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Por Publicado el: 02/07/2019Categorías: En vivo

Crítica: OCNE, entre vascos anda el juego

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Juanjo Mena

Ciclo Sinfónico OCNE

Entre vascos anda el juego

Obras de Apodaka, Bernaola, Guridi y Brahms. Juanjo Mena, director. Coro y Orquesta Nacionales. Madrid, Auditorio Nacional. 29 de junio de 2019.

Tres compositores vascos ocupaban la primera parta de este concierto final de temporarada gobernado por el vitoriano –por tanto, también vasco- Juanjo Mena, director asociado de los conjuntos Nacionales. El primero, Daniel Apodaka, con su obra “Isil”, que denota la influencia de músicos como Scelsi o Sciarrino, amigo de superficies delgadas y transparentes, de los silencios, de la más refinada abstracción. Características de las que participa asimismo esta nueva partitura, aún más exquisita y rumorosa, tenue y delicada, que se mueve casi todo el tiempo –unos 12 minutos- en el terreno de lo prácticamente inaudible. Composición etérea, evanescente, difícil de seguir, en la que el silencio y el sonido se confunden de continuo. De aparente fácil elaboración, pero alquitarada y calibrada al máximo.

Mena y la ONE que continuaron su labor con otra obra, Mística de Bernaola, de 1991, para coro y orquesta sobre poemas de San Juan de la Cruz. Como siempre, disfrutamos de los depurados y bien ordenados pentagramas del músico de Oxandiano, sabedor de las técnicas más depuradas de una escritura en la que se emplea un lenguaje heredero del más desnudo Stravinski pasado por el cedazo de la Generación española del 27. Acordes disonantes, armonías limpias, un tono de general oscuridad y gravedad en donde no faltan imitaciones, contrapuntos, aires de marcha y lirismos de altura.

Mena y la ONE acometieron luego una pimpante interpretación de las célebres Diez melodías vascas de Guridi, en donde no faltó de nada. Hubo delicadeza en la “Epitalámica”, buen canto en la “Amorosa” nº 6, recogimiento en la “Elegíaca” nº 9; pero quizá poca claridad en la demasiado espesa “Danza” nº 8 y excesiva masificación en la “Festiva” nº 10. Buen diálogo de dos violines y viola en “De Ronda” nº 7, cuyo inicio no estuvo ajustado.

Mena acometió la “Sinfonía nº 1” de Brahms con un raro apasionamiento, atento a todos los matices, vigilando todas las entradas e incluyendo la repetición del primer movimiento que a veces se suprime. Logró una mejor planificación que la conseguida hace muy pocos días por Leonidas Kavakos al frente de la Sinfónica de Viena en el curso de la temporada de La Filarmónica y de la que hablábamos en estas páginas. Bien cantado el segundo movimiento. No nos satisfizo tanto el “Un poco allegretto e grazioso”, que tuvo poco de ambas cosas. Los clarinetes cantaron poco dulcemente en el arranque y en el imaginario Trío faltó transparencia y ligereza. Mena retomó los papeles para construir el ciclópeo “Adagio-Allegro ma non troppo, ma con brio”. Aunque el tejido no nos pareció siempre claro y algún fortísimo fue en exceso rudo y emborronado, no cabe duda de que la doble exposición mantuvo las espadas en alto y que la tensión no decayó ni un instante al tiempo que no se perdieron por lo común las líneas maestras de la composición. Arturo Reverter

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