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Por Publicado el: 31/10/2022Categorías: En vivo

Crítica: Alexander Liebreich y Serguéi Jachatrián con la Orquestra de València

Serguéi Jachatrián, el violín que encandila

Orquestra de València. Serguéi Jachatrián (piano). Alexander Liebreich (director). Programa: Obras de Sibelius (El cisne de Tuonela. Concierto para violín), Ives (La pregunta sin respuesta) y Strauss (Así habló Zaratustra). ­Lu­gar: València, Palau de les Arts. Entrada: Alrededor de 1.200 personas. Fecha: Jueves, 27 octubre 2022.

Khachatrian-y-Liebreich-con-la-OVc-Live-Music-Valencia

Khachatrian y Liebreich con la OV(c) Live Music Valencia

Volvió a encandilar a todos Serguéi Jachatrián (Ereván, 1985) en su nueva visita a València, en esta ocasión para hacer sonar en su célebre y fabuloso Guarneri “Ysaÿe” el Concierto de Sibelius, admirablemente acompañado por Alexander Liebreich y una Orquestra de València que no parece haber aún retomado su tono y nivel acostumbrados. Jachatrián opta por tiempos lentos, amplios y anchurosos, recreados románticamente con ese sonido y fraseo bellísimo que solo los más grandes alcanzan. Casi un Celibidache del violín. Fue una visión al mismo tiempo clásica y novedosa, marcada poderosamente por la impronta del solista, que no excluye la actitud escrupulosamente fiel y leal a la partitura y a su singular universo expresivo, tan nórdico y tardíamente romántico ya cuando nació, en 1903.

Jachatrián, armenio como tantos otros grandes de la música (Komitas, Jachaturián, Arno Babajanian, Asmik Grigorian y su padre Gegham Grigorian, Hasmik Papian…), lleva la música en los genes. Se funde con el instrumento para configurar un elemento impar. El sonido sale del “alma” de su violín con las mismas vibraciones que surgen de una naturaleza artística en la que late esa tradición remota. Austero de gesto, sin la más mínima concesión a la galería, Jachatrián destila pureza y verdad; talento y escuela. El éxito, claro, fue enorme, casi de estrella rockera. Él, ajeno al circo del bravo y el aplauso, se concentró, meditó con parsimonia y finalmente se lanzó a regalar sonidos de su tierra desterrada, Música remota, antigua, pausada, intensa y de fascinante misticismo: Havun-Havun del poeta y músico Grigor Narekatsi (951-1003). Indescriptible.

Alexander Liebreich, amigo de programas largos, quizá excesivamente, abrió el programa con una inspirada y evocadora versión del pequeño poema sinfónico El cisne de Tuonela, en la que el corno inglés, Juan Bautista Muñoz, cantó y se explayó con calidad instrumental y fino sentido expresivo. Luego, después de estas dos maravillas sibeliusianas, y tras la pausa, Liebreich metió con calzador, a modo de sobrero, La pregunta sin respuesta de Ives, que sorprendentemente jamás había tocado antes la orquesta. No sin razón.

Después, volvió la gran música, nada menos que con el Zaratustra de Strauss, compositor que fue precisamente quien dirigió el estreno de la versión revisada y definitiva del Concierto de Sibelius (en 1905, con la Filarmónica de Berlín y el checo Karel Halíř como solista). El comienzo de Así hablo Zaratustra fue, como siempre que se hace bien, espectacular, a pesar de la entrada imprecisa del metal. El órgano, en manos de Arturo Barba, mantuvo su acorde poderoso, que Liebreich cortó en seco, casi con premura. Cuestión de criterio. Y él, también en las músicas de su paisano bávaro Richard Strauss lo tiene particularmente fino y afortunado. Luego, vinieron los grandes episodios, con sus compromisos, exigencias y peligros. Hubo intención narrativa y señalados altibajos y contrastes instrumentales. El timbalero Javier Eguillor lució su clase y solidez con unos timbales brillantes y siempre en su sitio, fuera de cualquier presuntuoso protagonismo. También Joaquín Guzmán destila clase y sentido narrativo en las ilustradas, juiciosas y claras notas al programa. De lo mejor. Justo Romero

Publicada el 29 de octubre en el diario Levante.

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