Crítica: Un Liszt caluroso y monumental, John Storgards con la OSCRTVE
UN LISZT CALUROSO Y MONUMENTAL
Liszt: “Christus”, Partes II y III. María Teresa Leva, Silvia Tro Santafé, José Bros, Joan Martín-Royo. Coro y Orquesta de la RTVE. Director: John Storgards. Teatro Monumental, Madrid. 22 de febrero de 2024
Sin duda uno de los acontecimientos de la presente temporada de la Orquesta y Coro de la RTVE era esta reposición de una obra tan rara como el oratorio “Christus” de Liszt, que ya ocupara en los años 80 del siglo XX los atriles de los conjuntos televisivos de la mano de su titular de entonces, el húngaro Arpad Joo. Bienvenida sea de nuevo una partitura tan generosa, reveladora, original y tan “palestriniana” como esta; la de un Liszt ya maduro.
Cosima, hija del compositor, ya unida a Wagner, escribiría en su diario: “La obra es absolutamente no alemana, pero no puede emanar más que de un alma alemana y no puede ser ejecutada más que por un alemán. Richard pasa por todas las fases que van del entusiasmo a la más extrema indignación hasta lograr en fin la equidad más profunda y afectuosa”. Algo similar se manifestaba en la Revista Musical de París el 17 de junio siguiente: “Está escrita en el estilo de la antigua música de iglesia y difiere bastante a este respecto de La leyenda de Santa Isabel, el precedente oratorio de Liszt, en el que se siente la influencia de las ideas de Wagner. Ha sido un tanto sorprendente este retorno del ilustre artista a unas formas arcaicas que sus tendencias más conocidas parecían condenar absolutamente”.
Y a fe que Liszt acertó como visionario que era, tanto como capaz de bucear en estilos y técnicas del pasado, a diseñar una composición verdaderamente monumental, que requiere una orquesta y un coro de probada profesionalidad y cuatro solistas de calidad. Todo o casi todo se ha tenido en esta interpretación de los conjuntos radiotelevisivos gobernados por un profesional competente y musical como el finlandés John Storgards (Helsinki, 1963), uno de tantos alumnos del apóstol Jorma Panula. Es maestro pausado, de piernas bien ancladas en el podio. Gesto económico no especialmente armonioso, respeto general por las dinámicas bien aplicadas y mesura en la administración de tempi.
Con todo ello se pudo disfrutar de una versión bien planteada de las partes II y III de la obra, con todo o casi todo en su sitio. Sin arrebatos fuera de lugar, sin arbitrariedades. Pero también sin ese punto de apasionamiento a veces tan contagioso. Un estupendo funcionario es sin duda Storgards; todo bien medido y pautado. No hubo ese ramalazo de genio que nos levanta del asiento; aunque no faltaron excelentes momentos. Como los del propio inicio, “La Felicidad”, nº 6 de la partitura, en el que el coro, que entró dulce y pausadamente, dialogó con el barítono. En el nº 9, “El Milagro”, esta misma voz combinó con el coro en frases muy expresivas.
Metidos en la procelosa harina de la tercera parte, nos adentramos con calor y muy buena distribución de planos en el extenso “Stabat Mater”, la parte más caleidoscópica de la obra, “combinación de rondó, sonata y variaciones, que transcurre sobre dos temas principales”, en definición de Delamarche. Estupendos los compases en los que se alcanza el clímax, aquí bien administrado y construido, del centro del número, “Eia Mater, fons amoris” y versos siguientes. Nos gustó la aceleración que la batuta imprimió, en busca de la elevación dramática, en “Fac me plagis vulnerai”, y el tutta forza con la que se expuso el “Inflammatus et accensus”.
Muy bien las féminas del coro en el “Alleluja!” del “Himno Pascual” y rotundo el remate en un “Hosanna” y un “Amén” excelentemente delineados. Los conjuntos parecieron encontrarse bien ante el gesto algo sosainas de Storgards y funcionaron sin estridencias y con profesionalidad, acompañando a un cuarteto solista más que cumplidor. La soprano calabresa María Teresa Leva, de amplia y sólida figura, mostró un instrumento fornido y sonoro de lírica plena. La mezzo valenciana Silvia Tro Santafé evidenció una emisión bien asentada, una sonoridad redonda y un fraseo elástico y expresivo. José Bros mostró, con su voz de tenor ahora lírico de buena proyección, con alguna que otra oscilación, su profesionalidad, y el barítono Joan Martín-Royo, evidentemente acatarrado, como se anunció antes de empezar el concierto, se defendió bastante bien luciendo en ocasiones su timbre caluroso de lírico. La conjunción entre ellos, a. a veces en pasajes a cappella, no siempre fue la ideal.
Éxito sin especial calor de un público que, lamentablemente, distaba de ocupar la mayoría de las localidades. A lo sumo, siendo generoso, una mitad del aforo. Es difícil a día de hoy llenar este recinto que tiene además cegado el segundo piso de anfiteatro. Aquellos fueron tiempos cuando en los años cincuenta y sesenta del siglo XX, había bofetadas para acudir los domingos por la mañana a los conciertos de la Orquesta Nacional.
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