Crítica: ‘Madama Butterfly’ cierra el año Puccini en el Liceu de Barcelona
Madama Butterfly cierra el año Puccini en el Liceu de Barcelona
Giacomo Puccini: Madama Butterfly. Sonya Yoncheva, Matthew Polenzani, Lucas Maechem, Annalisa Stroppa, Juan Noval-Moro, Carlos Cosías. Coro y Orquesta del Gran Teatre del Liceu. Dirección musical: Paolo Bortolameolli. Dirección de escena: Moshe Leiser y Patrice Caurier. Gran Teatre del Liceu, 9 de diciembre de 2024.
En el centenario del fallecimiento de Giacomo Puccini el Gran Teatre del Liceu ha recuperado la clásica coproducción del coliseo barcelonés de Madama Butterfly con la Royal Opera House de Londres estrenada en 2006 por Moshe Leiser y Patrice Caurier, que se ofrece con tres repartos y en una quincena de representaciones y que ya va acumulando demasiados años.
Se trata de una propuesta clásica, amplia, minimalista, bastante fiel al original pero fría y algo trasnochada, repuesta en esta ocasión por Daisy Evans. Seguramente la gran ópera de Puccini merece un nuevo montaje o, por lo menos, una modernización especialmente en cuanto a iluminación y a atrezzo, actualmente bastante pobres.
La amplitud y falta de techo de la escenografía y la dirección de escena, que deja a los personajes alejados de la boca del escenario, provoca que sus voces suenan algo lejanas si no están delante del escenario. Ello incidió negativamente en la escena del coro a bocca chiusa, que pasó casi desapercibido por falta de sonoridad, y también en la del Tío Bonzo, que tampoco se escuchó con la autoridad necesaria.
A pesar de ello el gran éxito de la velada corrió a cargo de la soprano Sonya Yoncheva quien ofreció una Cio-Cio San muy meritoria, con una destacada proyección, de voz muy bien timbrada, redonda y homogénea y una gran interpretación actoral del personaje. Fue la más aplaudida, y con diferencia, por un público entregado, a pesar de un excesivo vibrato en los agudos y unos pianísimos en ocasiones algo calantes.
A su lado el Pinkerton de Matthew Polenzani no acabó de resultar la pareja ideal: pese a sus agudos brillantes, como se pudo disfrutar mejor en el último acto, su emisión fue un tanto desigual, insistiendo en unas medias voces poco consistentes y con una actuación distante y fría hacia Butterfly, aunque así es como lo propone la regia. Este detalla hizo que no hubiera nada de química en el dúo de amor del primer acto, mientras que, en el caso del tenor, sí funcionó mucho mejor en el último acto, a pesar de que la dirección de escena no le haga aparecer en el dramático final para recoger a su hijo.
El Sharpless de Lucas Maechem obtuvo una gran presencia pero poco más, ya que ofreció una emisión corta y poco destacada, siendo su mejor momento la lectura de la carta de Pinkerton del segundo acto. Annalisa Stroppa por su parte destacó muy especialmente como una Suzuki emotiva y servicial de muy bello y destacado instrumento. Muy solvente el resto de los personajes secundarios, destacando especialmente el desenvuelto y locuaz Goro de Juan Noval-Moro y el notable y sobrado Príncipe Yamadori de Carlos Cosías.
La dirección musical del chileno Paolo Bortolameolli, quien volvía al Liceu tras La flauta mágica, destacó muy especialmente en las partes sinfónicas y más dramáticas, con gran lucimiento de la orquesta por sonoridad y conjunción, aunque fue inevitable, dada las características del montaje, que en ocasiones tapara a las voces solistas; también le faltó un mayor trabajo del detalle de la rica partitura pucciniana. La propuesta se saldó con el público, que llenaba el teatro, aplaudiendo con profusión y por largos minutos a la protagonista, a todo el reparto y al director musical, y de forma más comedida al equipo escénico, en un título que claramente está entre los preferidos del público.
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