Crítica: Nabucco en el Teatro Real
Nabucco visita el Rissorgimento
“Nabucco” de Verdi. Reparto: Luca Salsi, Michael Fabiano, Dmitry Belosselsky, Anna Pirozzi, Silvia Tro, Simon Lim, Fabian Lara, Maribel Ortega. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Andreas Homoki, dirección escénica. Nicola Luisotti, dirección musical. Producción de la Ópera de Zurich. Teatro Real. Madrid, 5 de julio de 2022
No deja de ser curioso que la ópera con la que se reinauguró el Teatro Real en 1853 no se haya representado en su nueva etapa. Bien está que este Verdi primerizo pero importante nos llegue ahora. Lo hace con una producción estrenada en la Ópera de Zurich en el verano de 2019. Luego, en octubre, le sirvió a Plácido Domingo para su primera gran actuación lírica tras las acusaciones que aún le persiguen y que probablemente sean la causa incomprensible de que no figure en alguno de los presentes repartos a pesar de que, según él mismo ha declarado, tenía contrato para alguna de las representaciones. No será como Nabucco, pero sí volverá a pisar el Real el próximo día 17 junto a Sonya Yoncheva en una gala de Universal. Sinceramente, no deja de ser una hipocresía que para regresar haya de hacerlo en un espectáculo de terceros. El hipócrita mundo de hoy.
Estamos ante la tercera ópera de Verdi. “Oberto” fue un éxito, pero “Un giorno di regno” un fracaso. Con “Nabucco”, también en la Scala como las anteriores, alcanzaría el estrellato. Para triunfar en esta vida, además de talento, hay frecuentemente que tener suerte y estar en el momento y el sitio adecuado. Eso le sucedió a Verdi en el Milán de 1842. Sin duda la obra reunía calidad, pero es que además la situación política amplió la trascendencia del estreno. En aquellos años la ópera era como los musicales hoy y buena parte de los habitantes de Milán pasaban por su templo lírico. El ”Viva Verdi” que apareció en pintadas por las paredes de toda la ciudad era en realidad un viva “Vittorio Emanuele, Re D’Italia”, el monarca que representaba la reacción contra la dominación austríaca. El libreto de Temístocles Solera, bien conocido después en España, y la música de Verdi cantaban la desesperación del pueblo hebreo frente a la opresión de los babilonios. El pueblo italiano se identificó con sus propias circunstancias y el compositor se convirtió en un héroe.
Por eso no es mala idea la traslación de la acción efectuada por Homoki a tiempos del Resurgimento. Otra cosa es que, tras un inicio relevante e incluso brillante en el que se explica la relación de Nabucco con sus hijas, Abigaille y Fenena, el drama se diluya frente a un gran bloque de malaquita verde que sirve para todo. Con tan poco decorado se intenta basar la dramaturgia en los movimientos actorales y aquí el equipo de Homoki naufraga, provocando potentes abucheos en los saludos finales. Sabido es que “Nabucco” es una ópera eminentemente coral y algunos de sus movimientos rememoran sin venir a cuento los musicales americanos y otros son tan absurdos como inútiles.
En el reparto hay luces y sombras. Anna Pirozzi es la clara triunfadora en uno de los papeles más difíciles de soprano dramática de agilidad. Pudo con las notas extremas y no tanto con las coloraturas, alguna falta de limpieza pero, en cualquier caso, magnífica. Curioso que en los recitativos su timbre y forma de abordarlos recordasen a la genial Caballé. Luca Salsi es uno de los cuatro o cinco barítonos más destacables del presente. Como Nabucco convence pero no entusiasma. Le falta gravedad al timbre y, aunque frasee bien y con perfecta dicción, se echa de menos mayor matiz capaz de emocionar, eso que hacía Bruson e incluso Domingo en este rol a pesar de no ser propiamente un barítono. Michael Fabiano supone un lujo como Ismael, por voz, arrojo y entrega. Correctos Silvia Tro y Simon Lim y a mucho menor nivel el bajo Dmitry Belosselsky.
Precisa, vibrante y con brío la dirección de Nicola Luisotti desde los primeros acordes de la obertura hasta la muerte de Abigaille, con una orquesta y unos coros quizá más potentes de lo habitual. Estos últimos son los protagonistas de la obra y su “Va pensiero” siempre la página más esperada. El coro es una de las grandes bazas del Real, pero conviene no abusar, ni en su sonoridad ni en la prolongación de la nota final de esa página. El teatro sabe manejar muy bien la comunicación. Prueba de ello ha sido su participación en la cumbre de la OTAN y busca estar permanentemente en el candelero. Hubo de bisar el “Va pensiero” tras más de cinco minutos de ovaciones, pero yo peino muchas canas y sé cómo se logran estas cosas. Sabía, antes de entrar en el teatro, que iba a suceder y que se buscaría la noticia de inmediato. Así fue con la nota de prensa emitida nada más terminar la función. Gonzalo Alonso
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