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Por Publicado el: 06/01/2022Categorías: Discos, DVD's y libros

Crítica: Lorca y Beethoven, dos inmortales

Y LA MÚSICA SE HIZO VERBO… Imágenes Poéticas de Beethoven (J. J. Pastor Comín)

Lorca y Beethoven, dos inmortales

beethoven-españa-musica-verbo

Beethoven desde España – Y la música se hizo verbo

Título I: ‘Y LA MÚSICA SE HIZO VERBO… Imágenes Poéticas de Beethoven. Autor: Juan José Pastor Comín. Editorial: Tirant Humanidades. Colección: Euterpe. Primera edición: Valencia 2021. ISBN: 978-84-18534-42-2. Páginas: 714

Título II: ‘BEETHOVEN DESDE ESPAÑA, estudios interdisciplinares y recepción musical. Autores: Varios, bajo la coordinación de Paulino Capdepón Verdú y Juan José Pastor Comín. Editorial: Tirant Humanidades. Colección: Euterpe. Primera edición: Valencia, 2021. ISBN: 978-84-18534-72-0. Páginas: 639.

Tiene usted todo el derecho del mundo a criticar o preguntar (una pregunta siempre lleva encerrada, con total sutileza, una crítica más o menos velada) la causa o razón de cuál es el motivo por el que en un mismo artículo se hace la valoración de dos libros. A mi simple criterio, existen razones -creo que de peso- que han transitado por ese derrotero, las cuales así indico:

– Ambos bucean en el alma del mismo compositor, Ludwig van Beethoven.

– En los dos participa activamente, como autor y como coordinador respectivamente, Juan José Pastor Comín, joven musicólogo y pedagogo musical de no discutible sapiencia.

– Sendos libros están sujetos a una triple coincidencia: la de tener la misma casa editorial, el estar encuadrados en idéntica colección bibliográfica, y el ser la primera edición de ambos.

Desde tiempos antiguos, no vividos por los hoy mortales, pero plasmados en viejos documentos gráficos, siempre se ha sostenido que en la música, de forma indeleble, existe la poesía, bien de forma implícita (idealización de armonías y melodías), bien -además- en modo escrito y oral a través del canto. He ahí que haya tenido la osadía de traer, aquí y ahora, a Federico García Lorca. Un porcentaje altísimo de nuestra ciudadanía desconoce los textos de Gonzalo de Berceo, del Arcipreste de Hita, de Francisco de Quevedo y … lo que es más triste de los grandes genios que parió el suelo patrio, en los años 20 del pasado siglo, como, a modo de ejemplo no exhaustivo, Miguel de Unamuno, Miguel Hernández, Gerardo Diego o Federico García Lorca.

De este un pelín largo pero necesario exordio explicativo viene la presencia de Federico para encontrase ante el Genio de Bonn. En los Versos Inéditos de sus primeros escritos, (él incomprendido por el azul o por el rojo), figura el número 12 (edición de Miguel García Posada, RBA Editores, 1996), el llamado “Elogio”, explícitamente dedicado a Beethoven, sobre el que me permito, (careciendo de la no concedida licencia de la editorial citada, en la esperanza de su beneplácito), transcribir, a lo largo de este articulo tres maravillosos quintetos rimados en consonante.

“Divino maestro del ritmo y del alma,

Sangriento profeta de la sinfonía,

Tempestad de espíritu en vasos de oro,

Nube gigante de clamor sonoro,

Arpa acariciada por la melancolía”

¡Es difícil hallar en estos versos semejante acertada inmersión en el espíritu de Ludwig! Únicamente un genio como ha sido, es y será siempre García Lorca puede abarcar tanto en menos espacio.

Con semejante belleza de aperitivo cabe entrar a la valoración del primer libro, con lectura gratuita en la ‘nube’, dividido en IV Movimientos, a través de los que se analiza el trasunto histórico que la potencialidad beethoveniana ha tenido desde el mundo literario del siglo XIX hasta el tratamiento que en España (hoy llamada también País, Patria, Estado, Nación, Confederación Autonómica, Piel de Toro, Hispania, Las Españas, etc.), se hace en el “CUARTO MOVIMIENTO BEETHOVEN EN LA POESÍA EN LENGUA ESPAÑOLA”, recogiendo a Rubén Darío, Amado Nervo, Santos Chocano, José María Eguren, César Dávila, Ortega y Gasset, Ramón Gómez de la Serna, José María Pemán, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Gerardo Diego, y otros muchos entre los que está el propio Federico (página 413, en la que se narra como Lorca durante un diálogo con el hermano organista del Monasterio de Silos, obtiene la licencia de tocar una obra de Beethoven, concretamente una parte de un septeto de la Séptima Sinfonía). Pero ahí me quedo. Lean ustedes, si así es su deseo, el resto.

Estamos ante un libro apasionante, tanto por la cuidada recopilación de datos, deducida de una muy amplia reseña bibliográfica, cuanto en que se descubre que en Beethoven no sólo hay el “Ta-ta-ta-chán” de la Quinta Sinfonía o el mal llamado y peor tratado “Himno de la Alegría” – “O Freunde, nich diese Töne!” (“Oh amigos, no esos tonos”) del Cuarto Movimiento, el coral, de la Novena Sinfonía, sino que ha existido una profunda admiración, yo diría más: enamoramiento, por la pasión que encierra la obra de aquel hombre solo, amargado en su sordera, pero lleno de luz en los refulgentes resortes que fue creando su prodigioso cerebro. No era un misógino, ni tampoco un apático desarrapado. Era enamoradizo, era caritativo, elegante con su corto vestuario. Pero… (siempre hay un pero) ¡fue un genio con una intensa vida interior rica y adornada de insondables tesoros espirituales! Si quieren amar la música de Beethoven, sin pretensión de llegar a ser un especialista en la misma, por favor, lea, fuera de toda prevención, este libro con la seguridad de que será para usted un gozo. Resulta, al menos prudente, entrar ahora -con la venia- a realizar una valoración del segundo libro arriba especificado, no sin antes, volver a otro quinteto del Elogio lorquiano citado, cuando el joven de Fuente Vaqueros escribe:

Que blancas nubes formen un pentagrama

En el que las notas sean cuerpos de mujer.

Que Haendel y Mozart salgan de la bruma

Y callados te sostengan la gran pluma

Con la que tu grabes la Sonata Kreutzer

¿Verdad que es una preciosidad de creatividad poética? Lorca está invocando a los genios de Haendel y Mozart para que abran paso al maestro germano y le dejen crear arte. Y desde ahí es prudente opinar sobre los estudios interdisciplinares y los distintos modos de recepción que en Las Españas (Philipus Tertius Hispanorum dixit) se hace sobre la música de Beethoven, en plumas de importantes personajes de la musicología, historia, visiones institucionales e incluso de raigambre musical popular, una visión muy interesante de lo que en esta doliente tierra se valora respecto a las distintas percepciones de la música beethoveniana. Sin extensos estudios, con el uso de una redacción literaria de no especial peso, lo que no resta ápice alguno a la amenidad, como por ejemplo cuando el profesor Luis de la Fuente Charlofe desgrana (páginas 249 a 289) esa influencia en la música de la guitarra española, máxime cuando el propio profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha, explicita que “Es sabido que “Beethoven no utilizó la guitarra como medio expresivo”, aduciendo el lógico alegato del uso de las formulaciones de transcripción y adaptación musical a este instrumento, que malévolas e incultas plumas lo insultaron diciendo del mismo que era “más propio de ser tañido por mozos de caballos que por concertistas virtuosos”, olvidándose -para desgracia de ellos- de Andrés Segovia, Regino Sainz de La Maza, Francisco Tárrega, Narciso Yepes, o incluso el extraordinario Paco de Lucía, por citar cinco nombres más cercanos a nuestro tiempo. En la ciencia del análisis histórico hay preguntas que carecen de respuesta. ¿Qué hubiese pasado si Ludwig hubiese escuchado al famoso guitarrista español Fernando Sor, a quien el musicólogo belga François-Joseph Fétis lo llamó el “Beethoven de la guitarra”, a principios del siglo XIX, mientras estaba trabajando en Viena? No hay respuesta, pero de haber existido, sin duda alguna el resultado hubiere sido positivo.

A quien le guste, apasione o tenga interés por el discurso de la música beethoveniana por tierras y campos de España (¡ay Machado!, ¡ay Unamuno!), tiene la posibilidad de adquirir un ejemplar -eso sí voluminoso y que también está en la ‘nube’- que le ilustrará y dará un agradable poso de cultura. De seguido va el último movimiento de pasión de Federico García Lorca en sus pálpitos amantes sobre la música de Ludwig van Beethoven, cual es el postrer quinteto del meritado Elogio.

Divino maestro del ritmo y del alma,

Sangriento profeta de la sinfonía,

Que la paz inmensa siempre te acompañe

Al son de elegías que una lira tañe

En profundas sombras de melancolía

Manuel Cabrera

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