Crítica: Nagano en Ibermúsica, Brahms por los de casa
Nagano en Ibermúsica, Brahms por los de casa
Obras de Brahms. Veronika Eberle, violín. Orquesta Filarmónica de Hamburgo. Kent Nagano, director. Auditorio Nacional. Madrid, 22 de enero de 2019.
Algunos se quejaban de tener que volver a escuchar el concierto para violín de Brahms y su cuarta sinfonía. Probablemente se olvidaban que la cosa era de lo más lógica. Si cuando la ONE va al extranjero toca Falla, por qué una orquesta de Hamburgo no ha de tocar Brahms, uno de sus ciudadanos más ilustres. Brahms nació en Hamburgo en 1833. Ibermúsica no se olvidó de ello y, quizá, para compensar de “tanto” Brahms introdujo como aperitivo más Brahms, pero “retocado” por Jesús Rueda, compositor residente en esta temporada de conciertos. Éste es su segundo estreno, una partitura que evoca uno de los temas del último movimiento de la citada cuarta sinfonía. Alguien podría pensar que se trata de una especie de variaciones, una más de las de muchas ese movimiento, pero estamos más bien en una progresión del mismo, unas veces ascendente y otras descendente, de unos cinco minutos de duración. Con la misma plantilla de Brahms suena a totalmente a Brahms, porque así lo ha querido Rueda, aunque superponga otros sonidos que aportan parte de su originalidad. Por cierto, la idea de incluir la pieza en este concierto fue del propio Kent Nagano.
Veronika Eberle ya nos visitó hace poco más de un año acompañando a Haitink y de nuevo hemos podido admirar el sonido amplio de su Stradivarius “Dragonetti”, al que data de buen gusto y expresividad. Lástima que el vibrante final quedase algo opaco, tanto en el violín como en la orquesta.
Mayor nivel alcanzó la “Cuarta”, con un sonido compacto muy brahmsiano y un poco cortante en su tema introductorio, muy del estilo del director, que sabe combinar análisis con temperamento. Flauta, oboe y clarinete mostraron la calidad de la madera de los de Hamburgo. La grandeza de la decimoséptima variación quedó bien plasmada.
Disculpen, pero no puedo evitar relatarles que, tras fallecer el maestro García Navarro, logré que tanto Nagano como Pappano estuviesen dispuestos a considerar la dirección musical del Teatro Real. Cuando, como patrono del teatro, presente ambas propuestas se me contestó “A esos no los conoce nadie”. Estaba claro que entonces ellos no y que ahora seguro que sí. ¡En qué manos estamos muchas veces! Gonzalo Alonso
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