Crítica: Londres se tiñe (musicalmente) de italiano con Turandot de Puccini
Londres se tiñe (musicalmente) de italiano (I)
Turandot, Puccini. Reparto: Sondra Radvanovsky, SeokJong Baek, Anna Princeva, Adam Palka, entre otros. Orquesta de la Royal Opera House de Londres. Dirección musical: Rafael Payare. Dirección escénica: Andrei Șerban (Director de la reposición: Jack Furness). Royal Opera House, Londres, 24 de marzo de 2025

Turandot, en la Royal Opera House de Londres
La Royal Opera de Londres está reponiendo su producción de la que fue la última ópera de Puccini, Turandot. La puesta en escena originalmente firmada por Andrei Șerban cuenta con una dilatada trayectoria, ya que se estrenó en 1984 (con Plácido Domingo y Gwyneth Jones como protagonistas).
A pesar de sus más de 40 años, este montaje sigue conservando toda su frescura y sigue funcionando perfectamente. Supone un espectáculo visualmente muy atractivo, capaz de reflejar las múltiples influencias y orígenes de esta, en cierto modo, estrambótica ópera: una suerte de mezcla de fantasía oriental, historia fantástica o de terror (según se vea) y commedia dell’arte.
Así nos encontramos con cabezas empaladas sangrantes (los príncipes ejecutados que han fallado las pruebas a las que somete Turandot a sus posibles aspirantes), un verdugo (Pu-Tin-Pao) que aquí toma forma de demonio oriental, un coro enmascarado y bailarines propios de la ópera y el ballet chinos, así como unos Ping, Pang y Pong, versiones chinas del Pulcinella de la commedia dell’arte, aunque mucho más siniestros (entre otras cosas se ofrecen “alegremente” a torturar a Liù y a Timur con el fin de extraer de ellos el nombre de Calaf).
Nadie dudaría que las óperas de Puccini suponen una de las cimas absolutas de la historia del género; y desde luego, (al menos) a partir de Manon Lescaut cada nota que escribía el Maestro de Lucca valía su peso en oro (¡si las notas pesasen!).
Todos sabemos que Puccini no pudo completar esta ópera, ya que, desgraciadamente para todos nosotros, murió antes de poder hacerlo (y de escribir más óperas…). El caso es que Turandot no parece la típica ópera de Puccini (tal vez debido al extraño argumento de la obra de Carlo Gozzi, adaptada por Schiller, en la que se basa), aunque sí una de las más populares, esto gracias a su fabulosa música (con un lenguaje complejo, clásico y moderno a la vez, pero muy atractivo), y muy en especial a alguna de sus arias.
En otros montajes el factor fantástico-terror de la obra, queda difuminado o incluso se elimina. Aquí no: de hecho, al final de la ópera, por delante de una pareja protagonista exultante de amor, aparece Timur arrastrando un carro donde yace Liù: ¿cómo es posible que se le haya olvidado tan rápidamente a Calaf la truculenta muerte de Liù? Seguramente, aunque nunca lo sabremos, a Puccini, uno de los compositores que crearon algunos de los personajes de Ópera más humanos de la Historia, este detalle y otros similares le causaban verdaderos dilemas a la hora de concluir satisfactoriamente esta ópera.
La extraña protagonista (no tiene nada que ver con las habituales, entrañables y humanas protagonistas de las óperas puccinianas), Turandot, a quien se podría considerar una niña malcriada y una asesina en serie al mismo tiempo, estuvo estupendamente defendido por una Sondra Radvanosky, quien es una de sus máximas exponentes de la actualidad, a pesar de un evidente y comprensible deterioro vocal. Por volumen, se podría decir que, hasta a veces, el papel “le queda pequeño”.
SeokJong Baek encarnó a un muy digno Calaf, cantando el complicado papel con arrojo, no reservándose nada, y dándolo todo en su famosa aria “Nessun Dorma” (cuyas notas finales alargó de manera espectacular, que es, al fin y al cabo lo que quiere el público).
Con Liù y Timur, ya sí nos encontramos con los típicos personajes de las óperas de Puccini: nobles, humanos, verdaderos, con sentimientos; en esta ópera, son a ellos, y no a la pareja protagonista, a los que nos llevamos en el corazón.
Bien por tanto Anna Princeva en el tierno papel de Liù, rol con el que (al igual que ocurre con Micaela en Carmen -¡ambas especialidades de la gran Mirella Freni!-), puede meterse fácilmente al público en el bolsillo al contar con dos de las más bellas arias de la obra. Dejando aparte que una es una princesa y la otra una esclava, parece que lo lógico es que todo el mundo se enamorase antes de Liù que de Turandot, excepto, aparentemente, Calaf.
El otro personaje típicamente pucciniano (léase humano), Timur, fue muy bien defendido por Adam Palka, al igual que hicieron lo propio el resto del elenco con sus personajes. Globalmente, un buen reparto sin fisuras.
Rafael Payare, por su parte, planteó, apoyado por la estupenda orquesta de la Royal Opera, una matizada y colorida versión de la espectacular y orientalista partitura de Puccini, donde todo estaba en su sitio, pero que sin embargo no hizo olvidar a la que realizara Antonio Pappano hace dos años, en la serie de representaciones previas a esta.
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