Crítica: Cáceres, sabiduría y sensibilidad, II Festival Atrium Musicae
CÁCERES, SABIDURÍA Y SENSIBILIDAD
II Festival Atrium Musicae. Obras de Purcell (Música para el funeral de la reina Maria) y Mozart (Réquiem). Coro de Cámara de Extremadura (directora: Amaya Añúa). Orquesta de Extremadura. Director: Andrés Salado. Solistas: Mar Morán (soprano), Sandra Ferrández (mezzosoprano), Airam Hernández (tenor), David Menéndez (barítono). Lugar: Cáceres, Auditorio. Fecha: 8 de febrero de 2024
Comenzó muy en alto -con Purcell y Mozart- la segunda edición del Festival Atrium Musicae, el “invento” cacereño de Antonio Moral que durante este largo y aquí lluvioso fin de semana convierte a la capital extremeña en foco de atención del universo musical español. Moral, emprendedor, incansable y triunfador nato, se ha volcado en dinamizar y cargar de interés e impacto estos días de música nacidos bajo el auspicio de la Fundación Atrio, matriz del famoso restorán cacereño de ni se sabe cuántas estrellas Michelín. Cuatro días y seis conciertos de primer rango con músicas que van desde el XVII hasta nuestros días. Como estrella invitada y artista residente de facto, una diosa del piano, Elisabeth Leonskaja, “sabiduría y sensibilidad” que alterna cartel con músicos como Diego Ares, Manuel Blanco, Daniel Oyarzabal, Julius Drake o el Cuarteto Kandinsky.
El concierto inaugural, el jueves, ha corrido a cargo del Coro de Cámara de Extremadura y la orquesta de la comunidad, que, dirigida por su titular, Andrés Salado, cerró el programa con el Réquiem de Mozart. El comienzo, con la Música para el funeral de la reina Maria que compone Purcell en 1695 -el mismo año de su propia muerte- marca sello y distinción, con las voces atentas del coro extremeño, que entonó y actuó en una interpretación de vigoroso calado expresivo. También escénico, con evocaciones del ancestral coro griego. El acompañamiento itinerante de percusión e instrumentos de metal, que procesionaron por la fría platea del Auditorio de Cáceres, complementó una interpretación de evidente calado y pulido dramatismo. Fue un comienzo asombroso para un joven festival –“fiesta”- distinto y único, inspirado por el formidable entorno monumental de Cáceres y animado por el alma motriz de Antonio Moral.
Menos enjundia tuvo el Réquiem de Mozart, pese al solvente y pluricomunitario cuarteto solista (la soprano pacense Mar Morán, la mezzo alicantina Sandra Ferrández, el tenor tinerfeño Airam Hernández y el barítono asturiano David Menéndez), y las notables intervenciones de los coristas e instrumentistas extremeños (destacó el fagot de Reynold Cárdenas), los primeros bien preparados por Amaya Añúa y los segundos liderados por la concertino Heidi Hatch. Andrés Salado sobrevoló la partitura en una visión en blanco y negro, en fuerte o piano; ayuna de matices y en la que lo superficial se impuso sobre el fondo.
El director madrileño se limitó a marcar algunas entradas del coro y despreocuparse de casi todo lo demás. Frente al dramatismo de Purcell, el Réquiem de Mozart -que a todas luces no figura entre lo mejor del salzburgués, con pasajes y episodios ajenos a su pluma y excelencia- triunfó la música verdaderamente fúnebre de Purcell. Acaso más por las versiones que por los propios méritos o deméritos de los pentagramas. Gran éxito, con algo tan inaudito en Cáceres, en los conciertos de la Orquesta de Extremadura, como ver el Auditorio de Cáceres con bastantes más localidades ocupadas que vacías. Cosas de Antonio Moral, que donde pone la mano pone el éxito.
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