Crítica: Los Maestros cantores de Núremberg. Christian Thielemann vuela muy alto con en Dresde
DIE MEISTERSINGER VON NÜRNBERG (R. WAGNER)
Semperoper de Dresde. 30 Enero 2020.
Decía ayer que esta representación era uno de los grandes atractivos de este viaje y el resultado ha estado a la altura de las expectativas en la parte musical, correcto y no especialmente brillante en lo vocal, y confuso y de escaso interés escénicamente.
La producción escénica es una coproducción del Festival de Pascua de Salzburgo, la Semperoper de Dresde y la Ópera de Tokyo y se estrenó en la ciudad austriaca hace un año, también bajo la dirección de Christian Thielemann y, como en otras ocasiones, ahora llega a la Semperoper en esas más o menos tradicionales dos óperas que cada año dirige en Dresde el maestro alemán. Volveremos en primavera para ver su Don Carlo verdiano.
La producción se debe a Jens-Daniel Herzog y resulta bastante confusa. Se trata de un trabajo de teatro en el teatro, es decir estamos en una producción que quiere ser una representación teatral de la obra, iniciándose en lo que parece ser un ensayo, colocando butacas por delante y al fondo vemos una iglesia con el coro, como es habitual en Meistersinger. Pronto, sin embargo, vemos al que parece ser el responsable escénico, que no es otro que Hans Sachs, que manda retirar los decorados de la iglesia y nos encontramos finalmente en un escenario giratorio (Mathis Neidhart), que en unos casos nos muestra dependencias del supuesto teatro y en otros es justamente el escenario donde se desarrolla la ópera propiamente dicha. Y así nos encontramos con un Hans Sachs que es director de escena, con su despacho y su ayudante (David), pero también con su taller de zapatero, lo que claramente resulta bastante confuso.
La acción se trae a tiempos modernos con vestuario de Sibylle Gädeke, sin mayor interés, y una correcta iluminación por parte de Fabio Antoci. La dirección escénica hace mucho uso de figurantes, aunque no aportan nada especial y tampoco ayuda nada a evitar confusiones el hecho de que veamos abajo el taller de Hans Sachs y arriba unos camerinos de maquillaje en actividad. En suma, es una producción sin mucho interés, pero particularmente confusa.
La dirección musical estuvo en manos de Christian Thielemann y de ella podemos decir que claramente merecía la pena el viaje, como ha ocurrido siempre que el alemán ha dirigido en su teatro. No hay muchas palabras a mi alcance para poder transmitir a mis lectores la valoración de su dirección. Simplemente, magnífica y apoteósica. Recomiendo a mis amigos que no dejen de venir a Dresde, si Thielemann dirige en la Semperoper, porque es de las cosas que merecen la pena. Toda su dirección fue inmejorable, comenzando con una obertura magnífica, pero sobre todo hay que destacar el gran tercer acto al que hemos podido asistir musicalmente. Christian Thielemann está en su elemento en Wagner y lo ha vuelto a demostrar. No sé si tenía atril y partitura, pero puedo decir que su mirada nunca iba hacia abajo, tal es su dominio de la obra. A sus órdenes estuvo una maravillosa Staatskapelle Dresden, destacando también la prestación del Coro de la Staatsoper Dresden.
Como en Salzburgo en el estreno de la producción, fue aquí también Hans Sachs el bajo Georg Zeppenfeld, que no es barítono de tradición en el personaje, pero que no tiene problemas con la tesitura y ofreció una cumplida y destaca prestación como el Zapatero de Nürnberg, aunque pueda clarear un poquito en la zona alta. En cualquier caso, un notable Hans Sachs.
También hay que destacar la actuación de Klaus Florian Vogt en la parte de Walther Von Stolzing. Es bien sabido que estamos ante un muy buen cantante, que tiene una voz un tanto angelical y que para mi gusto funciona perfectamente en algunos personajes y no en todos. Para mi gusto Lohengrin y Walther son los dos personajes wagnerianos que mejor se ajustan a sus características vocales y lo ha vuelto a demostrar. Cantó de manera irreprochable siempre.
Eva Pogner fue interpretada por la soprano finlandesa Camilla Nylund y su actuación puede considerarse correcta y no mucho más. Nunca me ha resultado particularmente interesante esta soprano y aquí tampoco me ha entusiasmado. He visto en el pasado otras Evas más interesantes que ella.
A destacar la actuación del barítono Adrian Eröd en la parte de Sixtus Beckmesser, que lo hizo de manera notable tanto vocal como escénicamente. Domina el personaje y eso siempre se agradece.
Buena también la actuación del tenor Sebastian Kohlhepp como David, el aprendiz de zapatero y también ayudante del director de escena en la producción. La voz es adecuada y se movió bien.
Positiva la prueba del bajo Vitalij Kowaljow como Pogner, con voz pastosa y de calidad, aunque no esté excesivamente sobrado de volumen.
Lo hizo bien, pero esperaba más de ella, la mezzo soprano Christa Mayer en la parte de Magdalene.
Sonoro y muy adecuado el barítono Oliver Zwarg como Fritz Kothner, mientras que Alexander Kiechle fue un Vigilante Nocturno un tanto corto de amplitud.
Los Maestros lo hicieron perfectamente. Eran Iurie Ciobanu (Kunz Vogelsang), Günter Haumer (Konrad Nachtigall), Markus Miesenberger (Balthasar Zorn), Patrick Vogel (Ulrich Eisslinger), Beomjin Kim (Augustin Moser), Rupert Grössinger (Hermann Ortel), Christian Hübner (Hans Schwarz) y Roman Astakhov (Hans Foltz).
El teatro había agotado sus localidades hacía mucho tiempo. El público dedicó una acogida triunfal a los artistas, especialmente a Christian Thielemann y su Staatskapelle, a Georg Zeppenfeld y a Klaus Florian Vogt.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 5 horas y 37 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 4 horas y 36 minutos. Doce minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 140 euros, habiendo butacas de platea desde 87 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 34 euros. José M. Irurzun
Fotos: L. Olah
Totalmente de acuerdo