Critica: Un Mesías bien dispuesto dirigido por Paul Agnew en Madrid
UN MESÍAS BIEN DISPUESTO
Haendel: “El Mesías”. Solistas: Miriam Allan, Xavier Sabata, Levy Sekgapane, José Antonio López. Coro y Orquesta Nacionales. Director: Paul Agnew. Auditorio Nacional, 21 de diciembre de 2024.
De entre los numerosos “Mesías” que cada Navidad pueblan nuestro territorio es posible que el escuchado este fin de semana en el Auditorio Nacional sea de los mejores, más ordenados, expresivos y fieles al estilo dentro de un planteamiento riguroso, pero desde presupuestos modernos. De la mano del antiguo tenor Paul Agnew, colaborador de William Christie desde 1992, se nos ha ofrecido una lectura clara, bien ritmada y acentuada, equilibrada y, en ocasiones, acertadamente matizada. Sirviéndose de unos conjuntos en buen estado y excelente disposición y de unos solistas muy aceptables.
El primer coro, “And the Glory of the Lord”, en el que se establece ya un rico tejido contrapuntístico, cruzado con pasajes danzables homorrítmicos, nos dio la pauta de por dónde iban a ir los tiros. El Coro, no del todo engrasado en un principio, se fue aclimatando y, gracias el buen trabajo de su titular, García Cañamero, cerró la primera parte bien empastado, siempre con acertada reproducción de las a veces difíciles agilidades, mejoradas en la segunda y tercera partes. Estupenda la reproducción de “Glory to God”, una clara representación del cielo en las voces agudas, que dibujan expresivas semicorcheas, y del infierno en las graves, con notas repetidas.
Para entonces ya habíamos escuchado a los cuatro solistas, que nos había dejado sus credenciales. El mejor, por consistencia vocal, rigor expositivo, encarnadura, seriedad, sobria matización y timbre penumbroso, a falta quizá de un mayor metal, fue el barítono, tan bien pertrechado, José Antonio López, que se lució, con ciertas borrosidades en la zona grave, en la famosa aria con la trompeta de la tercera parte, “The trumpet shall sound”. Maleable y certero. En orden de méritos pondríamos a la soprano, Miriam Allan, de estilo depurado, afinación apreciable y buen control de la coloratura. Despierta y luminosa. Su timbre es quizá en exceso liviano, casi infantil pero cantó con gracia, como demostró en su alada “Rejoice greatly”.
El tenor, Levy Sekgapane, premiado en distintos concursos, es más ligero que lírico, de timbre poco espumoso, falto de bellos armónicos y emisión aquejada de un vibrato no siempre grato. Pero posee una técnica muy apreciable, que le permite afinar, colorear y atacar la zona alta con soltura; y adornarse de vez en cuando. El contratenor Xaviel Sabata, excelente músico, imaginativo fraseador, se defendió con un canto riguroso, en sus numerosas intervenciones y mostró adecuada expresividad en “He was despised”, La voz, de timbre acontaltado, es pobre de armónicos y no posee excesiva proyección, con trinos escasamente presentes. La parte está destinada realmente a una mezzo o, mejor, contralto femenina, como lo era su creadora en Dublín y Londres Susanna Cibber. Magnífica aquí la orquesta.
La segunda y tercera partes de la obra fueron traducidas con propiedad por la clara y ágil batuta de Agnew, fogoso, resuelto, sonriente, que impulsó a los conjuntos con sapiencia y conocimiento. Puede que la masa coral fuera excesiva (76 miembros) frente a los 40 de la orquesta, compuesta de cuerdas, dos oboes, un fagot, dos trompetas y timbales; con el continuo del positivo de Daniel Oyarzábal y el chelo de Montserrat Egea, de acuerdo con lo que parece estuvo previsto para el estreno. La Nacional tocó con ganas y efectividad. Un aplauso para Manuel Blanco, gran artífice de la trompeta aguda. Gran éxito final tras el “Amén” conclusivo, desarrollado brillantemente. Arturo Reverter.
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