Crítica: ‘Missa Solemnis’: cuando las comparaciones son odiosas
73 FESTIVAL DE GRANADA. MISSA SOLEMNIS, de Beethoven. Orquesta y Coro Nacionales de España. Solistas: Sarah Wegener (soprano), Wiebke Lehmkuhl (contralto), Maximilian Schmitt (tenor), Ashley Riches (bajo). Dirección musical: David Afkham. Lugar: Granada, Palacio de Carlos V. Fecha: Miércoles, 26 junio 2024
Cumplió la Orquesta Nacional de España su anual cita con el Festival de Granada y su público con un obrón tan peliagudo como la Missa Solemnis de Beethoven, página ya escuchada en el Palacio de Carlos V en 2002, cuando fue interpretada por la Orquesta Ciudad de Granada y Josep Pons. Si entonces los compañeros de viaje fueron el Coro Gulbenkian de Lisboa y un notable cuarteto solista, en esta nueva recalada de la mano de David Afkham (1983) han sido el hermano Coro Nacional y un cuarteto vocal en el que apenas brilló la contralto Wiebke Lehmkuhl.
Las comparaciones son odiosas, sí, pero en ocasiones se hacen inevitables. Frente a la vibrante y palpitante dirección de Pons, Afkham ha pasado de puntillas por una partitura a la que no logró hacer volar más allá de la letra y el pentagrama. La corrección y buenas intenciones no bastan para reconstruir la “milagrosa arquitectura” (Arturo Reverter) del monumento sinfónico creado por un revolucionario que fue, como escribe el veterano musicógrafo gallego, un “creyente a su modo, aunque su existencia no hubiese transcurrido casi nunca por un camino de rosas”.
Afkham no acertó a dar cuerpo, brillantez y fervor a una lectura -no fue más- que se sintió verde, con una aproximación superficial, pegada a la partitura y ajena a la potente y apasionada expresividad que irradian las cinco grandes partes que conforman la misa. Beethoven y su Missa no soportan la medianía ni la distancia. Incluso un beethoveniano tan imbatible como Furtwängler, que consideraba la Missa Solemnis como “la mejor obra de Beethoven”, desistió de interpretarla: “Me siento incapaz de obtener un resultado que hiciera justicia a la grandeza de su mensaje”.
Otro maestro, Riccardo Muti, no se atrevió a dirigir la “Capilla Sixtina de la música” hasta 2021, cuando la programó ¡con 80 años! en el Festival de Salzburgo. “Después de haber hecho tanta música, ahora me enfrento a la Missa Solemnis con una preparación humana y artística diferente. Soy consciente de que nunca alcanzaré la cima de esta montaña, ya que es demasiado alta. Pero puedo intentar acercarme un poco”, dijo entonces el director napolitano.
De ahí que, más allá de patentes desajustes y carencias, la versión escuchada a Afkham en el Carlos V se revelara monótona, corta de énfasis, intención y horizontes, empeñada simplemente en cumplir la solfa y atender acotaciones. Tampoco acertó el director alemán de origen persa en ajustar la interpretación a la realidad que tenía ante sí: un coro al que las tirantes regiones agudas –“Et resurrexit”- se les venía muy cuesta arriba; una acústica tan particular como la del Carlos V y un rendimiento orquestal que podría y debería haber sido mucho más detallado y pulcro. Se produjeron entradas desacertadas -como la del “Gloria”-, mientras que las texturas orquestales quedaron perdidas en una visión cuya superficialidad rozó la brocha gorda.
La concertino muniquesa Valerie Steenken cantó y entonó magníficamente la conocida intervención en el Benedictus, pero su pulido sonido quedó pequeño en medio de una sonoridad general de descuidadas dinámicas. Junto al canto pleno y emotivo de Wiebke Lehmkuhl, destacó la soprano Sarah Wegener. Cumplió con corrección el tenor Maximilian Schmitt , mientras que al bajo-barítono Ashley Riches le faltaron cualidades tan esenciales en la Missa Solemnis como fuelle, solemnidad y volumen. Aplausos y punto suspensivo… Muy poquito después, llegó una tormentita de verano. ¿Tuvo algo que ver con lo escuchado en el Carlos V? Chi lo sa!, aunque Beethoven hubiera exclamado: Wer weiß!
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