RABIA COMO MENSAJE
Obras de Beethoven y Mozart. Chouchane Siranossian, violín. Les Siècles. Dirección musical: François-Xavier Roth. Ibermúsica 23/24. Auditorio Nacional, Madrid. Sala Sinfónica. 18 de abril de 2024
Les Siècles se presentó en los ciclos de Ibermúsica con la memoria puesta en Neville Marriner y con un programa que, de puro clásico, era hasta arriesgado. La primera parte arrancaba con el largo Concierto para violín en Re mayor, op. 61 de Beethoven, una de las obras más comprometidas a la hora de encontrar los equilibrios, los balances y las narrativa emocional que justifique su longitud. El concierto, más que ajustarse a una estética musical se ciñe a las virtudes de quien fuera su destinatario, el violinista Franz Clement, uno de los instrumentistas más celebrados y elegantes del primer tercio del siglo XIX. La violinista Chouchane Siranossian se asimiló con aquel y ofreció levedad en el mejor de los sentidos y matices tímbricos bien arropados por la orquesta, aunque un punto carentes de tensión. Más allá de alguna decisión sorprendente durante las exigentes cadencias adaptadas, la lectura de la violinista se esforzó en mostrar colores e ingenio, en particular durante el segundo movimiento. Como bis Siranossian optó por el “Capriccio Prova dell’Intonazione” de la Sonata en re menor del opus 6 de Locatelli, una pieza que es puro artificio y que poco podía añadir a lo ya dicho con el concierto de Beethoven, pero que el público agradeció.
De menos a más, llegó la segunda parte con la última sinfonía de Mozart, un prodigio constructivo, emocional y sonoro. Desde los primeros compases ya se dedujo por dónde iba a discurrir lo interpretativo: ligereza sin perder peso, contrastes y retórica propia del Sturm und Drang. Durante el “Andante cantabile” Roth subrayó especialmente la textura operística que indudablemente posee el fragmento —en ocasiones parece un número más del Acto IV de Le nozze—, trabajando el sonido del viento-madera para generar esa sensación ingrávida en los tiempos lentos que sobrevuela los cinco últimos años de composiciones de Mozart. Tras casi parar el concierto por el sonido de un móvil durante el “Menuetto”, Les Siècles entregó toda su potencia durante los minutos finales.
El último movimiento, animado por un sentido de la violencia poco común, recordaba a aquellos versos famosos de Dylan Thomas, traídos de nuevo a la moda por su cita en Interestellar, “rabia, rabia contra la luz que se esconde”. Hay allí cromatismos, disonancias, precipicios sonoros perfectamente dibujados en ese “Molto allegro” donde lo increíble a nivel estructural (una fuga a cinco voces) se da la mano con la rudeza armónica de algunos compases, en lo que supone a la postre la despedida de Mozart del mundo sinfónico. Una luz que se esconde, siguiendo con Thomas. Fue lo mejor de todo el concierto, con una orquesta entregada, puntual al contraste dinámico y exigente en lo rítmico. Despedida grande de Mozart en la que lo peor es mostrarse tibio. No sabemos hacia qué o hacia quién, pero da la sensación de que la rabia es el mensaje de la obra. Y Les Siècles prefirió dejarla fluir sin contramedidas. Buena presentación en Ibermúsica.
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