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Por Publicado el: 04/05/2024Categorías: En vivo

Critica: Markus Schirmer, cuestión de genialidad

CRÍTICA: EUSKADIKO ORKESTRA. MOZART Y BRUCKNER. AUDITORIO KURSAAL

Cuestión de genialidad

Fecha: 2-IV-2024. Lugar: Auditorio Kursaal. Programa: Concierto para piano y orquesta nº 20, en Re menor (K 466) de Wolfgang Amadeus Mozart, Allegretto en Si menor (D 915) de Franz Schubert y Sinfonía nº 7 (WAB 107) de Anton Bruckner. Pianista: Markus Schirmer. Orquesta: Euskadiko Orkestra. Dirección y concertación musical: Marie Jacquot.

Fecha: 2-IV-2024. Lugar: Auditorio Kursaal. Programa: Concierto para piano y orquesta nº 20, en Re menor (K 466) de Wolfgang Amadeus Mozart, Allegretto en Si menor (D 915) de Franz Schubert y Sinfonía nº 7 (WAB 107) de Anton Bruckner. Pianista: Markus Schirmer. Orquesta: Euskadiko Orkestra. Dirección y concertación musical: Marie Jacquot.

Markus Schirmer

Escuchar el Concierto para piano y orquesta en Si menor (K 466) de Mozart siempre ha supuesto para el autor de estas líneas un viaje emocional por la utopía del túnel del tiempo pasado, imaginando la forma en que el Genio de Salzburgo, en la plenitud de sus 29 años, llegó a su construcción neuronal al través del encantamiento melódico que constituye el rondó del segundo movimiento, nominado Romanza, así como la potencia intelectual con la que, nota tras nota, armoniza la belleza indiscutible de su inicio a piano. Dicho de otra forma: plenitud de genialidad.

Pues bien, con una Euskadiko Orkestra en estado de gracia y en generoso orgánico camerístico; con una sorprendente calidad en la joven parisina (1.990) cual es Marie Jacquot, actualmente directora invitada de la Sinfónica de Viena; y con el pianista austriaco, a la par que compositor Markus Schirmer de elegancia y bondad musical incuestionable, se alcanzó un grado de calidad que, en directo, es totalmente equiparable a otros registros de esta genialidad mozartiana. Ya en el primer movimiento –Allegro- donde aparecen aromas del Requiem o de Don Giovanni, empezó a crearse en la sala un ambiente de generosa expectación que fluyó ante las precisas extremidades superiores de Jacquot (se notaba su energía como promesa tenista que fue). Por su parte Schirmer creó la elegancia personificada en la generosa sutilidad de la exposición pulsora sobre el teclado en la aludida Romanza, teniendo siempre el contracanto de una orquesta cuajada en aciertos tímbricos.  La contenida furia de la orquesta en el tercer movimiento Rondo: Allegro assai creó una oscuridad armónica perfecta que bajo el puntual mandato de la batuta y con el aporte de una florida sección de viento esta genialidad musical arribó al prescrito júbilo final.

Adentrarse en la grandiosa contundencia de la Sinfonía nº 7 de Anton Bruckner es abrir una puerta para constatar un reciente testamento wagneriano y adentrarse en lo que será camino hacia la plenitud de Mahler. En la interpretación que aquí se valora se dio uso a la partitura fue la de la Edición Nowak (predilecta de Klemperer y Giulini, entre otros) publicada en 1954, que recoge la casi totalidad de los cambios de la versión de 1883 que fue con la que se estrenó esta obra dedicada al rey Luis II de Baviera. Tanto el podio como el poderoso conjunto orquestal hicieron galanura de dominio sobre esta tronante composición musical durante la hora pasada de su duración. Ya en el primer movimiento Allegro moderato Marie Jacquot dejó bien manifiesto el someter a un dura disciplina -no exenta de sutileza- a los componentes de la orquesta (en la que era notoria la presencia femenina) para el escrupuloso acatamiento a cuanto está impreso en el papel pautado, lográndolo así sobre todo cuando hubo que acoplar las variables alternancia de las intensidades sonoras en la sección de viento/metal, con sus cuatro tubas wagnerianas, como se hizo patente en el segundo movimiento Adagio: Sehr Feierlich un ser langsam (Muy solemne y muy lento), donde Bruckner muestra un intimismo de especial dibujo dejando recuerdos que puede retrotraerse al Tannhäuser de don Ricardo. Tal vez -o sin tal vez- haya sido el movimiento tercero Scherzo: Sehr schnell (Muy rápido) donde la perfecta imbricación de batuta e instrumentos hicieron cumbre dentro de la elegancia del compás ¾. El postre de esta famosa sinfonía en su corto cuarto movimiento Finale: Bewegt doch nich schnell (Final: Movido, pero no tan rápido) gracias a la rotunda, poderosa y elegante interpretación ofrecida motivó que la ovación palmeada por parte del respetable -siempre juez supremo- tuviera una duración de casi diez minutos. Manuel Cabrera

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