Critica: Los colores de Stravinski
LOS COLORES DE STRAVINSKI
Obras de Mendelssohn, Dessner y Stravinski. Duo Labèque. Orquesta Nacional. Director: André de Ridder. Auditorio Nacional, 23 de noviembre de 2018.
Lo más destacado de esta sesión fue la interpretación de “Petrushka” de Stravinski (versión de 1947), en donde la Nacional se mostró compacta, luminosa, incluso virtuosa en algunos atriles, como los de trompeta (¡bravo por Blanco!), flauta, clarinete y oboe; con gran actuación de la pianista Irene Alfageme: ya se sabe que, como recuerda en sus excelentes notas Eva Sandoval, la obra nació de un precedente proyecto para piano y orquesta. El resultado global, individualidades aparte, fue más que notable.
Para ello, por supuesto, hubo que contar con la dirección clara, animada, no ausente de detalles, rítmicamente lógica y proporcionada, del joven De Ridder, un joven maestro de aceptable técnica y buen criterio musical, discípulo en tiempos de Leopold Hager y Colin Davis, muy activo también en el mundo del jazz, la música pop y aledaños y que ya diera ente la formación madrileña muestras de sus habilidades en un concierto dedicado a Gabriel Erkoreka en la última edición de la Carta Blanca.
Echamos de menos en todo caso, en su buena recreación de “Petrushka”, una mayor clarividencia en la administración de colores, una más directa disposición en la aplicación de planos sonoros; aunque desde un punto de vista rítmico todo funcionó y colaboró al general abigarramiento, aquí, por lo dicho, un punto masivo. La versión tuvo, de todos modos, el valor suficiente para que reconociéramos una vez más la frescura, la maestría, la importancia de una partitura en la que está ya la simiente de la más revolucionaria “Consagración de la primavera”, dos años posterior (1913). Una versión más bien rutinaria, falta de vuelo y refinamiento, de la obertura de “Las Hébridas” de Mendelssohn, abrió la sesión.
Katia y Marielle Labèque, tan gentiles y salerosas, tan fantasiosamente ataviadas como siempre, dieron una vez más muestra de su compenetración y diligencia, de su buena digitación y expresividad, en el “Concierto para dos pianos” de Bryce Dessner, un encargo de la Nacional y de otras cuatro instituciones musicales europeas. La obra, bien arquitecturada, rítmicamente estimulante, es una especie de refrito, de precipitado de pretéritas partituras minimalistas de Glass o Reich, también del más enjundioso Adams. Acordes perfectos o ligeramente disonantes, suspensiones, explosiones estratégicas, lirismos a flor de piel, “ostinati”, caracoleos, notas pedal se dan cita. Creímos apreciar en el primero de los tres movimientos ciertos rasgos, quizá involuntarios, de índole flamenca. El público hizo salir tres veces al autor y a los intérpretes. Arturo Reverter
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