Crítica: Sinfonismo de altos vuelos en la OCNE con obras de Dean y Rajmaninov
Crítica: Sinfonismo de altos vuelos en la OCNE con obras de Dean y Rajmaninov
Obras de Dean y Rajmaninov. Emma Bell y Jennifer France, sopranos. Orquesta Nacional. Director: Jaime Martín. Auditorio Nacional, 24 de enero de 2025.

Jaime Martín en la OCNE y las sopranos Emma Bell y Jennifer France como solistas
Un programa denso, copioso, con dos obras necesitadas de un amplio contingente orquestal. La primera, que se estrenaba en España, “In spe contra spem”, es fruto del encargo conjunto de nuestra formación sinfónica y de la London Philharmonic Orchestra al compositor australiano Brett Dean, que parte de un texto de Matthew Jocelyn en el que se incluyen escritos de Isabel Tudor y María Stuardo. Porque de eso se trata, de recoger instantes, más o menos fugaces, de la relación entre las dos reinas. Un asunto que en el mundo de la música ha sido bastante tratado, como punta en sus reflexivas y didácticas notas al programa, Eva Sandoval. En la mente de todos está, claro, la ópera de Donizetti “Maria Stuarda”.
El estilo compositivo de Dean es de un eclecticismo bien entendido en el que se dan cita algunas de las corrientes musicales más frecuentes del siglo XX, y podríamos que XXI: ritmos a veces complejos, estridencias inesperadas, abundantísima percusión. El lenguaje vocal es en la obra ahora presentada un tanto altisonante. El compositor revela un indudable talento para crear atmósferas, para trazar amplias frases, para establecer en este caso unas líneas vocales de amplios intervalos, a través de los cuales se expresa un dramatismo verdaderamente desgarrado que refleja el encontronazo de las dos damas.
Episódicamente se recurre a temas de la época Tudor más o menos “aggiornados”. Nueve secciones alberga la obra, que no se siguen muy bien en la proyección habitual encima del órgano. Ahora ya se sabe que en el programa de mano hay la menor información posible. Pero los 35 minutos de la narración mantienen el interés; por la sabia orquestación, por los poderosos contrastes, por las tensiones acumuladas. Y por la excelente escritura vocal, de amplios intervalos y de lirismos escasos. Es una confrontación con todas las de la ley.
Dos esforzadas sopranos nos pusieron de relieve el conflicto. Emma Bell, Isabel, posee una voz más bien oscura, amplia, no especialmente timbrada, pero con peso y sustancia. Gran autoridad en las invectivas. Podría pasar por mezzo. Jennifer France, María, maneja una voz más frágil, de lírico-ligera, extensa (hasta el Do o Re 5), aunque aquejada de un vibrato no siempre sano. Ambas se metieron en la piel de sus personajes y cantaron con honradez y vigor.
Vigor que estuvo también en la orquesta, variada de luces y de colores, y en la batuta del santanderino Jaime Martín (1965), durante unos años principal director invitado de la Nacional, siempre esforzado, gesticulero, apasionado, con amplio juego de brazos, con una entrega contagiosa que imanta a los músicos. Aunque, piensa uno, a lo mejor no es preciso tanto manoteo. Pero cada cual tiene su manera y no hay duda de que la del director es funcional y le sirve para ajustar, frasear y exponer. Tanto en la obra estreno como en la que completaba el programa, la torrencial, extensa, algo farragosa, “Sinfonía nº 2” de Rajmaninov, que expuso con una vehemencia inusual y, la postre, práctica.
La versión, creemos que con la partitura sin cortes, manó libremente, caudalosamente, como corresponde, bajo el constante braceo del director, que sabe cantar y decir con convicción. Como pudimos comprobar en la exposición del segundo tema, apreciable en el discurso de una obra que sigue, de acuerdo con el estilo de su creador, un curso a veces pasajeramente rapsódico. El segundo movimiento, “Allegro molto”, fue dibujado con pincel algo grueso, pero el corredizo tema inicial estuvo siempre presente.
Fraseo bien perfilado en el algo sacarinoso “Adagio”, con adecuada elaboración de todos sus meandros. Estupendos los distintos solistas: clarinete (Piquer, nada ñoño), flauta (Octavio), Navarro (trompa… El más bien espeso e inacabable Allegro vivace final remató una interpretación sólida y bien construida. Muchos vítores y aplausos al cierre. Arturo Reverter
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