Crítica: Masaaki Suzuki en el Auditorio Nacional
ATINADO DIBUJO MENDELSSOHNIANO
Mendelssohn: “Elías”. Rachel Nicholls, Anna Stéphany, James Gilchrist, David Soar. Coro y Orquesta Nacionales. Director: Masaaki Suzuki. Auditorio Nacional, Madrid. 16 de marzo de 2018.
Arturo Reverter. El japonés Masaaki Suzuki es muy conocido en el ámbito de la música barroca, especialmente en la de Bach, de quien ha grabado, al frente de su Bach Collegium Japan, para el sello BIS, la totalidad de las cantatas del Cantor. Creemos que nunca ha actuado frente a los conjuntos Nacionales, con los que parece haberse entendido. Para empezar, Suzuki muestra una técnica gestual, sin batuta, muy suelta, una manera de marcar clara y rectilínea, una certera direccionalidad en sus ademanes, orientados tano al coro como a la orquesta (respectivamente, unos sesenta y unos cincuenta) y a los solistas. Posee impulso, nervio y sabe retener y apianar. Consiguió un atractivo engrase de todo el “complesso” y logró que, por lo general, el primero sonara afinado y empastado, mucho mejor que en la reciente “” de Bach.
Hubo momentos logrados: las intervenciones de los Sacerdotes del Baal, recios y conjuntados, con líneas contrapuntísticas claras; las motóricas exclamaciones del pueblo (nº 24, por ejemplo); los contrastes dinámicos, bien asentados, del coro “nº 34”, tempestuoso, pero delicado en la frase “tras el fuego sucedió un suave y plácido susurrar”. Percibimos, al contrario, entradas imprecisas, en el coro “nº 5”, “Aber der Herr” y no se consiguió la necesaria transparencia polifónica en el coro de cierre de la primea parte, “Dank sei dir, Gott”.
La orquesta respondió a las órdenes de la mano rectora y ofreció, por ejemplo, un hermoso “fugato” en la obertura. El director logró ajustar con firmeza las actuaciones de los pequeños conjuntos constituidos por elementos de la masa coral. Así, en el “Terceto de tres ángeles”, “nº 28”, que cantaron estupendamente las sopranos Margarita Rodríguez y Francesca Calero y la mezzo Negar Mehravaran. De los solistas, la mejor fue la mezzo lírica Stéphany, de timbre un tanto descolorido, pero de buen e intencionado fraseo, muy seráfico. La soprano Nicholls ofreció un timbre claro y penetrante, de cierto tinte gutural, provisto de cuerpo, pero a falta de equilibrio y redondez emisores. Gilchrist es un tenor lírico-ligero muy veterano, frasea con intención, pero su voz es temblona y algo descarnada, con agudos afalsetados. El protagonista, Elías, estuvo en el instrumento rocoso y oscuro, compacto del bajo Soar, de agudos inciertos y cerrados. Su técnica no le permite grandes lirismos.
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