Crítica: Ludovic Tézier, ensayo wagneriano de un barítono en el Teatro Real
Ludovic Tézier, ensayo wagneriano de un barítono
Obras de David, Offenbach, Rossini, Saint-Saêns, Massenet, y Wagner. Ludovic Tezier, barítono. Orquesta Titular del Teatro Real. Marcus Merkel, director de orquesta. Teatro Real. Madrid, 3 de octubre de 2024.
Curioso el concierto en el Teatro Real de Ludovic Tézier, uno de los más aclamados barítonos del presente, con una primera parte dedicada al repertorio francés, que obviamente domina, pero con arias poco frecuentadas y una segunda íntegramente wagneriana. Además, hubo mucho intermedio orquestal y escuchamos la prácticamente desconocida y pachangera obertura La perle du Brésil de Félicien David (1810-1876), la “Bacanal” de Samson et Dalila, la “Meditación” de Thais, el preludio de Los maestros cantores o la Cabalgata de las Walquirias.
Demasiada pieza orquestal, interpretada además sin especial interés ni matices, para la brevedad de las páginas abordadas por la figura de la noche, muy especialmente en la primera parte, en la que sólo llegó algo de intensidad con “Sois inmobile” de Guillermo Tell, el aria de Thais y, sobre todo, la de Henry VIII de Saint-Saêns, cantada con matices sutiles en su vocalización y dicción clara, apreciándose cada palabra, con movimientos escénicos fluidos y gestos medidos, creando una atmósfera refinada.
Tézier no es conocido por ser un cantante particularmente “wagneriano” en el sentido de poseer el volumen y la potencia asociada tradicionalmente con los papeles wagnerianos más heroicos. No es un Heldbariton, ni un bajo adecuado para Wotan en sentido tradicional. Sin embargo, su voz de barítono, rica y oscura con un timbre aterciopelado y una gran flexibilidad, amplitud de la extensión del registro, funciona excelentemente en ciertos papeles wagnerianos. De hecho, acaba de publicarse una grabación de Parsifal en la que encarna un buen Amfortas.
En los pasajes de Tannhaüser o el mal terminado como escena de El oro del Rhin y, especialmente, en la “Despedida de Wotan” de La Walkiria aportó intensidad dramática y una profunda expresividad. Cerró así la parte oficial dando una lección de canto, aunque para él fuese casi un ensayo wagneriano y tuviese que contar con la ayuda de partitura.
Y llegaron las propinas y ahí un incontestable “Macbeth” de Verdi y, en nuestro honor, El caballero de la Mancha en francés. El delirio.
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