CRÍTICA: “Lucia di Lammermoor”
DONIZETTI, G.: Lucia di Lammermoor (versión de concierto)
Sala Philarmonie del Gasteig de Munich. 10 de julio de 2013.
Munich es una auténtica fiesta musical, donde a veces uno no sabe qué elegir. Ayer mismo coincidía una Ariadne auf Naxos en la producción de Robert Carsen y con la presencia de Eva-Maria Westbroek al frente del reparto, con esta versión de concierto de Lucia di Lammermoor, organizada por la agencia de conciertos Vita e Voce, y con la presencia en el reparto de nada menos que Diana Damrau y Joseph Calleja.
Si de teatros se trata, en Munich se pueden ver óperas en el Nationaltheater, sede la Bayerische Staatsoper, pero también en Prinzregenten, una especie de copia de Bayreuth, además de en el precioso teatro barroco Cuvillés. A esto todavía hay que añadir el teatro Gärtnerplatz, que tiene una temporada estable con representaciones casi diarias de ópera y ballet, aunque ahora está cerrado por obras y desarrolla su actividad en otras salas de la ciudad. Por si fuera poco está el Gasteig, un enorme espacio dedicado a las artes, donde tienen lugar los conciertos de la Filarmónica de Munich y donde todos los días hay actividades musicales para elegir. Si de orquestas se trata, tenemos que referirnos a la Bayerische Staatsorchester, que carga con la responsabilidad de la temporada de ópera, la muy prestigiosa Münchner Philarmoniker, entre cuyos últimos directores titulares han estado nada menos que Christian Thielemann y Lorin Maazel. No puedo tampoco olvidarme de la Münchener Opernorchester, que ha sido la encargada de la ópera que nos ocupa. También el Gärtnerplatz cuenta con su propia orquesta y con calidad notable. Lo dicho, una auténtica fiesta.
En este mes de julio se han programado cuatro representaciones en forma de concierto de Lucia di Lammermoor, siendo ésta la última de ellas. Al frente del reparto estaba Diana Damrau, para quien esto escribe la mejor Lucia de la actualidad y de mucho tiempo. Creo que escuchar a la soprano alemana en este personaje es la mejor medicina para curar esa enfermedad que se llama nostalgia y que tanto afecta a los aficionados a la ópera. Diana Damrau admite ser comparada, y me atrevo a decir que favorablemente, con las más grandes intérpretes de la historia en este personaje. Pocas han sido las que han podido ofrecer una voz tan adecuada a las exigencias del personaje, unida a un timbre de gran belleza, una técnica infalible, unos sobreagudos tan certeros y siendo además capaz de transmitir emociones como muy pocas han sido capaces. Diana Damrau es una soprano para la historia y es cualquier cosa menos un pajarito. Vivió el personaje, a pesar de ser un concierto, con una enorme intensidad ya desde su aparición en el escenario y sin necesidad de emitir una sola nota. Está en un momento espléndido y bueno es poder disfrutar con su arte antes de que nos convirtamos todos en nostálgicos, cuando ella deje de cantar el personaje. Recomiendo a mis amigos que, si pueden, no se pierdan en febrero La Sonnambula en el Liceu, donde tendrá a su lado a Juan Diego Flórez. ¿Nostalgia? Quizá en el futuro. Desde luego, no en el presente.
Su enamorado Edgardo era el tenor maltés Joseph Calleja, cuya voz no es del gusto de todos los aficionados, ya que su peculiar vibrato en el centro resulta molesto a más de uno. Cuando uno se acostumbra, la cosa no tiene mayor importancia y lo que queda es un color oscuro muy atractivo y un tanto raro en un tenor lírico y una gran homogeneidad de registros. Le falta mayor expresividad para ser un excepcional Edgardo. El público de Munich disfrutó con su interpretación y yo también.
Ludovic Tézier fue un adecuado intérprete de Enrico Ashton, con una voz bien timbrada, que mantiene la belleza que siempre ha tenido. Quizá fue el más perjudicado por la acústica de la gran sala, que resulta muy poco amigable para las voces, al menos en la localidad donde yo estaba. Me llamó la atención que se escapara del agudo final en el dúo con Lucia del segundo acto. Hay agudos optativos que deberían ser obligatorios y éste es uno de ellos. No sé si su eliminación fue responsabilidad suya o de López Cobos.
El cuarteto venía completado por el bajo francés Nicolás Testé en la parte de Raimondo. Su presencia en este concierto supongo que se debe al hecho de ser el marido de Diana Damrau. Cantó con corrección, con no mucho volumen y buena línea de canto.
Arturo, el Sposino, era el tenor coreano David Lee, que ofreció una voz agradable y adecuada al personaje. Normanno fue interpretado por Maximilian Kiener, miembro del coro y escasamente audible. En la parte de Alisa estaba Marie McLaughlin, otrora muy conocida soprano y que cumplió perfectamente en tan breve personaje.
Al frente de la dirección musical estaba Jesús López Cobos, el llamado titán zamorano tras su proeza de dirigir las 9 sinfonías de Beethoven en Madrid y en un solo día. El director zamorano conoce perfectamente la ópera, ya que no hay que olvidar que tiene una grabación de estudio con Caballé y Carreras en 1976. Su lectura ha sido francamente buena, en una línea un tanto dramática, llevando todo perfectamente controlado. Teniendo en cuenta las características de la sala, quizá debería haber moderado algo más el volumen de la Münchener Opernorchester, que tuvo una buena actuación, así como el Münchener Opernchor. La versión ofrecida por López Cobos fue muy completa, eliminando únicamente el breve dueto de Enrico y Normanno al final del segundo acto, que siempre me ha parecido un auténtico anticlímax y, por tanto, considero un acierto haberlo eliminado. En la escena de la locura se utilizó la armónica de cristal y fue todo un espectáculo ver tocar – nunca mejor dicho – el instrumento a Sascha Reckert, un auténtico virtuoso, añadiendo unos vasos con agua para las notas más agudas.
La gran sala Philarmonie del Gasteig ofrecía una entrada de alrededor del 90 % de su aforo. La sala es amplia y pensada para conciertos sinfónicos, lo que hace que las voces lleguen a la sala de manera un tanto hueca, sobre todo las más graves. El público tributó un auténtico triunfo a Diana Damrau, pero también, en menor medida, a Joseph Calleja. El aria de la locura fue recibida como tal y las ovaciones superaron los dos minutos.
El concierto comenzó con nada menos que 8 minutos de retraso, con lo que se demuestra que la puntualidad no es algo consustancial con Munich. La duración total fue de 3 horas y 25 minutos, incluyendo dos intermedios. La duración puramente musical fue de 2 horas y 14 minutos. Los triunfales aplausos finales, standing ovation incluida, se prolongaron durante 8 minutos. Buenos será recordar que los aplausos a escena abierta superaron los 7 minuto en total.
El precio de la localidad más cara era de 145 euros, habiendo muchas localidades entre 98 y 48 euros. La entrada más barata costaba 25 euros. Había precios especiales para estudiantes por 15 euros. José M. Irurzun
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