Concierto homenaje a las víctimas del terrorismo por la OCRTVE

Concierto homenaje a las víctimas del terrorismo de la OCRTVE

Sentido homenaje a la herida

Obras de W. A. Mozart y P. I. Tchaikovsky. N. Labourdette (soprano), G. Fundora, (mezzosoprano), Nacho Bas (tenor) y Alexis-John Heath (bajo). Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE. Director del Coro: Juan Pablo de Juan. Director musical: Miguel Ángel Gómez-Martínez. Fundación Víctimas del Terrorismo. XVII Concierto Homenaje. Auditorio Nacional, Madrid. 07-III-2019

Presidido por Sus Majestades los Reyes llegaba este concierto ‘In Memorian’ organizado por la Fundación de Víctimas del Terrorismo, que ya alcanza su 17ª edición. La cercanía del once de marzo siempre resitúa el paisaje sentimental tanto del público como de los músicos, y la misma Misa Solemnis en Do mayor, K.337 que ya escuchamos hace unos días en el Monumental –con misma orquesta, director y solitas–, adquirió una profundidad y dimensión que objetivamente no tuvo en aquel día, tal vez por falta de maduración o insuficiente rodaje. Dentro del espíritu elevado de la obra hubo una mayor sintonía con los músicos a la hora de buscar trascendencia, con un viento madera bien asentado que sirvió como centro de la construcción mozartiana, y un balance, hoy sí, bien resuelto. Natalia Labourdette se mostró muy segura en sus intervenciones y dejó fluir con mayor naturalidad la musicalidad de su fraseo, consiguiendo momentos de gran belleza en solitario. Buen trabajo de empaste el de Juan Pablo de Juan al frente del coro de la RTVE, con gusto por el color y sorteando con aparente facilidad los espacios descubiertos de la partitura.

Siguió otra obra pensada para el desgarro, la Sinfonía nº 6 en Si menor (la Patética, para entendernos) de P. I. Tchaikovsky, una partitura que hace de la soledad, la furia y el daño postergado sus señas de identidad. Abogaba Gómez Martínez hace bien poco, en su discurso de investidura como doctor Honoris Causa en la Universidad Politécnica de Madrid, por el lado científico, técnico, estricto si quiere entenderse así, de la interpretación musical. Los dos primeros movimientos parecieron ceñirse a esta idea, con una sobriedad no exenta de dramatismo pero sin caer en la negrura, a pesar de lo ineludiblemente fúnebre del tema principal enunciado por el fagot. Como excepciones, los silencios expresivos, alargados por el director en ocasiones en exceso en esta idea de elevar un discurso ya de por sí elevado por su melodismo. En cualquier caso se fue diseminando esa medida estricta del tiempo musical en los dos últimos movimientos, en particular en ese Adagio que pone fin a la sinfonía, convertido en una especie de premonitorio lamento anticlimático de lírica encendida que la ORTVE mantuvo en toda su tensión emotiva, con un Gómez Martínez muy entregado en la defensa del sentido último de esta música.

Aplaudido y sentido homenaje, en definitiva, que llega desde dos de los compositores que mejor entendieron el dolor y la persistencia de la herida. Mario Muñoz Carrasco