Crítica: Los 120 años de la Sinfónica de Madrid con Gustavo Gimeno
Los 120 años de la Sinfónica de Madrid
Sinfonía n.3 de Mahler. Marina Viotti, mezzo. Coro Nacional de España, Pequeños cantores de la ORCAM. Orquesta Sinfónica de Madrid. Gustavo Gimeno, director. Auditorio Nacional. Madrid, 4 de diciembre de 2023.
La Sinfónica de Madrid no celebro la festividad de Santa Cecilia, como venía siendo tradición, con un concierto y un coctel posterior. Había una razón y es que a los pocos días había de conmemorar sus ciento veinte años de vida. Una vida que no ha sido nada fácil para una orquesta de carácter privado. Hoy día cuenta con la seguridad de su contrato con el Teatro Real y el apoyo institucional a su ciclo.
Para la ocasión una obra importante, como es la “Tercera” de Mahler, bajo dirección de Gustavo Gimeno, nombrado recientemente director musical del Teatro Real. El maestro ostenta el título de director musical de la Filarmónica de Luxemburgo desde 2015 y de la Sinfónica de Toronto hasta la temporada 2029/30.
Federico Sopeña veía la “Tercera sinfonía” como una especie de “Nietzsche-Symphonie”, un poco en la línea de lo que el director Bruno Walter, estrecho colaborador del compositor, calificó como “plenitud dionisíaca de la naturaleza”. No es una obra de dirección fácil, ya que precisa entrar en muchos detalles sin perder la visión de su estructura global a lo largo de sus más de noventa minutos. También porque, aunque no sea fácil escribirlo, contiene muchas notas que críticos como Fernández Cid calificaron de innecesarias. Ello puede ser especialmente patente en los dos primeros movimientos. Sin embargo, Gustavo Gimeno supo mantener vivo el espíritu y la tensión, con su carácter de marcha casi militar, para llegar a ese momento mágico que es el “O Mensch” que entonó con expresividad, intimidad pero también caudal la mezzo Marina Viotti, en estos días la Maddalena del “Rigoletto” del Real y para ofrecer una muy bien construida emotividad en el maravilloso movimiento final, ese del que el citado Walter describió “con su línea melódica amplia y solemne nos habla sobre todo, a pesar de ciertos pasajes de gran aflicción, de consuelo y de gracia: no oímos más que una única sonoridad que refleja sentimientos exaltados y sinceros, en la que la gigantesca estructura encuentra por entero su culminación”. Pudimos escuchar esta música, bautizada como “Lo que el amor me enseña”, con los ojos cerrados, a pesar de los aplausos del público entre movimiento y movimiento y, al final, tras segundos de silencio, ovacionar una excelente versión. Impecables la orquesta y los coros y sobresalientes muchos de sus solistas, en especial el oboe. ¡Felices ciento veinte años! Gonzalo Alonso
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