Crítica: Mihura, camino del musical
Mihura, camino del musical
“Tres sombreros de copa” de Ricardo Llorca. Jorge Rodríguez-Norton, Rocío Pérez, Emilio Sánchez, Gerardo Bullón, Enrique Viana, Irene Palazón, Anna Gomà, Boré Buika, Marco Covela, Felipe de Andrés, Mon Ceballos, Chumo Mata. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. Dirección musical: Diego Martin-Etxebarria. Dirección de escena: José Luis Arellano. Escenografía Ricardo Sánchez Cuerda. Vestuario Jesús Ruiz. Iluminación: Juan Gómez-Cornejo. Coreografía: Andoni Larrabeiti. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 12 de noviembre de 2019.
Si el Teatro de la Zarzuela estrenó la temporada pasada “La casa de Bernarda Alba” de Miquel Ortega, en ésta su apuesta por la actual composición lírica española le lleva a dar a conocer “Tres sombreros de copa” de Ricardo Llorca y aquellos “Policías y ladrones” de Tomás Marco que se tuvieron que posponerse hace año y medio por los paros de los trabajadores del teatro en pleno intento de fusión con el Real. Llorca, que reside en EEUU, tuvo el honor de ver estrenada “The empty hours” en el Alice Tully Hall del Lincoln Center neoyorquino. La obra que nos ocupa fue realmente ya estrenada en Sao Paulo hace un par de años, pero la apuesta de la Zarzuela reúne mucha mayor enjundia y es que este teatro ha decidido poner toda la carne en el asador en su gesto a los autores españoles contemporáneos y que no sea sólo palabrería.
Ricardo Llorca es partidario de la vuelta a la melodía, armonía y ritmo tradicionales sin por ello obviar las disonancias o las atonalidades. Es algo patente desde la peculiar obertura que abre la obra con solos de trompeta, viento y percusión, que son elementos fundamentales en toda la partitura, junto al acordeón. El compositor, que viajó a Apulia en 2015, recoge mucho folklorismo de Italia en tarantelas o “ninna nannas”, que logra introducir en la pieza teatral de Mihura cambiando la compañía de cabaret por una circense italiana y convirtiendoal negro Buby Barton en el mafioso Tonino Sanguinetti, aunque la acción transcurra en el norte español y aunque la música de cabaret surja también en ocasiones e incluso haya citas a ritmos latinoamericanos.
El trabajo escénico de Jose Luis Arellano es sobresaliente, con un decorado giratorio muy práctico, un vestuario inspirado de calidad, una notable iluminación y una dirección de actores impecable. No se puede pedir más. Rocío Pérez canta muy aceptablemente, pero actúa mucho mejor. Jorge Rodríguez-Norton, que debutó en el pasado “Tanhausser” de Bayreuth, compone un Dionisio tontuelo, como corresponde. Emilio Sánchez vuelve a ser un equivalente español al añorado Piero di Palma como don Rosario, Gerardo Bullón brilla en su escena de don Sacramento y Enrique Viana vuela a hacer una de las irrepetibles suyas en los diez minutos de la tarantela de Olga. Diego Martin-Etxebarria ha trabajado mucho escena y partitura, dando cohesión musical a la apuesta.
Los “Tres sombreros de copa” se pudieron ver hace medio año en el Teatro María Guerrero y aquí radica el problema. La obra de Mihura, que se respeta ampliamente en los textos, deja al espectador un poco perplejo al añadirle una partitura con mucho, muchísimo dialogo, y unas mini arias que son realmente vocalizaciones. Hay sin duda momentos interesantes musicalmente, pero la representación no acaba de levantar el vuelo de una forma continuada y ese peso se siente a lo largo de su hora y tres cuartos. Al final, muchos aplausos, pero con un entusiasmo perfectamente descriptible. ¿Es una ópera? ¿Es una zarzuela? ¿Es un musical? Es…. Gonzalo Alonso
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