Crítica: Jonathan Nott dirige la Orchestre de la Suisse Romande en Ibermúsica. Un espléndido adagietto malheriano
ORCHESTRE DE LA SUISSE ROMANDE (J. NOTT)
Un espléndido adagietto malheriano
Obras de Ibert y Mahler. Emmanuel Pahud, flauta. Orquesta de la Suisse Romande. Jonathan Nott, director. Auditorio Nacional. Madrid, 22 de febrero de 2022.
No es la Orquesta de la Suisse Romande un conjunto habitual en España. Sus últimas visitas datan de 2004, 2011 y 2017. Ibermúsica la volvió a traer con un interesante programa. En la primera parte el infrecuente y dificilísimo “Concierto para flauta y orquesta” de Jaques Ibert, a cargo de ese extraordinario flautista que es Emmanuel Pahud. Solista de la Filarmónica de Berlín, ha realizado una brillante carrera como solista, que contempla más de cuarenta grabaciones y encargos a compositores como Carter o Jarrell. La obra de Ibert oscila entre la gracia del primer movimiento, la delicadeza de la primera parte del segundo y la viveza de su final y el tercero. Resulta casi increíble la variedad de sonidos que se puede extraer de la flauta de Pahud, quien además posee un sonido absolutamente fuera de serie en belleza y muy especialmente en volumen. No es que la orquesta no le apagase en ningún momento, sino que casi era él quien la apagaba. Un claro heredero del añorado Jean-Pierre Rampal en una actuación para el recuerdo.
La “Quinta” de Mahler es siempre una obra problemática. Todo Mahler lo es, pero ésta ha sido muy difundida por su viscontiniano “adagietto” y contra ello ha de luchar cualquier director. Su potentísimo inicio con la “Trauermarsch”, en el que los metales han de ser respondidos con la misma contundencia por la cuerda, supone un cambio radical con sus cuatro sinfonías anteriores, si bien enseguida será perceptible el mundo del lied que tanto influyó y amaba el compositor. Jonathan Nott nos ha frecuentado con la Suisse Romande, de la que es titular, y también con la Gustav Mahler Jugendorchester o la Sinfónica de Bamberg. Quizá pueda molestar a algunos espectadores su excesivo movimiento de los brazos, especialmente el izquierdo, que sólo se moderó en el citado “adagietto”, justo lo más logrado de una lectura globalmente solvente. Logró impregnar toda su poesía, cuidándolo, meciendo su intensa melodía, modelando arpa y cuerdas y la evolución de su intensidad.
La Suisse Romande demostró un buen momento, superior a la de su visita en 2017, aunque hasta el mejor escribano comete un borrón y ese fue una madera al acabar el primer movimiento. Naturalmente el éxito fue rotundo. Gonzalo Alonso
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