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Por Publicado el: 18/04/2023Categorías: En vivo

Crítica: Nixon en China en el Teatro Real

“Nixon en China”, ¿Ejemplo de ópera de hoy?

Nixon in China de John Adams. Reparto: Jacques Imbrailo, Leigh Melrose, Borja Quiza, Sandra Ferrández, Gemma Coma-Alabert, Ekaterina Antípova, Alfred Kim, Sarah Tynan, Audrey Luna. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Director de escena: John Fulljames. Director musical: Olivia Lee-Gunderman. Teatro Real. Madrid, 17 de abril de 2023.

Nixon-China-©-Javier-del-Real-Teatro-Real

Nixon China © Javier del Real Teatro Real

Sabido es que la mayoría de las obras contemporáneas que se estrenan apenas ven una segunda ejecución y suelen dormir en el olvido tras su presentación. No es este el caso de “Nixon en China” que, tras su estreno en Huston en 1987, se ha representado en casi una veintena de teatros de todo el mundo, incluyendo Edimburgo, Amsterdam, Frankfurt, París, etc. Cosechó, sorprendentemente, mejores críticas en Europa que en USA, donde el NYT llegó a calificarla como espectáculo de variedades. Llega ahora al Teatro Real, en coproducción con Den Kongelige Opera de Copenhague y la Scottish Opera, en lo que es su estreno en España, sucediendo en pocas fechas a “La nariz” de Shostakovich. Todo un indicativo.

La obra, bautizada en un inicio como “ópera de la CNN” y precursora de otras más centradas en las “news”, se basa en la visita de Nixon a China en febrero de 1972 para presentar una reflexión sobre sobre las vulnerabilidades y las vidas emocionales de los hombres más poderosos del planeta, sus ambiciones, sus soledades y sus entornos. Es curioso que la idea de esta ópera partiese de Peter Sellars en 1983 y que solicitase la colaboración de John Adams y Alice Goodman, quienes ni se conocían ni tenían un especial amor por el género. Al final se estableció entre ellos lo que podría denominarse una “colaboración polifónica” ya que no estaban de acuerdo en el significado de la revolución china.

Adams, diez años más joven que los creadores del minimalismo musical –Steve Reich, La Monte Young, Philip Glass y Terry Riley– representa la segunda generación de esa tendencia repetitiva y su partitura “Bucles agitadores” viene a ser el germen de “Nixon en China”, mostrándose como un propulsor de una sensibilidad desinhibida hacia la expresión orquestal. No es tonal pero tampoco académica. Se muestra como un gran orquestador. No presenta desarrollos armónicos, sino juego de bloques sonoros. Él mismo expresa que utiliza imágenes o esos bloques con ideas pictóricas no asociadas al desarrollo. En casa de Adams no se distinguía a Mozart de Benny Goodman y ello se refleja en las muchas influencias y llamadas a Bach o Mozart pasando por Strauss, Wagner -mitad del segundo acto-, Alban Berg, Copland y muchos otros. Va desde el góspel, el jazz -discurso de Nixon en la recepción en el Gran Salón del Pueblo-, etc. a Debussy, con un sentido de la inmediatez del rock o el folk, pero más sofisticado, cobrando importancia el juego rítmico. Adams, a pesar de la estructura repetitiva, logra crear personajes humanos y situaciones reconocibles por el público, con momentos de lirismo o de brutalidad que acaban por llegar al espectador. La orquestación, en un arco iris de diversos colores, es apabullante y original, con, por ejemplo, cuatro saxofones, dos pianos, pero con sólo dos contrabajos, ningún fagot y ni una trompa. Ante tal estruendo sonoro proveniente del foso se ha de recurrir a una amplificación discreta de las voces para poder seguir las palabras. Recordemos que Adams fue reconocido en 2018 con el Premio “Fronteras del conocimiento” de la Fundación BBVA, patrocinadora de estas funciones.

La vocalidad se centra en el recitativo arioso, aunque en el segundo acto las esposas de Nixon y Mao, una soprano lírica y una ligera, den pie a un mayor lirismo y a casi dos arias, más humana y cercana la de Pat Nixon –June Anderson la cantó en Huston y el Chatelet-, un poco a lo Broadway y muy virtuosística de soprano ligera la de la china, recordando a la Reina de la noche con sobreagudos y saltos a tesituras inclementes. Mao es un tenor casi heroico y Nixon un barítono. Por el escenario pululan tres secretarias de Mao que nos recuerdan a Ping, Pang y Pong de “Turandot” o a las tres damas de la “Flauta mágica”. El coro, como el ballet, adquieren importantísima relevancia, especialmente en el segundo acto, un poco al estilo de la gran ópera francesa del XIX.

Pero realmente estamos ante un oratorio escénico con un final reflexivo de los personajes sobre sus respectivos destinos, máxime con la puesta en escena de John Fulljames, quien se responsabilizó de “Street Scene” en el Teatro Real en 2018, y que explica toda la obra desde la perspectiva del tercer acto en vez de otras propuestas más centradas en los elementos anecdóticos y mediáticos de los actos anteriores, esas que provocaron la anteriormente citada crítica del NYT. Para Fulljaes “La ópera explora la naturaleza efímera de su impacto y su fascinación con respecto a su propia mortalidad y su legado. Esta es una ópera sobre la impotencia de los poderosos ante la historia”. El espectáculo se halla bien diseñado, es eficaz y ayuda al espectador. Nada que objetar.

La representación está cuidada, la orquesta dirigida por Olivia Lee-Gunderman realiza un verdadero esfuerzo a fin de que se escuchen todos los colores, los cantantes resuelven otro tanto, desde las inseguridades con tartamudeos de Nixon a las seguridades de Mao o las connotaciones bufas del maltratado Kissinger y la regia nos lleva inteligentemente a la intimidad de las reflexiones finales de los protagonistas, tras desempolvar de los archivos en el primer acto lo que entonces supuso aquel encuentro. Otra cosa es la comparación y en París se está ofreciendo la obra con Dudamel, Renée Fleming y Thomas Hampson a precios de las localidades muy inferiores. Cierto es también que allí cuentan con un 80% de presupuesto público y aquí no se llega al 25%, amén de la mucha menor capacidad del Real frente a la Bastilla. Tampoco se pueden pedir peras al olmo.

Lo que no deja de sorprender es que esta ópera se siga representando, cuando las generaciones actuales desconocen por completo aquella historia -y no sólo aquella, sino todas, a tenor de las encuestas de muchos programas de la televisión- de acontecimientos remotos, guardados en archivos polvorientos. ¿Les puede interesar el tema hoy? Quizá sí, cuando China y EEUU se hallan en el inicio de un conflicto que cambiará nuestro mundo y las meditaciones finales de los protagonistas no desentonen de las que puedan tener hoy Biden, Trump, Putin, Xi Jinping o un Sánchez al que se atreven a sacar en foto junto a este último. ¡Hasta donde hemos llegado!

¿Es ésta un ejemplo de la ópera de hoy? Posiblemente sí, pero lo que representó este género en siglos pasados lo representa hoy el musical. El público, que aplaudió tras aburrirse en el tercer acto, seguro que hubiera disfrutado más con una obra de Gershwin, Bernstein o Lloyd Webber. Esta es la realidad. Gonzalo Alonso

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