Crítica: María Linares, expresión y gloria
CONCERTS AL MUVIM. Recital de María Linares (piano). Programa: Obras de Bach, Mozart, Urspruch y Albéniz. Lugar: València, Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (Sala d’Actes). Entrada: Alrededor de 250 espectadores. Fecha: Domingo, 29 septiembre 2024.
El Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MUVIM) ha sido, desde su fundación en 2001, lugar de encuentro de ideas y culturas. Desde esta perspectiva plural y sin etiquetas, ha promovido un ciclo de conciertos cargado de ilusión, sentido y ambición. A tenor del concierto protagonizado el domingo por la pianista valenciana María Linares ante un abarrotado salón de actos en el que no cabía ni un alfiler, el proyecto promete convertirse en referencia en la rica vida musical que hoy disfruta la València de los Palaus. Conciertos matinales y dominicales cargados de singularidad y personalidad, con presencia sustantiva de intérpretes valencianos y jóvenes.
No en vano este recital se titulaba, según el programa de mano, “Juventud y virtuosismo”. Y joven, virtuoso y valencianísimo -pese a su residencia en Inglaterra- es el piano ascendente de María Linares (2001), quien no ha parado de crecer como artista y virtuosa desde que debutara triunfalmente en el Festival Iturbi, en noviembre de 2022, junto con la Orquestra de València dirigida por el venezolano Manuel Hernández Silva, con conciertos de Bach y Mozart.
Han sido precisamente estos dos compositores los elegidos por Linares para su recital en el MUVIM. Un programa todo él in crescendo, desde la visión templada y decididamente pianística de la Quinta suite francesa de Bach, a la luminosa alegría de la Triana de Albéniz.
En medio, el Mozart clásico y cantable de la Sonata en Do mayor (K 309), y el romanticismo tardío, decimonónico y hoy injustamente olvidado del alemán Anton Urspruch (1850-1907), de quien Linares ofreció un anticipo del disco monográfico que próximamente editará con la obra para piano de este alumno favorito de Liszt, amigo de Clara Schumann y Brahms. Concretamente, su Cavatina y Arabesca Opus 20, dicha y cantada por ella desde su sabor romántico y sólida cuna pianística.
Lo mejor del recital llegó al final, con las tres páginas del segundo cuaderno de Iberia, la suite magistral que compone Albéniz entre 1905 y 1908. Virtuosa en técnica pero aún más en el arte del decir, Linares se creció ante el reto albeniciano he hizo expresión de la técnica y gloria del virtuosismo. Rondeña llegó risueña (“giocoso” anota Albéniz en la genial coda de nueve compases que la cierra) y cargada de sabor, resonancias de Cuba y su guajira, también de esos aromas andaluces que asoman en su tenaz confrontación entre los ritmos binarios y ternarios en la genial evocación de la ciudad de Ronda…
La cima de la actuación y del pianismo frondoso de María Linares llegó con el tesoro de Almería, que entraña la que acaso sea la más bella melodía de Iberia, que es tanto como decir de la música española. De nuevo, como en Rondeña, la alternancia del 3/4 y el 6/8. Albéniz pide la copla “expressif et bien chanté”, y ella sigue al pie de la letra el deseo del creador. Ensoñación, quietud, sugestión, refinamiento, colores… Palabras estériles a la hora de contar aquello que solo la música puede expresar y hacer sentir. Éxito grande: de Linares y del MUVIM por hacerlo posible.
Un número de la Musica Ricercata de Ligeti (el obstinado “Cantabile”) fue colofón fuera de programa de una septembrina mañana soleada dentro y fuera del vital museo de la Ilustración.
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