Crítica: Lo mejor de lo mejor… XXVII Certamen Pedro Bote, en Badajoz
Lo mejor de lo mejor…
XXVII CERTAMEN PEDRO BOTE. Obras de Cassadó, Ligeti, Dvořák, Giménez, Tárrega, Živković, Wagner, Liszt, Schubert, Puccini, Bizet, Sorozábal y Montsalvatge. Intérpretes: Álvaro Lozano (violonchelo), David Lara (marimba) y Julia Merino (mezzosoprano). Miguel Ángel Ortega y Eduardo Moreno (piano). Casa de Cultura de Villafranca de los Barros (Badajoz). 1 diciembre 2024.
Una vez más, el certamen Pedro Bote, el concurso de interpretación que desde hace 27 años se celebra en la blanca localidad pacense de Villafranca de Los Barros, se ha convertido en la mejor plataforma para descubrir y conocer lo mejor de lo mejor de las nuevas generaciones de artistas de la música.
Y, efectivamente, de lo mejor han sido los dos ganadores, ex aequo, de la presente edición. Dos intérpretes fuera de serie, casualmente ambos oriundos de Málaga. El violonchelista Álvaro Lozano, de apenas 18 años, deslumbró y fascinó con su virtuosismo insuflado de sentido musical, y la mezzo Julia Merino sedujo y convenció con una voz poderosa, bien calibrada en todo el registro, gobernada por una versátil inteligencia musical cuya camaleónica y poliglota sensibilidad hace que igual sea sutil schubertiana que desgarrada Carmen; que la apasionada wagneriana de los Wesendonck- Lieder o la más antillana intérprete de las Canciones negras de Montsalvatge.
Más que la final de un concurso de interpretación, se ha tratado de un recital de altos vuelos, redondeado en el programa con la brillante actuación del joven marimbero David Lara, el único extremeño en llegar a esta final de finales, que, entre otras páginas, tuvo el valor de tocar una vistosa transcripción para marimba nada menos que del conocido intermedio La boda de Luis Alonso. Después, tocó una transcripción de los guitarrísticos Recuerdos de la Alhambra y u Homo Balcanicus, del croata Nebojša Jovan Živković.
Alcanzó un más que merecido tercer premio y el aplauso cálido -no solo por razones de paisanaje- del público que el domingo abarrotó la sala de conciertos de la Casa de Cultura de la sonora “Ciudad de la Música” que es Villafranca de Los Barros, localidad de 12.366 habitantes que vive, siente y disfruta la música con evidente pasión y orgullo.
Álvaro Lozano, con apenas 18 años, convence por todo. Alumno de la Escuela Reina Sofía, miembro de una prominente familia de músicos -su padre es Antonio Lozano, solista de fagot de la Filarmónica de Málaga, y es sobrino del guitarrista Marco Socías- el joven nuevo valor del violonchelo es señor de unos medios naturales absolutamente sobresalientes, curtidos con una precisa escuela y una sensibilidad inteligente henchida de autoridad y criterio. Su naturalidad, talento, lozanía y “felicidad” antes las cuatro cuerdas recuerda a Jacqueline du Pré.
Lo mostró en las fases previas a la final, con versiones cuajadas de temple y estilo de la magistral Sonata de Britten y el circo virtuoso de La danza de los Elfos, de Popper, y lo rubricó en la espectacular final, con la Sonata de Ligeti (tocada de memoria, como todo el resto del programa), la Suite para violonchelo solo de Cassadó y un apasionado y perfecto primer tiempo del Concierto de Dvořák que hubiera deslumbrado a Rostropóvich y Du Pré juntos.
La otra triunfadora de esta final de campeones, su paisana Julia Merino, malagueña afincada en Inglaterra, cantó con cuajado aplomo. Con un modo de expresar y decir que vierte cultura musical, inteligencia, saber escénico y plenitud artística. Voz poderosa, de mezzo genuina, bella y homogénea, guiada por una actitud escénica que rezuma soltura, estilos y tablas.
Fascinó primero, en la semifinal, con el Wie du warst que canta Octavian al comienzo de El caballero de la rosa, con el gran aria Il padre adorato del Idomeneo mozartiano, con Mahler y Puccini; luego, el domingo, en la final, reafirmó el interés y verdad de su canto en una actuación memorable y surtida, que surcó desde Wagner –Schmerzen– hasta las Canciones negras de Montsalvatge, en un prodigio de versatilidad y caudal expresivo.
En medio, Julia Merino insufló de matices y conmovió con la canción Du bist wie eine Blume, de Liszt; el turbador Die Stadt, del ciclo Schwanengesang, de Schubert; la Habanera de Carmen, y Recuerdos de aquella tarde, de Adiós a la Bohemia, de Sorozábal. Una artista cuajada, hecha, de altos y finos quilates, a la que ya deberían de estar llamando desde los mejores teatros de ópera.
Tantos como los programadores de salas de concierto al violonchelista Álvaro Lozano. Acertarán de pleno. Posiblemente, como se retrasen, será demasiado tarde y estos grandes de la interpretaciones de hoy ya no estarán disponibles “mañana o pasado mañana”. Por hablar en términos straussianos. Éxito total de tan formidables ganadores. También de un certamen que es ya imprescindible en el radiante mapa de la nueva música española. ¡Qué maravilla!
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