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Por Publicado el: 16/03/2025Categorías: En vivo

Crítica: Lisa Batiashvili, harina de otro costal, en el Palau de la Música de Valencia

Lisa Batiashvili, harina de otro costal

TEMPORADA 2024-2025 del Palau de la Música. Programa: Obras de Szymanowski (Obertura de concierto en Mi mayor). Schnittke (Concierto número 1, para violín y orquesta) y Bartók (Concierto para orquesta). Orquesta de Valencia. Solis­ta: Lisa Batiashvili (violín). Director: Alexander Liebreich. ­Lu­gar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1.100 espectadores. Fecha: viernes, 13 marzo 2025.

Lisa Batiashvili, harina de otro costalTEMPORADA 2024-2025 del Palau de la Música. Programa: Obras de Szymanowski (Obertura de concierto en Mi mayor). Schnittke (Concierto número 1, para violín y orquesta) y Bartók (Concierto para orquesta). Orquesta de Valencia. Solis­ta: Lisa Batiashvili (violín). Director: Alexander Liebreich. ­Lu­gar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1.100 espectadores. Fecha: viernes, 13 marzo 2025.

Lisa Batiashvili junto a la Orquesta de Valencia

Andamos saturados de epítetos y ditirambos con el día a dia de los grandes solistas. Pero la violinista georgiana Lisa Batiashvili (Tiflis, 1979) es otra galaxia. Harina de otro costal. Como Sokolov y pocos -poquísimos- más entre los artistas vivos, su arte es verdad, emoción y perfección. Lejos de focos mediáticos y del circo mercadotécnico, su violinismo rezuma pureza, tradición y estilos. De ahí que su presencia sin rutina junto con la Orquestra de València haya marcado un hito, bien acompañada por Liebreich y unos músicos impregnados de la grandeza de la solista, su actuación fue un caudal de sensaciones y vivencias.

Todo ocurrió ante un concierto tan exigente como el compuesto en 1957 por un entonces joven Alfred Schnittke quien, con 23 años, ya apuntaba las maneras que pronto le confirmarían como personalidad nuclear de la creación sonora de la segunda mitad del siglo XX.

Lamentablemente, el acontecimiento de la actuación de la virtuosa georgiana con la Orquestra de València -lujo al que sin duda no es ajeno el hecho de que su marido, el oboísta François Leleux, sea el “Artista en residencia” de esta temporada- no encontró respuesta masiva en la taquilla. Cabe imaginar -¡vergonya!- que los cientos de estudiantes de violín andaban por las calles tirando petardos. Cuestión de tiempos y publicidad: la Pantoja siempre tendrá más público que la Flagstad; Michael Nyman vende más que Schnittke y Martín-Santos jamás será Corín Tellado.

Los que sí asistimos, que apenas alcanzamos a completar la mitad del aforo, vivimos y sentimos la plenitud del Schnittke de referencia de la Batiashvili, cuyo visión se escuchó exenta del Presto que figura como segundo movimiento en la versión original, pero que posteriormente Schnittke brindó la opción de descartar. La complicidad y disposición de una crecida Orquestra de València que se mostró contagiada del arte sin vericuetos de la solista quedan esencializadas en el comprometido solo de contrabajo, defendido con maestría por el solista Francisco Roche.

A la ayuna respuesta de público no fue ajeno el tiempo de Fallas y el diseño de un programa centrado en estupendas músicas del siglo XX, pero que no son precisamente caramelo para el gran público. La straussiana y joven Obertura de concierto de Szymanowski que abrió el programa en absoluto refleja la originalidad del lenguaje del compositor polaco. A destacar el estupendamente defendido solo de viola, a cargo de Pilar Marín.

Liebreich, acaso agobiado por la envergadura del programa y los pocos ensayos, se mostró toda la noche más agitado y menos templado que de costumbre. Algo que se palpó particularmente en su incandescente traducción del Concierto para orquesta de Bartók, escuchado en una versión en  cualquier caso y en todos los sentidos a años luz de la ofrecida por la misma orquesta en los tiempos felizmente remotos de Ramón Tebar. Corría septiembre de 2020. ¡Lo que ha llovido! ¡Otro mundo!

Justo Romero

Publicado el 15 de marzo en el diario LEVANTE

 

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