Crítica: Maddalena ai piedi di Cristo por René Jacobs en el CNDM
Rigor, fantasía y belleza
Caldara: “Maddalena ai piedi di Cristo”. Giulia Semenzato, Marianne Beate Kielland, Helena Rasker, Alberto Miguélez Rouco. Joshua Ellicott, Johannes Weisser. Freiburger Barockorchester. Director: René Jacobs. Universo Barroco del CNDM. Auditorio Nacional, 10 de abril de 2022.
Todo los plácemes merece esta interpretación a cargo de una orquesta barroca bien rodada, ensayada, medida, conjuntada a las órdenes del antiguo contratenor (de relativa calidad) René Jacobs (Gante, 1946), desde hace años una autoridad en el mundo de la dirección de ópera y oratorio barrocos y clásicos. Su mando es seguro, convincente, poco variado de gesto, brazos abiertos en busca de la expresión y de dar cauce a los más variados ritmos de forma muy clara; sin alardes, sin gestos de más.
Los músicos, 21 en total contando masa de cuerda y continuo, con fagot, arpa, laúd o guitarra barroca, viola de gamba y chelo, son espléndidos y afinan sus instrumentos de época, con la gran Petra Müllejans como concertino. Sonoridad penumbrosa, muelle, timbres suntuosos, máxima concentración, variedad de registros, ajuste. Lo ideal para llevar el sostén instrumental de una música de un melodismo supremo, de las arias de tan excelente factura, variadas, sutiles en algún caso, turbulentas en otros, de un lirismo excelso, de un oratorio de 1697-98 que permaneció oculto durante siglos, una alegoría que en resumen describe la lucha entre el bien y el mal, asumida, subraya Pablo Vayón, por el Amor Celeste y el Amor Terreno.
En las algo más de dos horas encontramos arias, en su mayoría “da capo”, para todos los gustos: tranquilas, serenas, “de tempesta”,incluso humorísticas, de un lirismo elevado al cubo, de giros melódicos imprevisibles y con la participación fantasiosa de los más variados instrumentos, algunas casi desnudas, con solo una viola de gamba y un clave como sostén. Suficiente para alcanzar la diáfana belleza interior que se pretende. Ahí tenemos, por ejemplo, “Non sdegna il ciel le lacrime” de Marta; la maravillosa “Pompe inutili”, también de escaso ropaje, de Maddalena; la vehemente “Parti, che di virtù il gradito” de Fariseo.
Gozoso lo que canta Amor Celeste en la pimpante “Me ne rido de tue glorie”, o la tan festiva del mismo personaje “Sù, lieti festeggiate”, con castañuelas manejadas por el mismo cantor. Las página de bravura de Amor Terreno “Orribili, terribili” y “Voi del Tartaro” nos levantan del asiento; y nos embelesamos con la bellísima de Maddalena “Per il mar del pianto mio”. En otra de Amor Celeste, “Da quel strale che stilla veleno”, asistimos a un hermoso diálogo entre el violín solista y la voz. Por no hablar de la página que cierra la obra con un lirismo efusivo y tierno: “Chi serva la beltá” de la protagonista, que fue en esta ocasión la soprano lírico-ligera Giulia Semenzato, dúctil, fresca, expresiva, aun sin poseer un timbre fascinante.
Bueno y voluminoso instrumento el de la mezzo Marianne Beate Kielland (Marta), sonoro, rutilante y fácil, aunque no siempre canta afinada y se descontrola de vez en cuando. Mezzo más oscura pero más limitada, intérprete de clase en todo caso, Helena Rasker (Amor terreno) y sorprendente el joven contratenor gallego Alberto Miguélez Rouco (Amor Celeste), músico muy completo que lleva años con Jacobs y Christie. Su timbre es de soprano lírica, dulce y soñador. De vez en cuando se produce en su emisión una ruptura cuando salta del registro modal al agudo. Poco agraciado el timbre del tenor Joshua Ellicott (Cristo), que en todo caso es artista minucioso, y bien puesta la voz baritonal, con buenos graves y pasajeras nasalidades, de Johannes Weisser (Fariseo), que hace años grabó Don Giovanni con Jacobs. Éxito sin fisuras. Arturo Reverter
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