Critica: “Lohengrin” y el Cisne Asesino en el Liceu
EL CISNE ASESINO
Wagner: Lohengrin. Günter Groissböck, Klaus Florian Vogt, Elisabeth Teige, Ólafur Sigurdarson, Minna-LiIsa Värelä, Roman Trekel… Coro y Orquesta del Gran Teratro del Liceo. Director musical: Josep Pons. Directora de escena: Katharina Wagner. Teatro del Liceu, 17 de marzo de 2025.

Lohengrin, en el Gran Teatre del Liceu
Por fin, tras no pocos avatares, se ha podido estrenar en el Liceu esta producción de Katharina Wagner, biznieta del compositor, una decidida aventurera en pos de nuevos significados y explicaciones en torno a la obra de su antecesor. El resultado es sorprendente y desilusionante. No circula por la sangre de la regista lo que podríamos denominar auténtica esencia wagneriana. Continúa aproximándose, por caminos sorprendentes y contradictorios a su obra.
Y en esta aventurada puesta en escena se puede comprobar a través de un discurso lleno de guiños y, en lo esencial, alejado de lo que creemos es la auténtica almendra dramática y musical de la historia, recreándose en situaciones inventadas y proponiendo una relectura que no conduce a ninguna parte más que a la negación de lo elevado, de lo profundamente lírico y misterioso, conceptos estos alimentados por una música sublime de un romanticismo elevado, que pierde así su auténtico valor y relevancia.
Según se nos dice en la hojita repartida -el programa general ya se sabe que se encuentra en el móvil- la directora de escena “revela una puesta en escena atmosférica con un estimulante estilo visual, una aguda visión dramática y un concepto dramatúrgico sorprendente”. Esto último sí es verdad. Porque de sorpresas estuvo plagada la noche. Hay un elemento esencial en la visión: la constante presencia de un cisne, en este caso, negro y pequeño, que mueve la cabecita y a veces las alas. Un ave de mal agüero, podríamos decir.
Durante el Preludio asistimos a los juegos entre Elsa y su hermano Gottfried. Aparece Lohengrin que mata al joven ahogándolo en las aguas. Desde ese momento sabemos, por decisión de la directora de escena, que el Caballero es un asesino, cuyo futuro comportamiento va a ajustarse a esa circunstancia. A lo largo de representación prácticamente nada de lo que se dice tiene que ver con lo que se ve. La acción va por un lado y las palabras por otro. Todo a ras de suelo. Incluso los constantes movimientos del Coro, ataviado con casacas rojas (aunque hay distingos), de un militarismo exagerado, nos parecen atrabiliarios. Se manejan y trasladan continuamente de un lugar a otro multitud de baúles, de cajas cuadrangulares, que sirven de apoyo a la actuación de la soldadesca.
El pérfido Lohengrin, se nos revela por fin como un antihéroe y un antifeminista. Nada de lo que se dice en el intenso dúo, en el que Elsa insiste en conocer el secreto de su nombre coincide con lo que vemos: Lohengrin en una habitación y Elsa en otra acosada por Ortrud y Telramund. Cuando la obra finaliza, con un coro ausente hasta los últimos compases, Lohengrin se suicida,aunque antes ha podido apuñalar al cisne (que es una forma de suicidio, si bien se mira), mientras canta “In fernem Land “(?). Como colofón se extrae de las aguas un muñeco: es el cadáver de Gottfried. Podríamos aportar más argumentos negativos, pero nos llevaría mucho espacio.
Una puesta en escena caprichosa y antiwagneriana sobre decorados (de Marc Löhrer) oscuros, estilizados, de siniestro cuento de hadas. Malo que la haya perpretado la biznieta del compositor. En lo musical podemos salvar bastantes cosas. La dirección de Pons, apoyado en una Orquesta disciplinada, atenta y entonada, fue precisa y ajustada al estilo. Echamos en falta algo más de vuelo, de matización, de toque poético. A veces todo sonó muy fuerte con amplia relevancia de los timbales. Pero hubo un discurso coherente.
De las voces hay que destacar en primer término a Elisabeth Teige, de dulce timbre y encantadora dicción, de vibrato excesivo en las frases más espinosas, una Elsa convincente. A su estilo también lo fue el Lohengrin de Vogt, un personaje que ha cantado decenas de veces. Su voz clara, de lírico-ligero, se ajusta aceptablemente a las exigencias del personaje, aunque preferimos un instrumento más sustancioso. Buena voz de bajo la de Groissböck, algo forzado arriba, a falta de una mayor redondez. Timbre metálico no muy agradable el de la Ortrud de Värelä, pero bien empleada en lo expresivo. Débil, a falta de una enjundia y oscuridad más propias, aunque se esforzó lo suyo, el Telramund de Sigurdarson.
El resto del reparto se comportó con general discreción. El veterano Trekel es ya un Heraldo problemático, un barítono falto de chicha. Se defendió como pudo en sus frases agudas. Citemos a los cuatro Caballeros: Jorge Rodríguez Norton (un vetarano de Bayreuth), Gerardo López, Guillem Batllori y Toni Marsol; y a las jóvenes nobles: Carmen Jiménez, Mariel Fontes, Elisabeth Gillming y Mariel Aguilar. Al final, generales cálidos aplausos y abucheos para Katharina. Arturo Reverter
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