Crítica: Marianne Crebassa en Les Arts
Pirineos fulminados
CICLO “LES ARTS ÉS LIED”. Marianne Crebassa (mezzosoprano). Alphonse Cemin (piano). Programa: Obras de Debussy, Guridi, Albéniz, Massenet, Falla. Mompou y Ravel. Lugar: València, Palau de les Arts (Sala Principal). Entrada: Alrededor de 800 espectadores. Fecha: Domingo, 7 mayo 2023.
Consolidada como una de la grandes mezzosopranos de la actualidad, la francesa Marianne Crebassa (Béziers, 1986) fascinó a todos cuando cantó en mayo de 2021 las Noche de estío de Berlioz en el Palau de Les Arts junto con la Orquestra de la Comunitat Valenciana y el maestro Antonello Manarcorda. Consecuencia de aquel éxito, es este recital del ciclo Les Arts és Lied, en el que la diva ha aterrizado con un programa pleno de inteligencia, coherencia y deferencias, que se regodea en músicas entrañables, cercanas e íntimas. Canciones nacidas a ambos lados de unos Pirineos que, a la vista de lo oído y sentido el domingo en la Sala Principal del Palau de Les Arts, se antojan fulminados por la fuerza expresiva de las sensibilidades y maneras afines de compositores como Debussy, Ravel, Mompou, Guridi, Falla, Albéniz o Massenet.
Todo lo cantó y recreó la Crebassa con su voz esplendorosa, maravillosamente lozana y abierta, comunicativa hasta la intimidad, afinada como un diapasón, con un catalán (el Mompou de Combat del somni) que me dicen impecable; en un castellano limpio capaz de enunciar las Canciones castellanas de Guridi como si hubiera nacido en Valladolid, y transfigurada en una Salud (La vida breve) que parecía arrancada del mismísimo Sacromonte. Un recital interiorizado y trabajado a fondo (cantado casi todo él de memoria), en el que la diva, con inteligencia y buen gusto, se volcó en carne y hueso, con esa verdad propia de los grandes de verdad. Victoria, Crespin, Teresa…
Enunció y expreso con emoción arcaica el prodigio de Guridi (salvo en la propina, Llámale con el pañuelo, que se antojó tan verde y caricaturesca como la Séguidille de las Tres melodías sobre textos de Théophile Gautier, de Manuel de Falla, cuyos gritados “olés” y “alsas!” más parecían cantados por una folclórica de pacotilla que por una diva máxima de la ópera); cantó una Salud (¡Vivan los que ríen!) que debería desembocar en función operística y grabación, y alcanzó plenitud inolvidable en las Canciones de Bilitis de Debussy, en las Cinco melodías griegas de Ravel, y en las Noches de España de Massenet.
Bien acompañada por el piano atento de Alphonse Cemin (que cometió el error de enfrentarse en solitario a un miura tan inapropiado e inaccesible para él como Lavapiés de Albéniz), la Crebassa (que no es Teresa Berganza ni falta que le hace; como tampoco la Bartoli o la Garanča: ¡es ella!), en el turno de propinas se convirtió en Carmen, la cigarrera de Sevilla. Seguidillas y personaje que niegan la existencia de unas montañas fronterizas llamadas Pirineos. Al fin y al cabo, Béziers, la patria chica de la Crebassa, está bastante más cerca de Barcelona que de París. Como su plaza de toros, allí llamada “Arènes Modernes”. Como Picasso y Braque, como Falla y Debussy. Como Albéniz y su íntimo Fauré. ¡La Viardot! Justo Romero
Publicada el 9 de mayo en el Diario Levante
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